/ El norte / Eugenio Fuentes /
La temporada literaria alcanza su cima con el desfile de ferias y ferias que, hasta finales de junio, levantarán sus casetas en poblaciones de todos los tamaños. Miles de títulos reclaman la atención compradora de los lectores. Cientos de autores refuerzan la llamada en actos de firma de ejemplares. Y en mitad de esa algarabía serán muchos los volúmenes de entidad que correrán el riesgo de quedar ocultos por las enormes sombras que proyectan las producciones industriales. Con la simple intención de servir de linternilla para exploradores, El norte apuntará en las próximas semanas hacia un jardincillo de títulos que no deberían pasar desapercibidos. Son sus pistas para ferias. Las dos primeras, emparentadas por los disparos que atraviesan sus mejores páginas, llevarán al lector desde la Hungría revolucionaria de 1919 a los Estados Unidos de las últimas décadas del siglo XX. Bienvenidos al claro del bosque.
Una revolución fallida en el maletín de la historia
Un hombre de 65 años, que tal vez pueda aparentar 70, se dispone a suicidarse en su vivienda de Madrid. Corre 2010. Sus posesiones son escasas y en su mayoría se cobijan en 52 cuadernos completos y uno más a medio escribir. Ninguno de ellos alberga frases propias porque, durante décadas, el hombre ha preferido recopilar pensamientos ajenos. Este es el último anotado: «La inseguridad es el seguro de vida de los explotadores». Lo descubrió pintado en la fachada de un banco y se diría hermanado con este otro: «Algunos agotan todos los padecimientos para que otros puedan experimentar pequeños contratiempos». La segunda sentencia preside, en grandes letras rojas, el salón de la casa. Justo encima del sofá donde se ha tumbado el hombre, Matías Bran, con el cañón de una pistola metido en la boca. A escasos metros de la caja de una persiana donde ha ocultado un maletín heredado de su padre, y que este había recibido del suyo; un maletín que nunca ha abierto. Tal vez lo abra ahora. O tal vez lo deje cerrado y con él se pierdan las claves de una dilatada peripecia.
Isabel Alba (1960) dio a las prensas hace ya más de una década La verdadera historia de Matías Bran. Libro I: el recinto Weiser, una espléndida novela en fragmentos, ahora reeditada por Piel de Zapa, en la que con ácido punzón crítico recrea los primeros veinte años del siglo XX húngaro a través de los ojos y cuerpos de grupos campesinos y obreros donde sobresalen las mujeres.
La narración, que amalgama textos narrativos, escenas de guiones cinematográficos y de libretos teatrales, fotografías y hasta diversos juegos tipográficos, arranca en 1898 entre miserias eternas y efímeras alegrías arraigadas en el agro húngaro. Después se interna en las vidas de quienes decidieron cambiar la tierra por la emigración a América o, sobre todo, por el trabajo en una fábrica de municiones en una isla próxima a Budapest, por la vida en sus barracones, por sus cantinas de poblado obrero donde se extiende el aprendizaje de las letras como iniciación a la revolución futura.
La historia alcanza pronto, a lomos de caballos enfrentados y de un fino y macabro sentido del humor, el conflicto entre nacionalismo y conciencia de clase en los vericuetos infernales de la primera guerra mundial y desemboca en la breve experiencia revolucionaria húngara de 1919. Fueron apenas algo más de cuatro meses de aceleradas transformaciones lideradas por el comunista Béla Kun. Ciento treinta y tres días de luchas entre reformistas socialdemócratas y revolucionarios comunistas. Un intento de nueva sociedad finalmente aniquilado por las potencias de la Entente triunfadora en el conflicto europeo, que allanaron el camino a la dictadura del general Horthy, la bota más temprana de cuantas aplastarían a más de media Europa en los años siguientes.
Cuando Isabel Alba presentó en 2011 esta narración, situada bajo la advocación de Walter Benjamin, pero también de Bertolt Brecht y John Berger, la anunció como la primera parte de una trilogía cuyo segundo y tercer panel aún no han visto la luz. El primero, en todo caso, es una punzante reconstrucción, con mujeres y hombres de carne y hueso, de un proceso histórico olvidado o reducido a unas líneas en los manuales más generosos. El de Alba es un combate por devolver la palabra robada a una legión de derrotados que, como tantas otras, hubieron de sumar a la aniquilación de sus vidas y esperanzas el intento, a la postre fallido, de suprimir cualquier recuerdo de su paso por la tierra. Literatura con mayúsculas. Nada más.

