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Imágenes de una antigua catástrofe

Manuel F. Labrada reseña 'Noé en imágenes', de José Joaquín Parra Bañón, un trabajo académico y literario de primer orden que explora el mito del Diluvio en todo su espesor simbólico.

/ una reseña de Manuel F. Labrada /

En una galería del Museo Teylers de Haarlem (Países Bajos), encastrados en una vieja caja poligonal de madera, se conservan los restos de un famoso fósil: una salamandra gigante del Mioceno Superior (Andrias scheuchzeri), según la clasificara Georges Cuvier en 1811. Hasta ese momento, esta venerable petrificación era conocida ―en virtud de su cráneo antropomorfo― como Homo diluvii testis («Hombre testigo del Diluvio»), nombre que le impusiera en 1726 su descubridor, el médico suizo Johann Scheuchzer (autor, por otra parte, del célebre Herbarium diluvianum). Esta curiosa anécdota tiene un significado que va mucho más allá de la rectificación de un error (la historia de la paleontología está llena de ellas): es el elocuente testimonio de unos tiempos en que el estudio de los fósiles era considerado un valioso apoyo de la religión. Las ingentes acumulaciones de animales marinos fosilizados ―erizos, moluscos, crustáceos, incluso peces― que era posible hallar en las cumbres montañosas ¿qué otra cosa podían significar, si no era la veracidad del Diluvio, de esa catástrofe universal narrada en el Génesis? Cuando no se había desarrollado aún la estratigrafía ni se conocían los movimientos de la corteza terrestre o la deriva continental, buscar fósiles podía considerarse una labor de apostolado, una profesión de fe teñida de pragmatismo. Prueba de ello son las valiosas colecciones de fósiles conservadas en muchas instituciones religiosas europeas, así como el hecho de que destacados paleontólogos, incluso posteriores a Buffon o a Cuvier, pertenecieran a la Iglesia. Es el caso, en nuestro país, del canónigo Jaime Almera, catedrático de Geología en el Seminario Conciliar de Barcelona, que en 1877 publicara su Cosmología y geología, un manual de Ciencias de la Tierra con un importante contenido paleontológico. Almera pretendía conciliar los más recientes descubrimientos geológicos con la Revelación, y concluía su libro con un epílogo donde trazaba un llamativo paralelo entre el relato bíblico de los siete días de la Creación y los diferentes periodos geológicos de la historia de la Tierra.

Es difícil exagerar, pues, el gran influjo que la historia del Diluvio ha ejercido en Occidente, incluso en dominios alejados de la religión, la literatura o las artes plásticas. Un mito presente en numerosas culturas (como la variante narrada en la epopeya de Gilgameš), pero que en la tradición judeocristiana tiene como protagonistas particulares a Noé y a su Arca, imbuidos de un poder de fascinación comparable al de la misma catástrofe, y que una vez más ejercen su peculiar atractivo desde las páginas de este bellísimo volumen que acaba de publicar Atalanta, Noé en imágenes: arquitecturas de la catástrofe. Su autor, José Joaquín Parra Bañón, es catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla, y autor de ensayos como Pies de foto para arquitecturas descalzas (2021), Arquitectura de la melancolía (2019) o El oído melancólico (2018). Noé en imágenes, su último libro, es un estudio sobre la figura del longevo patriarca, a la vez que un completísimo álbum de imágenes relativas a su aventura con el Arca, espigadas de muy variadas fuentes, perfectamente reproducidas y comentadas. Un texto brillante e inteligente, servido por una prosa muy imaginativa, barroca en el mejor sentido de la palabra, no exenta de ironía, que se modula entre los registros académicos y coloquiales, la nota erudita y la apostilla ingeniosa, con frecuencia humorística. ¡Lo cortés no quita lo valiente! Un estudio ciertamente ameno, donde abundan toda suerte de analogías y comparaciones (no solo con el arte moderno o la arquitectura), muchas veces sorprendentes o incluso arriesgadas. Haciendo de la erudición estilo, Parra Bañón ha sabido alumbrar un texto que está a la altura del sugerente álbum de imágenes que acompaña, presentándonos la vieja figura de Noé y de su Arca bajo una luz nueva.

