Música y danza

¿Más moderna que Londres?

El documental de Carlos Navarro e Iván Martínez sobre «la movida» en el Oviedo de los años ochenta retrata a una generación que intentó enterrar la Vetusta clariniana y el cambio sociocultural del posfranquismo en la España periférica.

texto de Pablo Martínez Vaquero · fotografías de Piedad Escudero y Archivo PMV

Imagen de portada: jóvenes de los ochenta en un club oventese (© Piedad Escudero)

Pocas veces dos horas se me han hecho tan cortas. Las dos horas de metraje de Más moderna que Londres. Y máxime, cuando estas han sido fruto de un complejo resumen de torrentes de información esencial. Y es que condensar una década en 120 minutos, después de haberte dejado la piel para conseguir un material inédito y tan sumamente valioso, tiene mucho mérito, incluso si al amputarlo se hubiese llegado a dejar en cinco horas. Duele, se lo aseguro. Y sé de lo que hablo, y de los conflictos personales —de todo tipo— que eso conlleva, porque las voces críticas, incapaces de comprender tan titánico esfuerzo, parecen anticiparse en la mente del entregado creador. Esbozan un sentimiento fatal de frustración e impotencia que dificulta mucho más las decisiones finales. Tienes que tirar días de trabajo a la basura, además de rostros y palabras de quienes te han dedicado tanto tiempo como tú a ellos. Es la parte ingrata del trabajo audiovisual, sea documental o informativo, donde no basta con citar o nombrar y se hace necesario ver. Y no solo ver para demostrar e ilustrar, sino también para satisfacer o compensar.

Afortunadamente, la ya indiscutible profesionalidad y objetividad de Iván Martínez y Carlos Navarro, los responsables de este testimonio fílmico, solo podría ser cuestionada desde los sentimientos particulares más insensibles del ego y la pelusa, por utilizar palabras más o menos cordiales. Y precisamente para evitar (involuntarios) agravios por la vía de la omisión citaré sólo sus nombres, si bien este es un artículo de opinión y podría permitirme esas licencias, las inexcusables en cualquier texto informativo y objetivo, enmarcado en el supuesto periodismo profesional.

Los amaños eléctricos

En la opinión crítica de mucha gente que vino después, los años ochenta (referidos a la movida) están sobrevalorados. Desconozco si hay rencores personales, complejos inconfesables o simple desconocimiento por desinterés, pero Martínez y Navarro han desmontado esa paticorta tesis de un plumazo, y desde una ciudad normalita, de la periferia norteña, de provincias, como le gusta decir al madrileñismo militante. No caben las comparaciones con las décadas precedentes y posteriores.

El carácter rupturista, multicisciplinar y pionero es tajante: la necesidad del hazlo tu mismo, traducido en los primeros fanzines y las pioneras disqueras indies; el boom de artistas practicando nuevas artes plásticas con su infinidad de vertientes; el diseño de moda a ras de suelo, sin pedestal, con bolsas de la compra y pendientes hechos con llaveros de Coca-Cola, cafeteras (ese chic de supermercado); la fotografía que voluntariamente mantuvo el blanco y negro para ser coloreada a mano, como símbolo —quizá inconsciente— de lo que se hizo con la grisura propia de la resaca del franquismo; la proliferación de pubs, cervecerías y salas de conciertos donde fascinarse con nuevos sonidos, renovados cada fin de semana; la búsqueda de marcianos que se acercasen a ti por llevar una simple gabardina, una humilde chapita, una chupa de cuero, un corte de pelo, unos buggies, una camiseta con el nombre de un grupo musical pintado a mano; cómics… Y podría seguir y seguir.

Paso de Cebra en 1982 (© Arrebato)
Salón Dadá en La Santa Sebe, 1986 (© Piedad Escudero)

Y no es nostalgia, señor mío; es la puta verdad, la que solo puede ser negada por quien va por el camino contrario. ¿Y hace falta recordar el (ojalá) irrepetible momento histórico que vivía España, causa directa de esa explosión fosforescente? Obvio el asunto de los músicos por recurrente en toda retrospectiva, aunque el empeño en que se olvide el nombre de algunos parece ya…. enfermizo. ¿Y qué hay de la eterna comparación con Vigo? Pues nada, la verdad, porque allí, hasta los albores de 1985 hubo bien poco (aunque con apoyo mediático y sobredimensionado en exceso). La broma cómplice e inocente de un célebre —y honesto— locutor de Radio 3 (RNE) se convirtió —muy a su pesar— en herramienta política hasta alcanzar el grado de falacia, la que hoy resulta ser una verdad indiscutible. Y quien se interese en comprobarlo verá que no es ni una cosa ni la otra. Escrito queda, y me temo que por primera vez.

La movida increíble

Lo cierto es que, después del epicentro madrileño, localizado en 1978, los principales focos explotaron entre 1979 y 1980 en Málaga (vía turismo británico) y Barcelona. A renglón seguido, entre 1981 y 1982, los estudiantes universitarios exiliados en el foro y Radio 3 extendieron el seísmo por Valencia, Oviedo-Gijón, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza… En aquel bienio se podían contabilizar en esas ciudades más de una decena de grupos punks, siniestros, pop-mod, tecno y modernos, mientras que en Vigo solo había tres, y dos de ellos con componentes de Siniestro Total, que pronto fueron creando otros paralelos, lo que también sucedió —por ejemplo— en Oviedo; así que ya pueden ir duplicando la cifra estimada.

