/ por Pablo Batalla Cueto /
/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 28/2/2023. Borges: «Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿Para qué sirve el sabor del café? ¿Para qué sirve el universo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?».
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Encuentro en mi trabajo con las censuras del siglo XVIII que, en 1774, la RAE censuró un discurso contra Rousseau porque su mala escritura y argumentación errática podían «dar a la temeraria opinión de Rousseau el crédito que suele adquirir un disparate cuando se impugna mal». Importante enseñanza esta: un disparate no se impugna de cualquier manera. Hay que impugnarlo bien.
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Visita España el sindicalista ucraniano Yuri Samoilov, invitado por la CGT. Le pregunta Antonio Maestre por la posición de su sindicato respecto al envío de armas a Ucrania. Responde: «Ayuda mucho, porque es importante para la victoria. Estáis dando pocas. Sin ellas, mis hijos y mi nieto no estarían vivos». Las cosas claras y el chocolate espeso.
Miércoles, 1/3/2023. Dos colegios del Opus en Asturias empiezan a admitir enseñanza mixta y dejan de segregar por sexos para no perder el dinero del concierto educativo con la Administración. Fes marxistas de Groucho: si no financia mis principios, tengo otros.
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Parece que en el siglo XVIII ya había parapoetas apretadores de la tecla Enter. En 1770, veo que se censuró desfavorablemente un poema de Luis Francisco Sánchez de Baena porque al censor no le parecía tal, sino solo «palabras distribuidas en renglones de cierta medida, los más con asonantes y unos pocos con consonantes; no veo otro artificio ni descubro doctrina, invención, pensamientos, ideas, imágenes, ni calidad alguna que las haga dignas de aquel nombre». No nos vendrían mal estos censores en 2023.
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El 15-M denostó mucho a Gaspar Llamazares: muleta del PSOE, esbirro del régimen del 78, estas cosas. Con independencia de que estos críticos se pasaran de virulentos, no digo que les faltara razón. Pero en 2023, sé de gente que fue más quincemayista que una batucada y más de Podemos que decir «centralidad del tablero» que lo va a votar en Oviedo por no votar a Podemos. Lo que son los ciclos.
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Deriva preocupantísima en Israel, donde la entrada de ministros ya abiertamente ultraderechistas en el Gobierno de Netanyahu significa una ofensiva de sabor húngaro contra el Estado de derecho. Se están celebrando manifestaciones multitudinarias en el país a las que acude la izquierda israelí en pleno (tampoco es que sean muchos), pero también sectores de la derecha sionista. La prensa de allá habla incluso de la posibilidad de una guerra civil.
Yo pienso en cómo el fascismo italiano y el nazismo fueron, entre otras cosas, una tentativa brutal de solución a los problemas de cohesión nacional de dos Estados jóvenes, creados hacía apenas tres generaciones, y en cómo, posiblemente, la deriva israelí tenga que ver también con eso. Israel es un país tremendamente fracturado, como revela la última sucesión de repeticiones electorales. A medida que van quedando lejos el entusiasmo fundacional del Estado y la tragedia unificadora de la Shoá, las diferencias internas (orígenes étnicos, grado de religiosidad…) de la comunidad judía, que siempre fueron enormes, van haciéndose más evidentes, más abruptas. Cuando, además, la hostilidad de los países árabes limítrofes ha ido menguando, y hasta se han ido firmando relaciones diplomáticas con algunos de ellos, y deja de haber guerras exteriores que vivifiquen aquel espíritu fundacional y dirijan los ojos y canalicen las iras de la sociedad israelí hacia su exterior, la pulsión guerracivilista y la del cierre autoritario solo podrán aumentar.
Y sí: todo esto es una deriva. Cosas inicuas, Israel las ha hecho siempre, nació haciéndolas, pero para todo hay grados, como los hubo de las peores cosas que dijera e hiciera el nacionalismo romántico alemán del siglo XVIII al Tercer Reich. Sepamos ver el detalle y los matices de las cosas. Lo expresa bien Moriche: «Israel lleva tanto tiempo oscilando entre la democracia imperial y el totalitarismo que casi podría parecer indiferente su definitivo salto al segundo. No lo será, ni para los palestinos, ni para los israelíes que disientan, ni para el resto del mundo». Y «son comprensibles las reservas ante unas protestas que apenas inciden en la ocupación de Palestina y el apartheid contra árabe-israelíes, pero una deriva abiertamente fundamentalista y totalitaria en Israel sería un escenario de pesadilla para todo Oriente Medio y Mediterráneo».
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Leo en Mundo soñado y catástrofe, de Susan Buck-Morss, sobre la historia y los premios del estajanovismo soviético:
«Aleksei Stajanov era un minero de carbón de Donbass que en 1934 rebasó el ritmo de trabajo establecido científicamente al extraer 102 toneladas en un solo turno —catorce veces la parte que le correspondía— rompiendo todos los récords y las normas tayloristas y convirtiéndose en el símbolo de las brigadas de choque de los planes quinquenales de Stalin. Con el tiempo, la mitad de la población activa, mujeres al igual que hombres, se hizo “estajanovista”. Mientras que entre los beneficios prácticos para estos héroes del trabajo se incluía la posibilidad de acceder a un piso, a bienes de consumo y a entradas para el Bolshoi, el mayor honor era conocer a Stalin en persona y, con tal fin, se organizaban de manera periódica congresos. Un intercambio de sonrisas de dicha y un apretón de manos con Stalin aumentaba la grandeza del héroe del trabajo hasta que su propia imagen reflejara la monumentalidad del mismo gran líder».
