Crónica

El proceso de canonización de Stepinac y las heridas abiertas en los Balcanes

Alba C. Pardo, especialista en los Balcanes, se estrena como colaboradora de EL CUADERNO con un artículo sobre un polémico arzobispo croata del tiempo de la segunda guerra mundial.

/ por Alba C. Pardo /

El 3 de octubre de 1998 fue beatificado por el Papa san Juan Pablo II el cardenal arzobispo de Zagreb Alojzije Stepinac en un proceso de beatificación no exento de polémica: muchas voces, tanto dentro como fuera de la Iglesia católica, lo han considerado un grave error. Lo cierto es que Stepinac no fue un simple servus Christi: su vida pública trascendió el presbiterado y sus prédicas no se limitaron solo al púlpito; tuvo una activa vida política, harto ensombrecida, que se ha convertido en el elemento que ha condicionado negativamente su figura.

Nacido en 1898 en Croacia, en el seno de una familia muy devota, fue ordenado sacerdote en 1930 en Roma y tan solo cuatro años después, una vez de vuelta a su país natal, nombrado coadjutor del arzobispo de Zagreb. La posición de coadjutor le confirió una notable trascendencia en el país, donde siempre gozó de una gran estima debido a su activismo social y su implicación con las familias más pobres de la capital. Entre otras cosas, fue el propio Stepinac quien fundó Caritas en Croacia. Por todo ello, en 1937, la Santa Sede le ordenó arzobispo de Zagreb, convirtiéndose en el arzobispo más joven del mundo (O’Brien, 1947). Su arzobispado, sin embargo, coincidió con uno de los momentos más oscuros de la historia de Croacia, pues tan solo cuatro años después de su consagración, la mañana del 10 de abril de 1941, las tropas nazis invadieron el país y, para esa misma noche, habían establecido un gobierno títere y colaboracionista con el régimen nacionalsocialista. Surgía de este modo el Estado Independiente de Croacia encabezado por Ante Pavelić.

Ante Pavelić, líder del Estado Independiente de Croacia (Bradina [Bosnia, Imperio austrohúngaro], 1889 – Madrid, 1959)

El régimen de terror impuesto por los ustachas1 no se orientó exclusivamente a expulsar del poder a los leales al gobierno yugoslavo, sino que supuso un auténtico hostigamiento contra las minorías gitanas, judías y serbias del país. La persecución contra estos últimos fue especialmente cruenta: forzados a huir o a convertirse a la fe católica, aquellos que trataron de resistir fueron salvajemente asesinados. Las crónicas relatan la crueldad de la que fue víctima la población serbia que habitaba en Croacia:2 mutilaciones, torturas y violaciones3 fueron los padecimientos de todos aquellos infortunados que no consiguieron escapar a tiempo ante el avance de las milicias ustachas. La escasa pervivencia de este régimen de terror, que se extendió desde 1941 hasta 1945, cuando el avance de los partisanos liderados por Josip Broz Tito consiguió liberar el país, fue suficiente para realizar un verdadero genocidio: si bien las cifras varían en función de las fuentes, se estima que cerca de 350.000 serbios perecieron a manos de los fascistas croatas, valores que aumentan considerablemente si se suman las víctimas de otras minorías (gitanos, judíos, etcétera) y de resistentes antifascistas.

Durante el Estado Independiente, el etnofascismo de los ustachas instrumentalizó la religión católica y rescató el mito de Croacia como Antimuralis Christianitatis, esto es, como baluarte defensivo frente al islam y la cristiandad ortodoxa, y la convirtió en un signo de pureza étnica y un elemento homogeinizador. La Iglesia católica croata se vio muy reforzada durante el mandato de Pavelić. Para él, establecer buenas relaciones con la Santa Sede era muy importante, pues necesitaba el reconocimiento del Vaticano para apuntalar su régimen. A pesar de que ese reconocimiento nunca se hizo efectivo, ya que la política de la Santa Sede no reconocía Estados creados durante la guerra hasta que se concluyeran los Tratados de Paz y se incluyeran estos nuevos estados en la Comunidad de Naciones (Tomasevich, 2001), Pavelić hizo numerosas concesiones a la institución que había sido su bastión espiritual: prometió la consolidación de un Estado católico y trabajar en la reconversión de los serbios que habitaban en la Krajina y de todos aquellos que habían apostatado desde el final de la Gran Guerra por cambiar su fe de la católica romana a la ortodoxa serbia, como consecuencia de las ventajas políticas de pertenecer a la Iglesia ortodoxa serbia durante la Yugoslavia de entreguerras.4

