Mirar al retrovisor

TikTok en este mundo traidor

Un artículo de Joan Santacana.

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Yo me borré de TikTok hace un tiempo. Mis motivos eran la irrelevancia de esta plataforma, sin ningún interés para mí. Su objetivo es el de entretener y yo no necesito entretenimientos estúpidos. Sin embargo, ahora, en algunas universidades norteamericanas lo han prohibido en sus campus. También hay iniciativas parlamentarias en Estados Unidos que tienen como objetivo luchar contra esta plataforma. Pero sus motivaciones son distintas: alegan que TikTok pone los datos de sus usuarios directamente en manos de las agencias gubernamentales chinas. Esto, al parecer, es cierto. Con tan poderosos aliados, los agentes chinos pueden saberlo todo de políticos, periodistas, industriales y ciudadanos de Occidente. Por otra parte, esta aplicación tiene una característica maligna, y es que puede transformar en viral cualquier post solo con accionar el mecanismo adecuado.

Creo que todo esto es cierto y estoy convencido del valor estupidizante de esta aplicación, con un tipo de contenidos que en China están prohibidos, ya que la correspondiente aplicación en China es educativa y para la «formación de la ciudadanía». Pero también creo que en todo este follón hay unas motivaciones ocultas: el enfrentamiento chino-norteamericano.

En Estados Unidos hay una gran mayoría de la población que es pacífica, que no desea guerras, que quiere vivir en paz y que detesta inmiscuirse en aventuras bélicas. Es una constante en su historia. Por ello, cuando sus élites políticas o económicas deciden una guerra o una intervención militar exterior, los sucesivos gobiernos norteamericanos han de camuflarla de tal modo que parezca una agresión contra el pueblo americano, o bien una guerra «para la paz», o un conflicto para defender los derechos, la ley y la justicia de los pueblos. Desde 1898, cuando se inició el expansionismo yanqui, con la guerra hispano-norteamericana, siempre que han entrado en alguna guerra ha sido justificándolo como una agresión exterior, real o ficticia. No quiero ahora repasar la larga serie de conflictos armados en la que han participado los norteamericanos, pero una somera mirada a la historia no deja lugar a dudas. Desde la segunda guerra mundial, cualquier acción que discuta su hegemonía mundial halla una respuesta que, a la larga, es militar.

La guerra contra TikTok puede tener este trasfondo y hay que observarla como parte del actual enfrentamiento con una potencia asiática ascendiente que amenaza con superar a la poderosa economía estadounidense. Este comportamiento de las grandes potencias no es exclusivo de Estados Unidos. En 1914, la economía alemana amenazaba con superar a la británica en un plazo de dos años, y el enfrentamiento armado se hizo inevitable con la primera Gran Guerra. También en este caso, la economía no fue la única causa y Gran Bretaña no inició la guerra, pero aprovechó la circunstancia del atentado de Sarajevo para apoyarla, activando el sistema de alianzas militares y pactos secretos. Ayer como hoy, los mecanismos de los conflictos actúan de formas muy similares.

¿Qué me mueve a estos comentarios? Algo muy simple: lo que hace TikTok, espiar, estupidizar y envenenar la opinión pública, otros muchos lo han hecho antes y no ocurrió nada, pero en aquel entonces (y no sé por qué hablo en pasado), los softwares espías actuaban a favor de las agencias militares norteamericanas, y ahora hay una que espía para China.  En todo caso, es dudoso que una prohibición impida que TikTok siga funcionando. Probablemente hay mil fórmulas para seguir manteniendo la aplicación. Es ciertamente basura informática, pero estamos en un mundo en donde, como decía Campoamor, «en este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira».


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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