Hoy —pienso— el premio sería que Stalin te siguiera en Twitter. Y no lo digo como sarcasmo. En los partidos más modernos, la cosa funciona así: se premia a los agitadores digitales más animosos de esa manera. Seguidores famosos, primeros espadas del partido, o no famosos, pero muchos: la consigna, lanzada en los canales de Telegram correspondientes, de «seguid a este compañero». La mecánica de la cosa se ve bien en Podemos. Covadonga Tomé, candidata a las próximas elecciones en Asturias, pero miembro del sector crítico de la formación, tiene solo 459 seguidores en Twitter. Cualquier tuitero anónimo con corazones tricolores en el nick y un timeline con monocultivo de retuits a Echenique y caricaturas injuriosas de Villarejo y Ferreras nunca baja de los mil y pico.
Jueves, 2/3/2023. Germán Huici: «Llegamos tarde para el momentum y pronto para el revival».
Viernes, 3/3/2023. Juan Gamo: «Es desolador (y transversal) el discurso político actual. Una bestia neurótica, agresiva, carente de empatía, incapaz de inhibir, que vive a caballo entre el delirio infantiloide y un pragmatismo psicópata».
Sábado, 4/3/2023. En Madrid pasan ya cosas propias de una distopía randiana. Por ejemplo, la siguiente. Se llega a un acuerdo con Levi’s para insertar su publicidad en las paradas de metro de la línea 1, número al cual se añade un 50 para que formen el «501» de los célebres vaqueros. Y la gente empieza a dudar de en qué línea se encuentra. La colonización publicitaria de todas las cosas conduce a estos absurdos. Pero, como dice Luis Ordóñez, no podrán por esto el grito en el cielo quienes sí lo ponen porque en un cartel de una autopista pueda poner «Gijón/Xixón».
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Un refrán asturiano: «El qu’a llavar gochos se pon, pierde’l tiempu y el xabón».
Domingo, 5/3/2023. Qué agudo esto de Susan Buck-Morss:
«La modernidad industrial en ambas formas, la capitalista y la socialista, creó un entorno hostil para la vida humana, precisamente lo contrario que propugnaba el sueño de la modernidad. En el marco de esta contradicción, el poder prosperó insertándose entre el soñador y el cumplimiento de sus propios sueños, haciendo uso de la energía del primero y sustentándose a través del perpetuo aplazamiento del segundo. En su construcción del deseo, la modernidad industrial ofrece como sustituto para el desarrollo humano la ilusión de la omnipotencia. Bajo el capitalismo su forma es la ilusión consumista de la gratificación instantánea mientras que las necesidades a largo plazo permanecen desatendidas y la seguridad social es tan precaria que el desempleo se siente como una suerte de catástrofe natural. Bajo el estilo soviético de socialismo, la situación se ha invertido: la ilusión es que el estado proporcionará total seguridad (a cambio de una dependencia total), aunque no haya control alguno sobre las satisfacciones inmediatas. Se deja totalmente a la suerte la posibilidad de que mañana se encuentre uno con algo de pan».
Y esto:
«Los mundos soñados no son meramente ilusiones. Insistir que lo que es no es todo lo que hay es una afirmación del espíritu humano y es de inestimable valor político. Los mundos soñados realizan la trascendental afirmación de que el mundo que conocemos desde nuestra infancia no es el único imaginable. Para los intelectuales críticos del Este, la existencia de un Occidente no socialista mantenía el sueño de que podía existir «normalidad» en la vida social. Para sus homólogos de Occidente, la existencia de un Este no capitalista mantenía el sueño de que el sistema capitalista occidental no era la única forma posible de producción moderna. Desde luego, cada uno de nosotros sabía que el otro lado no realizaba nuestras esperanzas de forma perfecta, pero la mera existencia de un sistema diferente era prueba suficiente que nos permitía pensar que el sueño es posible —algo “normal” fuera del propio sistema de uno y que permitía describir la lógica interna del sistema como algo absurdo; otra organización social de la existencia humana que permitía pensar que el estado dado de cosas no era ni natural ni inevitable, por lo que la historia todavía podría preverse como un espacio de libertad humana».
Y esto:
«A falta de razones para convencer al público […], los defensores de la terapia de choque recurrieron al lenguaje del fundamentalismo mercantil, estableciendo categóricamente que “los mercados libres funcionarán”: “por eso la paciencia es fundamental. La severa medicina económica tendrá, en última instancia, el efecto deseado” Se suponía que el público aceptaría esto con fe, sin importar cuál fuera la evidencia empírica existente de lo contrario. “Los habitantes de la Europa anteriormente comunista pueden aguantar las dificultades que ocasionan los principios de estabilización, liberalización y creación de instituciones [de propiedad privada], emergerán al final del mayor de los cambios que ningún gobierno democrático haya podido jamás ocasionar de forma deliberada sobre su propio pueblo, al otro lado del valle de lágrimas, a la luz del sol de la libertad y prosperidad occidentales”.
