/ dos reseñas de Ricardo Martínez-Conde /
Varios autores: La Edad Media: una historia gráfica
Ese calificativo de Media, al parecer, siempre le ha sentado —y le sigue sentando— fatal a un período de lo más fecundo y transformador de cuantos le hayan afectado al asentamiento de la especie humana sobre la geografía y la realidad. Es un calificativo que, por su condición intermedia de Banal (ni una cosa ni otra) ha llegado a banalizar el propio sentido y significación históricos.
Se nos da ya a entender al comienzo del libro; eso sí, apoyándose, también desde un principio, en imágenes elaboradas a mano (dibujos) muy expresivas en la idea, y a la vez en un lenguaje deliberadamente elaborado y riguroso para resultar atractivo y didáctico a un tiempo.
Los ejemplos (algunos) que se ponen de manifiesto parecen, desde luego, del todo pertinentes. Aludiendo al período de Carlomagno leemos: «Carlomagno también puso en marcha lo que hoy llaman los historiadores el Renacimiento carolingio, el florecimiento de la actividad intelectual y cultural que se dio en torno a su corte desde finales del siglo VIII hasta principios del siglo IX. Buscó lumbreras por toda Europa y los invitó a quedarse por allí un tiempo para dedicarse a pensar». En los dibujos que acompañan al texto, el poder civil expresa: «Necesitamos al menos un 70% más de erudición», a lo que el representante intelectual (Alcuino, considerado luego el primer ministro de Educación de la historia) responde: «En ese caso, tenemos que crear escuelas». Todo ello, todo esa práctica de gobierno, creó un legado que serviría para que durante siglos se hablase de la centralidad, como germen, de la cultura europea.
Tuvo, es cierto, la Edad Media, episodios de una violencia que, expresada con el lenguaje desnudo y directo de un idioma prístino, que se estaba haciendo, resulta incluso físicamente revelador. A propósito de un episodio sobre el sitio de Jerusalén, leemos en las crónicas: «En las calles de la ciudad se veían montañas de cabezas, manos y pies. Costaba abrirse camino por entre los cadáveres de hombres y caballos». Curiosamente, una prosa didáctica que podría tener un equivalente a las figuraciones en capiteles o como pinturas en las paredes de las iglesias, pues todo debía servir para informar e inducir al conocimiento de la realidad y a una instrucción deliberada de cara a conseguir los fines pretendidos.
La lectura-visión de este libro, al fin, se hace, entonces, como un ejercicio grato y ameno, provechoso y eficaz, razón por la cual podemos aceptar sin reticencias que «esta historia gráfica echa por tierra en buena medida un mito, el de la edad oscura, arrojando luz sobre la relevancia y el interés de la Edad Media (siglos V al XV, a grandes rasgos, con sus distinciones parciales en los períodos conocidos como Alta, el primero, Media y Baja) para el lector de hoy día». Y para ello nos conduce «a través del auge y caída —destinos inscritos en el hombre y su tarea social y política y vital— de imperios, papados, califatos y reinos».
Toda una lección de historia animada, en este caso, gracias al apoyo de losas precisos e intencionados dibujos, para hacernos más entretenida y llevadera la tarea —tantas veces difícil de entender e interpretar— de los avatares que han definido hasta hoy al hombre y su historia. O, lo que es lo mismo: «Nos descubre cómo se establecieron los cimientos del Occidente moderno y cómo la Edad Media influyó en el arte, las prácticas religiosas y el pensamiento». En última instancia, «fue un período de cambios cruciales, de curiosidad, investigación y desarrollo, no tan distinto a nuestro tiempo». Aprendizaje como medida de conocimiento y comprensión.