En cuanto a locales, más de lo mismo. Germán Coppini ya lo advirtió en su día, aunque con la boca pequeña y cierto temor. Y, en último término y para los más escépticos, les recuerdo que afortunadamente ya existían unos aparatitos que hoy sirven de testigo de cargo; cámaras de fotos, que podían capturar instantes en papelitos para ¿la posteridad? Ahora bien, mediada la década, cuando la cosa declinaba, es cierto que apareció más gente, y precisamente fue cuando el término de la movida pasó a formar parte de Carpetovetonia; el cachondeo más enrollado de la pana se afeitó las barbas progres, vistió de Adolfo Domínguez, esnifó línea ferroviaria hacia la ciudad gallega (sólo ida), pretendiendo crear allí una suerte de Movidalandia; eso sí que es verdad.

Guillermo Villagómez y Juan Vidau, de Imágenes de Archivo, en el Garaje Hermético de Oviedo.

Y ese, el de poner el punto sobre las íes, es el gran valor de Más moderna que Londres y el del brillante tándem Martínez-Navarro. Lo que pueden ver es lo que pasó, sin más, pero también sin menos. De hecho el título se extrajo de una boutade genial de una de las mujeres pioneras del asunto, en un local esencial de la carbayona cuesta de Altamirano, por lo que su cordura y visión de futuro hoy merecen la ovación mayor.

El documental de Carlos Navarro e Iván Martínez retrata un tiempo y un lugar, el Oviedo de los años ochenta, una ciudad que entonces acogía a más de cuarenta mil universitarios y a una intelectualidad con nombre propio y que se tuteaba sin sonrojo con la de cualquier capital europea. Juan Cueto, Gustavo Bueno, Emilio Alarcos Llorach, Vidal Peña, Pedro de Silva, Xosé Lluis García Arias, Lluis Xabel Álvarez, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Mariano Antolín Rato, Chus Quirós, José Avello o Alberto Cardín fueron algunos de los que dispensaron los antídotos necesarios para despertar a la Vetusta clariniana, también a toda Asturias, de su eterna siesta clerical y caciquil. Más moderna que Londres retrata sin melancolía a los herederos y alumnos aventajados de la intelligentsia astur sesentayochista que aprovecharon la efervescencia vital de la Transición y pusieron a su servicio las herramientas de la cultura pop para certificar que las periferias hispánicas eran también protagonistas del cambio del paradigma social de la España del fin del siglo XX, no solo el Madrid fagocitador del talento y el esfuerzo de las provincias vencidas por decreto ley.

Pedro y Álex, de Los Ritmods, en 1984 (© Archivo P.M.V.)

En cuanto a que alguno cree recordar algún episodio digno de una peli de Quentin Tarantino y otro dice haber estado dónde y cuándo ni aún se le esperaba… Bueno, eso no solo no importa, sino que muestra cómo están algunas mentes cuatro décadas después. Incluso podría servir, en parte, para entender el porqué de los inexplicables lapsus que, al parecer, últimamente caracterizan sus escritos.

Lo relevante es reconocer y aplaudir un esfuerzo impecable, excepcional, firmado por Carlos Navarro e Iván Martínez, dos personas que pasarán a la historia por haber hecho un trabajo audiovisual modélico, algo de lo que Asturias adolecía y clamaba por tener. Les admiro profundamente por ello. Y esto lo dice alguien que jamás utiliza a la ligera esa palabra, porque admiro a muy poca gente. Es más, desconfío de quien la ejercita con frecuencia, pero esta es tan inmensa que la repetiré, y de forma excepcional: una obra admirable, tremendamente difícil de superar; imposible con los medios, obstáculos y tiempo récord con los que contó para ser magistralmente resuelta.


Pablo Martínez Vaquero (Oviedo, 1966) ha sido redactor y presentador de los Servicios Informativos de TVE en Asturias, el Canal 24 Horas y el Canal Internacional del ente público estatal. Con anterioridad, trabajó en Radio 1 y Radio Exterior de España (RNE), Radio Asturias, Radio Vetusta y Oviedo Televisión. También pasó por las redacciones de rotativos regionales como La Voz de Asturias, La Nueva España y otros, además de colaborar en varias revistas culturales y musicales (Zona Norte, Hojas Universitarias, Vivir Oviedo, AsturMusic, Atlántica XXII…). Asimismo, ejerció como docente en la Escuela de Radio del Ayuntamiento de Oviedo y en la emisora municipal Onda 29 del Ayuntamiento de Siero (Asturias). Cursó estudios universitarios de geografía en historia y de Periodismo Audiovisual en el Instituto Oficial de Radio y Televisión de Madrid. En su adolescencia, en los primeros años ochenta, hizo teatro alternativo, redactó y diseñó fanzines nuevaoleros, publicó cómics, se inició en radio amateur e hizo y deshizo varios grupos de música pop, grabando varios vinilos con su grupo más perfilado (Los Murciélagos) y un disco en solitario (Tal como éramos). Fue pionero de la escena mod asturiana en 1982, cuando ésta aún iba a contracorriente con las tendencias en boga. Es autor de tres libros publicados: Leit-Motiv (Ed. Charada, 1996), ¡Ahora! No mañana: los mods en la nueva ola española, 1979-1985 y NegrOscuro: onda siniestra y afterpunk en España, ambos publicados por la prestigiosa editorial catalana Milenio.

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