Esta retórica del consuelo, la doctrina proverbial según la cual “las cosas empeorarán antes de que mejoren”, sería divertida si no se tradujera en una tragedia para tantos seres humanos —divertida porque es una repetición literal de la retórica del estalinismo tardío, cuando, durante la colectivización, se les decía a las masas que hicieran sacrificios en el presente para un tiempo que todavía estaba por venir, que miraran hacia adelante, a la «luz del sol» del futuro, y que trabajaran juntas para “acelerar” la transformación económica—. No solamente vuelve la palabra «choque» en un contexto nuevo, sino que también existe una repetición en la nueva proliferación de acrónimos, los capitalistas FMI, GATT, SPA y BERD, que sustituyen a los anteriormente soviéticos NEP, NOT, NKTP y VSNKh».
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Publica el exministro Jorge Fernández Díaz un artículo titulado «El fin de la guerra vendrá por el ICM». Iluso de mí, cuando me topo el artículo circulando por ahí, y antes de ver quién lo escribe, leído el titular, pienso que eso del ICM es alguna cosa económica; el Índice de Conjunción Monetaria o algo por el estilo. Cuando veo que el autor es Jorge Fernández Díaz, empiezo a temerme lo peor. Pero lo que no hubiera adivinado en cien vidas era que ICM significara «Inmaculado Corazón de María». La columna es inenarrable y merece la cita larga:
«[…] Con una guerra y Rusia en ella, la referencia a Fátima es obligada, se quiera o no reconocer por este Occidente otrora cristiano creyente. En Tuy, el 13 de junio de 1929 Lucía tuvo una importante revelación en la que la Virgen le dijo que, pese al retraso en cumplir la consagración de Rusia pedida por Ella, al final “Mi Inmaculado Corazón triunfará: el Papa me consagrará Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz”. San Juan Pablo II hizo una consagración que obtuvo la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS sin mediar ni un proyectil […] El Papa Francisco consagró Rusia y Ucrania el 25 de marzo de 2021, y es claro que no ha cesado la guerra ni Rusia se ha “convertido”, por lo que el Inmaculado Corazón de María no ha triunfado todavía.
Se plantea en muchas instancias cómo identificar ese triunfo y qué falta a la consagración solicitada. La respuesta se puede interpretar. En cuanto al triunfo del ICM, podría tratarse del final del cisma de la Iglesia Ortodoxa, que data de 1054, volviendo a la plena comunión con la Iglesia Católica. Ello significaría aceptar, entre otros, el dogma de la Inmaculada Concepción de 1854, que sin duda sería el triunfo de su Corazón con todos los cristianos rusos unidos en torno a Él.
En cuanto a lo que falta, está a la espera de la gracia del Cielo que requiere que se divulgue la devoción al ICM por la Iglesia Católica. La Blanca Señora indicó un claro instrumento: el impulso de la práctica de la devoción de los cinco primeros sábados de mes, que está olvidada. Más difícil era que cayeran el Muro y la URSS, y el milagro se consiguió. […] La paz no vendrá por las armas, sino por este medio».
Que este lunático haya sido ministro es para echarse a temblar.
Lunes, 6/3/2023. Entrevistan a Rubén Amón en The Objective y le preguntan por Abascal. Responde: «Si Santiago Abascal estuviera en el Gobierno, yo me iría a vivir a Portugal, por ejemplo. No soy compatible con un modelo social como ese, ni me veo con ganas de ser un activista para enfrentarme al monstruo de la ultraderecha». Al leerlo, me acuerdo de lo que dice siempre Diego Díaz de que debemos hacernos cargo de la paradoja de que la democracia europea debe mucho más a estalinistas que combatieron y se sacrificaron de facto por ella, aunque no creyeran en ella sobre el papel, que a esos liberales sublimes que lo que hicieron fue emigrar y decir «qué mal todo» desde sus refugios seguros. Si fuera por estos chavesnogalistas y por los practicantes del antifascismo interior, el Reich de los mil años, que al final duró doce, duraría cien mil.
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Cuenta Aznar que, la primera vez que lo vio, después de una intervención suya advirtiendo sobre el peligro islámico, se oyó decir a media voz a Margaret Thatcher: «Por fin conozco a un español que se entera de algo». Yo creo que, en realidad, la Dama de Hierro susurró: «¿eso es un bigote o no es un bigote, hijo de la gran puta?», pero José María todavía estaba empezando con el inglés y lo entendió como le dio la gana.
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Mónica García denuncia, leemos, a un reportero de la web del intoxicador Javier Negre que fotografió a sus hijos en la puerta del colegio. O se actúa con suma contundencia contra esta banda de terroristas, y acaban sus panfletos de mierda cerrados y ellos en chirona, o lo lamentaremos.

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
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