En el primer apartado de su libro, Definición de Noé, Parra Bañón enfatiza el carácter arquitectónico que se aprecia en muchas de las representaciones del Arca («crisálida de la arquitectura»), a la que considera fruto de la arquitectura civil más que de la ingeniería naval; una casa o refugio antes que un navío, solo apto para flotar como una cabaña arrastrada por la riada. Parra Bañón analiza también las numerosas controversias formales presentes en los textos que aluden al Arca, cuyas conclusiones no siempre fueron compartidas por los artistas. Entre las diversas posibilidades de recreación ―casa, navío o soluciones híbridas―, la predominante parece haber sido la primera, quizás porque la principal preocupación de dibujantes y estudiosos consistiera en conferirle una mayor capacidad al Arca. Lo difícil no era que flotase, sino que pudiera contener un pasaje que resumiera la vida animal sobre la Tierra. De ahí las formas rectilíneas y cuadrangulares de tantas propuestas iconográficas en las que resulta difícil reconocer un navío. Además de analizar minuciosamente las Etimologías de Isidoro de Sevilla o repasar las representaciones de Noé en templos y museos españoles, Parra Bañón nos ofrece ―entre otros análisis interesantes en los que no podré detenerme― un amplio comentario del pasaje bíblico referidos al Diluvio. Los cuatro capítulos del Génesis (6-9) que narran la historia de Noé, no obstante la parca información que contienen, han generado una gran diversidad de figuraciones plásticas, solo comparable ―en opinión de Parra Bañón― a las inspiradas por el Apocalipsis de San Juan. Un símbolo, en suma, que ha sido «construido más por los retratistas que por los novelistas; más por los dibujantes que por los poetas o los exégetas». La imaginación plástica ha rellenado, por así decir, los huecos de una historia más bien esquemática, de tal manera que «no es posible saber nada hermoso sobre Noé ni sobre su casa sin asomarse a la deslumbrante y desasosegada iconografía que ha modelado su figura y ha caracterizado sus hechos». Buena prueba de ello sería el embarque de animales en el Arca, un episodio del que apenas nos aporta detalles el Génesis, pero que muchos ilustradores se han tomado como un reto a su inventiva y habilidades artísticas, recreándolo de muy diversas maneras, en ocasiones, bastante ambiciosas. Algunos, en buena lógica, ni tan siquiera han dejado de incluir animales fabulosos entre el pasaje, como el unicornio o el grifo. ¿Cómo podrían figurar en los bestiarios medievales si no se hubieran salvado del Diluvio?

La segunda y tercera parte del libro corresponden a la exposición y comentario, tanto general como particularizado, del completísimo álbum de imágenes que acompaña a la edición: miniaturas, mosaicos, caligrafías, estampas, xilografías, aguafuertes, temples, óleos… Son casi dos centenares de imágenes pertenecientes a los periodos medieval, renacentista y barroco del arte europeo. No se recogen testimonios posteriores al siglo XVIII (como tampoco esculturas). En esta compleja derrota a través de los siglos, países y técnicas artísticas, Parra Bañón ha trazado un itinerario dividido en doce estaciones: construcción del Arca (o más bien, edificación), embarque, navegación (o más propiamente dicho, flotación), desembarco, sacrificios, embriaguez de Noé, etcétera. Doce amplios camarotes en los que Parra Bañón ha distribuido ordenadamente el abultado pasaje de viñetas que dan vida a su texto. Si en el primer apartado del libro las imágenes servían de complemento al estudio monográfico, ahora sucede justamente lo contrario, aunque tampoco faltan, ni mucho menos, comentarios de índole más general. Para una mejor aproximación a las imágenes, el autor ha dispuesto sus materiales en dos series paralelas. La primera de ellas (Noé en doce escenas) reúne los comentarios generales y particulares de la segunda (Noé en sus escenarios), donde se recoge el porfolio iconográfico. Una primera lectura la haremos, pues, saltando de las explicaciones a las imágenes, conforme avanzamos en las dos series a la vez. Pero también será posible iniciar una segunda lectura más enfocada al simple disfrute visual. Las breves introducciones que acompañan a esta segunda serie, de carácter más general y libre, verdaderas recreaciones literarias, nos servirán, llegado el caso, de bitácora adicional.