Isabel Alba
Piel de Zapa, 2022
302 páginas
22 €
Todo lo que ya precedía a la tragedia
Un estudiante de posgrado en espiral de venganza, varios cargadores vacíos, seis muertos, una joven condenada de por vida a no mover más que la cabeza. El uno de noviembre de 1991, a primera hora de la tarde, el departamento de Física de la Universidad de Iowa fue el escenario de una masacre suicida. El asesino, un especialista en el cuarto estado de la materia, el del plasma estelar de sanguíneas resonancias, había sido incapaz de aceptar que el premio extraordinario de doctorado no recayese en su tesis. Algunos años más tarde, la escritora Jo Ann Beard (1955), editora de la revista departamental en los días de la matanza, cosechó una salva de aplausos tras publicar en The New Yorker un relato autobiográfico basado en parte en la tragedia de Iowa. Poco después, el texto fue incluido en Los chicos de mi juventud, que ahora se traduce al castellano.
Pese a que el título del libro pudiese sugerir otra cosa, «El cuarto estado de la materia» es la gran luminaria de Los chicos de mi juventud. Solo por devorarla ya merece la pena hacerse con el volumen. En una sólida y ágil treintena de páginas, Beard entrelaza cuatro episodios sincrónicos de su vida para que la masacre de Iowa quede inscrita en un triángulo subjetivo: los últimos días de una perra, las molestias causadas por una invasión de ardillas y la huida imperfecta de un marido que cubre su ausencia con un sinfín de llamadas telefónicas. Lejos de aminorar la magnitud de la tragedia, esta estrategia narradora consigue transmitir al lector la compleja e inestable red de capilares en la que estalla el daño, inevitablemente reducido por los medios al cómputo vocinglero de muertos, heridos y agravios acumulados por el asesino.
La docena de relatos autobiográficos que completa el volumen resiste casi siempre el desafío de no palidecer ante «El cuarto estado de la materia». Entre otras cosas, porque desvelan vectores de vida y memoria de Berd que confluyen en su experiencia del asesinato colectivo y, en algunos casos, permiten rastrear huellas de la conmoción. Sus líneas destilan, como destellos epifánicos, sentimientos y peripecias situados entre la primerísima infancia y los primeros atisbos de una madurez cuyo poso moral acaba dibujándose con nitidez: cuando los chicos y hombres que dan título a la obra, y a la más extensa de sus historias, apenas son ya rastros de humo, permanece firme en el espíritu de la autora la trama de relaciones afectivas, casi todas femeninas, que la vertebra. La misma trama en la que aquellos varones irrumpieron como una brisa o como un vendaval. Con una prosa rica en matices, desprovista de empalago y a ratos tal vez un tanto remansada, Jo Ann Beard demuestra que el dominio de ciertos resortes de la ficción puede transformar la escritura memorialística en una inesperada caja de sorpresas.

Jo Ann Beard
Muñeca Infinita, 2022
272 páginas
21,90 €

Eugenio Fuentes nació en Londres, en el hospital de St. Mary Abbot’s, donde doce años después fallecería el legendario guitarrista Jimi Hendrix. Licenciado en historia y especializado en relaciones internacionales contemporáneas, ejerció la docencia y la investigación en la Universidad de Rennes 2 Alta Bretaña durante cuatro años. En 1988 se integró en la redacción del diario La Nueva España, del que durante casi tres décadas fue responsable de información internacional, analista político, columnista y crítico literario. Fruto de una insana pasión por los libros mantuvo durante 31 años en el suplemento Cultura la sección de novedades «La brújula», alimentada sobre todo por volúmenes huidizos publicados por pequeñas editoriales. Entre 2000 y 2004 quedó embrujado por el pintor Luis Fernández, a quien dedicó numerosos artículos y el documental Los mundos de Luis Fernández.
0 comments on “Pistas para ferias, 1: Disparos”