Varios autores
Pasado y Presente, 2022
192 páginas
28 €
Dacia Maraini: Querido Pier Paolo
Qué intensa carta de amor, tan sinceramente humana, la que esta mujer sensible nos traslada hacia la figura de su ser amado y sentido: Pier Paolo Pasolini.
Para el caso concreto de este prolífico e intenso autor, tan interiorizado respecto de los sentimientos, creo que valdría la pena insistir en aquel rasgo que, de una manera más o menos afortunada, sirvió para definirle no solo como autor, sino también como persona (y así haber perdurado hasta hoy el significado de su figura)
La autora nos ayudará en esta delicada labor con unas líneas de carácter casi ensayístico, y con una precisión extraordinaria: «El crecimiento en la búsqueda del propio placer a través del placer ajeno es posible trazarlo perfectamente partiendo de sus obras Actos impuros, siguiendo con los relatos de Amado mío y llegando, a través de la lectura de sus bellísimas poesías, al implacable Petróleo». Al poco, y valiéndose de las propias palabras del autor, va a ir desgranando una narrativa implacable, esclarecedora y valiente de la figura y obra del escritor de Bolonia, siempre bajo el código expresivo de la personalización: «”Yo le pediré a Dios que me autorice a pecar”’”, escribes en una página de tus Cuadernos rojos, y sigues: “Sería una ingenuidad monstruosa si no fuera tan humana. Estoy cansado de ser tan intocablemente excepción, ex lege: está bien, mi libertad la he encontrado, sé cuál es y dónde está. Lo puedo decir desde la edad de quince años, incluso antes…”».
Y continúa la autora haciendo, de algún modo, casi suyo, el relato explicativo y desgarrador de una personalidad de una gran valentía a la vez que de una vívida intensidad emocional: «Pedías, con una humildad conmovedora la autorización a ser tú mismo, pero ¿a quién se la pedías, Pier Paolo, si Dios era para ti una posibilidad lejana y desconocida?». A continuación, cita unos versos suyos muy concretos: «Y estoy aquí solo como un animal/ Sin nombre, por nada consagrado,/ A nadie perteneciente,/ Libre de una masacrante libertad».
Y vuelve Maraini a su relato identificador, comprensivo, en lo artístico y, sobre todo, lo humano:
«En el fondo, dolorosamente, considerabas culpable a tu eros. El amigo Roberto Pazzi, con su voz sonora, me dijo un día que tú siempre sentiste que tu vocación (entiéndase bien el contenido asumido de tal significación) homosexual era lícita porque en lo más hondo eras más católico que uno que se ha hecho cura.
Pero yo creo que no es así. Creo que —y esta parte es decisiva como definición de amistad y de vinculación ética y estética por parte de Dacia Maraini— como laico, como persona consciente y responsable, tú tenías el temor de herir un cuerpo que todavía carecía de control sexual y por lo tanto era maleable e indefenso. Por eso, porque eras delicado de ánimo y atentísimo de los demás —aquí la autora parece introducir, como acompañamiento, su sentir femenino respecto de lo que es el vínculo emocional— siempre tuviste dudas feroces sobre tu sexualidad orientada hacia los jóvenes cuerpos masculinos y considerabas que esa sexualidad merecía drásticos castigos. Y de este modo, para prevenir los castigos que no llegaban de otras personas, te los imponías tú solo, aunque a veces eras presa de un amago de rebelión como le sucedería a un inocente traicionado. Y —concluye— marcó y distinguió tu amargo y contradictorio carácter».
Ya queda dicho: los apuntes solidarios como una forma de explicar —y de entender, a un tiempo— la condición emocional y estética de su querido Pasolini, llevan a la Maraini a un texto que casi no pareciera tanto literario en sentido lato como ensayístico; ahora bien, resulta subyugante y, sobre todo, como diría el poeta, humano, demasiado humano. Un testimonio magnífico, solidario y veraz.

Dacia Maraini
Galaxia Gutenberg, 2022
160 páginas
19,50 €

Ricardo Martínez realizó los estudios de filosofía y letras en las universidades de La Laguna y Valladolid, concluyendo su carrera universitaria con los estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Su obra como escritor es bilingüe, habiendo publicado tanto en gallego como en castellano. Como ensayista y crítico literario ha colaborado tanto en prensa (La Voz de Galicia, El País) como en revistas especializadas (Clarín, Revista de Occidente). Ha cultivado distintos géneros como autor. En poesía podemos citar: Lento esvaece o tempo (Milladoiro, 1990), Los argumentos de la tarde (A.G., 1991), De cuanto nos es dado (Calima, 2006) y Na terra desluada (Espiral Maior, 2009). Su obra Orballo nas camelias pasa por ser la primera obra de haikus en la literatura gallega. En prosa ha publicado varios libros de aforismos: Debullar (Galaxia, 1996), Cuentas del tiempo (Pre-textos, 2004), Alusión al paisaje (Calima, 2006), Ecos da néboa (Trifolium, 2012). Es autor, asimismo, del libro de relatos La luz en el cristal (Calima, 2011). Ha obtenido el premio Benasque de poesía y diploma de honor en el concurso internacional de relatos breves Jorge Luis Borges y en 1997 le fue otorgado el premio Reimóndez Portela de periodismo. Colabora en prensa y revistas especializadas. Desde el año 2014, la Fundación Jorge Guillén es la depositaria de la obra del autor. Dispone de su propia página web.
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