En cada una de estas doce etapas en que Parra Bañón ha descompuesto la hazaña de Noé, las diferentes imágenes que las integran también figuran ordenadas según diferentes criterios. Así, en las correspondientes a la construcción del Arca se aprecia una escala creciente de complejidad. De un Noé que trabaja como simple carpintero, ayudado por su familia o incluso en solitario, pasaremos a ver a un maestro de obras investido de las credenciales del arquitecto, que dirige una extensa cuadrilla de obreros especializados, equipado con la vara de medir, planos o incluso una maqueta a escala de su proyecto. Un proceso hacia la verosimilitud que alcanza su cima en las pormenorizadas y complejas recreaciones prismáticas de Athanasius Kircher y Jan Luyken, ya en pleno siglo XVIII. El mayor o menor carácter marinero del Arca, los distintos movimientos del cuervo y la paloma, las actitudes de sus tripulantes, la diferente representación de los ahogados (en ocasiones todavía vivos, nadando o agarrándose al Arca) o el mayor o menor desorden en el desembarco de los animales son algunos de los criterios de clasificación ―entre otros muchos― que le permiten a Parra Bañón marear con brújula por este abigarrado océano de estampas. Una apasionante singladura que culmina con los episodios de la embriaguez y muerte de Noé, y que tendrá su éxplicit bibliográfico, su colofón lírico en el brillante epílogo que cierra el volumen: Jonás en Nínive. Se concluye así un trabajo académico y literario de primer orden, a la altura de la variedad de imágenes y significados que sustentan la historia de Noé. Y es que el mito, en su espesor simbólico, seguramente necesita de este doble asedio, entre erudito e imaginativo, para revelarnos todos sus secretos.


Extractos del libro:

«Pocos son los creadores que aspiran a ser verosímiles en la representación de las escenas bíblicas. Los mitos y las creencias no necesitan la realidad, pues se conforman con su sombra, con su aparición efímera y difusa. La verdad queda arrinconada, por ejemplo, en el ángulo inferior izquierdo, contenida en la forma del hacha con la que desbastan el tronco destinado a suministrar una cuaderna o reducida al anacrónico ropaje que los flamencos hacen vestir a los hijos de Noé. El propósito no es reproducir sino evocar; no informar sino suscitar. Las estampas que biografían a Noé, quien suele carecer de los atributos de la santidad, que no está coronado por la aureola ni por el aro resplandeciente que identifica a quienes son objeto de devoción, están insufladas por el deseo, por un propósito poético que en pocas ocasiones se ve trastornado por la vocación pedagógica.»

«A partir de los trabajos de Kircher, de sus teorías y de los deslumbrantes dibujos que se hicieron bajo su dirección para ilustrar sus postulados, otros desarrollaron hipótesis en el mismo sentido y desde la misma certeza: que el Arca era viable como arquitectura. Como hangar colosal, como almacén titánico, como establo polifémico, como edificio de madera levantado de acuerdo no con las artes de los carpinteros de ribera sino con las técnicas de los constructores de pirámides.»

«Noé no es el patriarca navegante: es el flotante. Noé no es el intrépido capitán del navío. No es el piloto del Arca que levita entre lo superfluo y lo subacuático. Está más próximo a Jonás que a Jasón porque, al igual que el profeta escondido en la bodega del barco y luego aprisionado en el vientre cavernoso del cetáceo, se deja llevar. Carece de voluntad. Él no va a ningún lado porque no tiene adónde ir. El Arca es un torpe, precario, disfuncional vehículo. Su travesía poco tiene que ver con la idea de viaje, de periplo, de aventura marítima. Odiseo no es de su estirpe.»


Noé en imágenes
José Joaquín Parra Bañón
Atalanta, 2022
392 páginas
38,50 €

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Manuel Fernández Labrada es doctor en filología hispánica. Ha colaborado con la Universidad de Granada en el estudio y edición del Teatro completo de Mira de Amescua. Es autor de diversos trabajos de investigación sobre literatura española del Siglo de Oro. Entre sus últimos libros de narrativa publicados figuran: Elrefugio (2014), La mano de nieve (2015), Ciervos en África (Trea, 2018) y Al brillar un relámpago escribimos (Trea, 2022). También escribe en su blog de literatura, Saltus Altus (http://saltusaltus.com).

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