Depurar el papel de la Iglesia católica croata es complicado. Muchas congregaciones y miembros del clero no solamente apoyaron a los ustacha, sino que colaboraron activamente con ellos. Como bien documenta el embajador de Yugoslavia en Washington en una carta pública confrontando las acusaciones de ataque a la libertad de culto en la República Federal Socialista de Yugoslavia como consecuencia del enjuiciamiento de Alojzije Stepinac, «una parte de la abrumadora evidencia de la participación de la jerarquía romana y parte del bajo clero […] provino de los propios culpables. La comisión investigadora encontró miles de informes impresos, junto con artículos tanto de la prensa eclesiástica oficial como de periódicos católicos controlados por sacerdotes» (Kosanovic, 1947). Y continúa:

«Un gran error de los partidarios del Estado Independiente de Croacia fue la creencia de que duraría al menos tanto como el Reich de los mil años de Hitler. Esta confianza explica por qué no dudaron en ver sus planes y esquemas expuestos de forma impresa. De hecho, algunos de los sacerdotes se jactaron públicamente de la conspiración y de sus estrechas conexiones con los ustacha durante el período en que esta organización fue proscrita en la Yugoslavia de antes de la guerra. Después de la creación del Estado títere, se sintieron libres de describir, jubilosos, cuán celosamente miembros del clero habían trabajado en favor de la instauración del Estado Independiente, cómo los monasterios habían sido utilizados como cuartel general clandestino para el movimiento ustacha ilegal, cómo habían estado en contacto constante con los conspiradores en el extranjero, cómo habían organizado a los monjes y la juventud católica como cruzados para el levantamiento que se avecinaba, y cómo habían puesto en peligro de muchas maneras diferentes la existencia misma de la Yugoslavia de antes de la guerra» (Kosanovic, 1947)

Los discursos de Pavelić también dejaron patente el compromiso de ciertas instituciones católicas en la instauración del Estado Independiente de Croacia, como el pronunciado al recibir a los delegados de Acción Católica —una organización religiosa promovida por Pío XI—, en el que afirmó: «En nuestra lucha política, […] la Acción Católica jugó un papel importante» (Kosanovic, 1947).

Por último, una de las evidencias más claras de la complicidad entre la Iglesia católica en Croacia y el régimen ustacha quedó reflejada en el periódico católico 15 de Nedelja del 27 de abril de 1941, en el que se publicó un artículo en la página 2 titulado «Los cruzados saludan al Estado croata y su Poglavnik (Führer)», en el que se podía leer: «Dios […] nos ha regalado a Ante Pavelić y ha movido al líder de un pueblo aliado, Adolf Hitler, para utilizar sus tropas y dispersar a nuestros opresores y permitirnos crear un Estado Independiente. Gloria a Dios, nuestra gratitud a Adolf Hitler, y lealtad infinita a nuestro Poglavnik, Ante Pavelić» (Paris, Perkins, 2011).

Como se ha constatado, las evidencias de la participación de la Curia croata con el régimen son numerosas. Sin embargo, analizar hasta qué punto la figura más eminente —dado su rango— de entre los católicos de Croacia tuvo una implicación directa con el Estado Independiente es algo más complejo. Es cierto que en su contra pesan las numerosas acusaciones dirigidas por el Gobierno de la RFSY, por las que fue juzgado y encarcelado durante 16 años (de los que solo cumplió cinco en prisión). Sin embargo, este proceso ha sido considerado una farsa y, la sentencia que pesaba en su contra, recientemente anulada. Durante el juicio, su abogado trató de demostrar que Stepinac no tenía control sobre las publicaciones de las diversas órdenes religiosas asentadas en el país y que su relación con el gobierno ustacha se vio comprometida debido a la naturaleza de su cargo: el recibir a altos mandos del gobierno (entre ellos al jefe de la policía, Erik Lisak o al propio Ante Pavelić) no fue sino resultado de su función como arzobispo (Alexander, 1978)

Sin embargo, no fue la RFSY la única que elevó acusaciones en contra del arzobispo Stepinac. La Iglesia ortodoxa serbia le acusó de la desprotección de la población serbia y la supuesta connivencia del beato con las matanzas de los serbios de Croacia y Bosnia. Y es que población serbia en la región de la Krajina croata rondaba los seiscientos mil habitantes para principios de los años cuarenta, es decir, los serbios representaban cerca del quince por ciento de la población total del país: un porcentaje nada desdeñable. Además, históricamente esta región había constituido un foco de problemas debido, por una parte, a las aspiraciones secesionistas de los étnicamente serbios y, por otra, debido a su situación geográfica, pues se interponía entre Croacia y Bosnia dificultando los anhelos del nacionalismo croata de anexionar territorios de Herzegovina. Los ustacha, que abogaban por la homogeinización étnica, rápidamente identificaron en la numerosa población serbia un enemigo a batir, por lo que la limpieza étnica se convirtió en su principal objetivo. Además, prometieron recuperar la hegemonía católica en el país aunque para ello fuera necesario depurar todo vestigio de fe ortodoxa; una proclama bien recibida entre gran parte del clero croata, pues la catolización de sus hermanos de fe siempre constituyó uno de sus principales anhelos.

Los relatos de los horrores que sufrieron los serbios durante el Estado Independiente han quedado ampliamente recogidos, como también ha quedado recogido el salvajismo del que participaron o que apoyaron algunos clérigos católicos: masacres (en campos de concentración como el de Jasenovac, e incluso dentro de instituciones religiosas ortodoxas), saqueo de bienes y conversiones forzosas fueron los distintos padecimientos a los que se les sometió. La Iglesia ortodoxa serbia acusó a la curia croata, y especialmente a la alta jerarquía personificada en Stepinac, de consentir esta persecución y no interceder en favor de los serbios. El grueso de las acusaciones públicas dirigidas contra el cardenal por parte de la I.O.S se inició con una carta publicada en un periódico oficial de los ortodoxos serbios. En ella se pormenorizaban las acciones de muchos miembros del clero y se acusaba a Stepinac de apoyar por medio de discursos y homilías al Estado Independiente.

La Iglesia Católica de Croacia y la Santa Sede siempre consideraron insuficientemente probada la supuesta participación del arzobispo Stepinac enel régimen filonazi de los ustacha. Nunca dieron validez a las acusaciones presentadas por la RFSY y consideraron el juicio una farsa y a Stepinac una víctima de los comunistas. De hecho, fue creado cardenal en 1953 por Pío XII habiendo sido ya condenado. Arguyeron que las relaciones con Pavelić fueron mínimas y forzadas por las circunstancias derivadas de la naturaleza de su cargo como arzobispo de Zagreb y que, si bien inicialmente pudo ver en la instauración del Estado Independiente una posibilidad para que el pueblo croata alcanzase por fin la tan ansiada independencia, con el tiempo y, ante las acciones ejecutadas por los ustacha, fue creciendo su desencanto y animadversión por el régimen. De igual manera, subrayan su activa participación en la protección de la población judía de Croacia y Bosnia. Entre otras actuaciones, fundó la organización Acción de Ayuda para los Refugiados Judíos e instó a otros miembros de la Iglesia a proteger a los judíos de las zonas controladas por los ustacha (Rychlak, 2011). También se alude a diversos discursos pronunciados por Stepinac en los que señalaba la necesaria protección de la vida humana, de los que hacen extensible su disconformidad con el trato del que fueron víctimas otras minorías, entre ellas los serbios; todos ellos alegatos que los ortodoxos serbios consideraron exiguos, pues no comprometían para nada la figura del cardenal ante la matanza de los suyos.

Finalmente, Alojzije Stepinac falleció el 10 de febrero de 1960 en su parroquia natal de Krasić (Croacia), donde pasó los últimos años de su condena tras haberle sido conmutada la pena de cárcel por la de arresto domiciliario. No obstante, el final del caso Stepinac no terminaría con su muerte: los convulsos años que experimentarían los Balcanes poco tiempo después de su deceso volverían a rescatar su legado y su figura, haciéndole pervivir hasta la actualidad. Tras la desintegración de Yugoslavia y las consecuentes guerras balcánicas en las que la limpieza étnica volvió a ser una realidad, reconocer figuras a las que elevar a la categoría de mártir se convirtió en una necesidad. Así, en 1991, el Papa san Juan Pablo II inició el proceso de beatificación de Stepinac, que culminaría en 1998 haciéndose efectiva su declaración de beato de la Santa Iglesia Católica. Este hecho reavivó viejas tensiones, agravadas aún más si cabe con los acontecimientos derivados de las guerras que sacudieron la región solo unos años antes y que terminaron por dinamitar las relaciones entre dos iglesias históricamente muy distanciadas. Los ortodoxos serbios volvieron a elevar quejas que fueron desestimadas por los católicos y que sólo han sido retomadas años después con el cambio de paradigma vaticano personificado en la figura de Francisco, actual Papa, especialmente interesado en depurar los errores cometidos por la Iglesia y emprender un camino de acercamiento con el mundo ortodoxo.

La relación es tan delicada que ningún Santo Padre ha visitado aún Serbia, hecho debido a que la política vaticana establece que el Papa solo acepta las invitaciones de los Estados cuando la confesión dominante lo aprueba. En este sentido, el camino emprendido por Francisco desde su llegada a la Sede Vaticana parece arrojar algo de esperanza en lo relativo al acercamiento con la Iglesia ortodoxa serbia. Así, los ortodoxos acogieron con entusiasmo la paralización del proceso de canonización del cardenal y la creación de una comisión mixta católica-ortodoxa que permitiera finalmente dilucidar de forma conjunta la verdad en relación a Stepinac. La comisión tuvo lugar en julio de 2016 y finalizó un año después, en julio de 2017. Sin embargo, la investigación en torno a Stepinac continúa activa debido a que las conclusiones derivadas de dichos encuentros no fueron satisfactorias. Al respecto, un comunicado oficial del Vaticano reflejó lo siguiente: «Se ha llegado a la conclusión de que varios eventos, intervenciones, escritos, silencio y tomas de posición siguen siendo objeto de diversas interpretaciones. En el caso del cardenal Stepinac, las interpretaciones predominantes dadas, respectivamente, por los croatas católicos y serbios ortodoxos siguen siendo divergentes». Con todo ello, se pone de manifiesto la singularidad balcánica, una realidad harto difícil con muchas aristas y atravesada por muchas sombras en las que esclarecer acontecimientos y actuaciones particulares se convierte en una complejísima tarea.

Por último, cabe recalcar que el caso Stepinac trascendió el mero conflicto interreligioso y dio un salto a la política. En este sentido, tanto políticos croatas como serbios han utilizado la figura del cardenal como arma arrojadiza, dejando patente que cualquier circunstancia en los Balcanes sirve para reabrir viejas heridas abiertas pendientes de cicatrizar.


Bibliografía

Alexander, S. (1978): Archbishop Stepinac reconsidered *. [ebook], Keston College. Disponible en <https://biblicalstudies.org.uk/pdf/rcl/06-2_076.pdf> [Consulta: 31 de mayo de 2022].

Historia Digital, XVII, 30, (2017). ISSN 1695-6214 © Benedicto Cuervo Alvarez, 2017.

Kosanović, Sava N. (1947): «The case of archbishop Stepinac. Information Officer».

O’Brien, A. H. (1947): Archbishop Stepinac: the man and his case (1.ª ed.), Newman Bookshop.

Paris, E. y L. Perkins (2011): Genocide in satellite Croatia, 1941–1945: a record of racial and religious persecutions and massacres, Literary Licensing, LLC.

Rychlak, Ronald J. (2009): Cardinal Stepinac, Pope Pius XII, and the Roman Catholic Church during the Second World War. Disponible en <https://ssrn.com/abstract=1926308>.

Tomasevich, J. (2001): War and Revolution in Yugoslavia, 1941-1945, Stanford University Press.


1 En castellano «rebeldes», era el nombre que recibía la milicia nacionalista surgida en el periodo de entreguerras y que fue decisiva en el avance de tropas nazis y el establecimiento del Estado Independiente de Croacia. 

2 Especialmente numerosa en la región de Krajina.

3 Se han reportado torturas basadas en la quema viva de personas (entre ellos de niños, a quienes quemaban frente a sus padres), empalamientos, cercenamientos de partes del cuerpo, desollamientos… (Cuervo Álvarez, 2017).

4 Esto se debe a que la política pública estaba mayormente dominada por los serbios. Se estima que cerca de doscientos mil católicos se convirtieron a la ortodoxia serbia.


Alba C. Pardo es politóloga.

1 comment on “El proceso de canonización de Stepinac y las heridas abiertas en los Balcanes

  1. Interesante.

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