Poéticas

Junto al pozo del vivir y el ver

Pedro Luis Menéndez reseña 'Junto al pozo del vivir y el ver', de Charles Reznikoff (1894-1976), un poemario editado por Kriller91 con traducción y prólogo de Jordi Doce.

/ una reseña de Pedro Luis Menéndez /

Charles Reznikoff no fue un poeta al uso. Cuando alguien no lo es, suele ser bastante ignorado por quienes sí lo son. Un tipo oscuro. Un tipo solitario, tal vez, de los que recorren bosques y sendas y miran a su alrededor. Después escriben sobre lo que han visto, o sobre lo que no han podido ver. Sólo que las sendas y los bosques de Reznikoff se concretan en las calles y los paisajes de Nueva York. Un judío neoyorquino tiene una forma especial de ver el mundo. No es un tópico. Aunque quisiera, no podría tener la visión de un italiano o de un irlandés o de un griego.

Mirar Nueva York. Lo hizo Lewis Hine, que describía sus fotografías como fotointerpretaciones. Sus imágenes de la llegada de inmigrantes a la isla de Ellis y de sus condiciones de vida o su colección Men at work nos enseñaron a mirar con los ojos de un sociólogo que, sin embargo, destacaba que el valor artístico era el valor fundamental que guiaba su obra.

Lo hizo Diane Nemerov, que adoptó el apellido de su marido, el también fotógrafo Allan Arbus, y firmó así con el nombre de Diane Arbus. Procedía de una familia judía de origen polaco, dedicada al negocio de la moda. En ese mundo comenzó su carrera como fotógrafa hasta que un día se rompió, por dentro y por fuera, y cambió el glamour por las calles, por los barrios marginales, por los freaks.

Tantos otros lo siguen haciendo cada día, paseantes de NY, esa ciudad que es todas las ciudades, ese espejo, en ocasiones diáfano y en otras brumoso, en el que los poetas urbanos deambulan, encuentran o tropiezan, huyen o se enfrentan a la realidad desbordante de los miles —¿millones?— de vidas humanas que el tiempo y el espacio hace coincidir:

Me quedé petrificado
y otro coche pasó volando:
de no haberme detenido
ahora estaría muerto.
Me giré para ver quién había dado la voz de alarma
por simple humanidad:
era el mendigo,
que siguió su camino antes de que pudiera darle las gracias.  

Charles Reznikoff (Nueva York, 1894-1976), poeta que tanteó también la escritura teatral y la novela, fue un autor de producción considerable que solo alcanzó cierta visibilidad al final de su vida y tras su muerte. Considerado como uno de los iniciadores del movimiento objetivista —aunque a él no le agradara el término—, autoeditó o publicó en editoriales pequeñas la mayor parte de su obra. Aparece ahora en edición bilingüe su libro Junto al pozo del vivir y el ver, editado por Kriller71, con prólogo y traducción de Jordi Doce, quien, como acostumbra, va más allá de un prólogo de compromiso para ofrecernos un acercamiento al autor en un estudio breve pero iluminador tanto de su vida como de su obra:

A veces, al cruzar una calle,
una manada de coches viene a toda velocidad hacia mí.
Pero, por supuesto, me va bastante mejor
que al viajero del bosque —hace mucho—
a quien persigue una manada de lobos.  

A los paseantes urbanos o no, los andarines, los andariegos, nos gusta pasar desapercibidos, camuflarnos en esa identidad neutra que recorre calles, se detiene en parques o plazas y contempla durante muchas horas —¿años?—, porque tal vez algún día de esa contemplación pueda nacer la mirada que también tal vez pueda convertirse en verso, y este en poema. Contempladores desde el silencio interior que se enfrenta al ruido, que lo pausa para aislar lo que queda tras él, sin buscar en ello mayor trascendencia, conformado en ese mirar en que se convierte la propia vida.  

Charles Reznikoff nunca perdió el impulso creativo y escribió sin que aparentara preocuparle demasiado la repercusión de su obra. Puede que escritor de raza, si queremos aplicarle el tópico, o puede que sencillamente alguien que no quiso o no pudo detener su escritura, llegara esta a quien llegara:                 

No debes suponer
que todos los que viven en la Quinta Avenida
son felices: he oído a las gaviotas chillar
desde el depósito de agua de Central Park.

Como afirma Jordi Doce,

«el libro en su conjunto traza un viaje desde una brevedad en cierto modo impersonal, en la que el ojo se dedica a captar segmentos de realidad (no sin tomar partido, desde luego, solo que el juicio está inscrito en el ángulo mismo de visión, en la elección de este y no aquel segmento), hasta una escritura más prolija y narrativa, a veces con desarrollos extensos, que se corresponde con la exploración de un territorio íntimo, familiar, en el que asoma un yo que, apoyándose en su identidad judía y en su condición de hijo de inmigrantes, sondea o ilumina los márgenes del sueño americano (esos mismos márgenes, por cierto, donde suele acumularse la basura)».

Con sinceridad no oculto que Reznikoff era para mí casi un completo desconocido, si dejamos al margen la lectura de algún que otro poema suelto, como los que el mismo Jordi Doce recoge en su magnífico Libro de los otros (Trea, 2018), una de mis lecturas constantes de cabecera desde su aparición. De este modo, acercarse con cierta hondura a su obra en este Junto al pozo del vivir y el ver se presenta como una oportunidad fundamental para conocer mejor una más de las vertientes de la poesía norteamericana del siglo XX, tan rica en tantos de sus aspectos. Puede que Reznikoff no deje de ser lectura para poetas, para lectores (o debería decir «lectoras») que escudriñan los rincones de la creación literaria, aquellos a los que no llegan quienes se conforman con los poetas de relumbrón. No sería mala cosa. Con seguridad, tal circunstancia agradaría a Charles Reznikoff:                 

En mi sueño,
muerto hacía tiempo, estaba de pie
delante de una puerta abierta;
la cabeza alta, seguro de sí mismo,
con el aspecto que solía tener
cuando emprendía un viaje de negocios.
Y, de hecho, se había puesto el sombrero y el abrigo
y sostenía un maletín.
En aquel momento lo quise tanto
como cuando era niño,
y le llamé, «¡Tío, tío!».
Pero estaba yéndose
y no me hizo caso.
A través de la puerta abierta pude vislumbrar otras habitaciones
con puertas abiertas
que llevaban a otras habitaciones
todas con las puertas abiertas.


Junto al pozo del vivir y el ver
Charles Reznikoff
Jordi Doce (trad. y pról.)
Kriller71, 2023
260 páginas
17,90 €

Pedro Luis Menéndez (Gijón [Asturias], 1958) es licenciado en filología hispánica y profesor. Cofundador de la histórica colección de poesía Aeda en 1978, ha publicado los poemarios Horas sobre el río (1978), Escritura del sacrificio (1983), «Pasión del laberinto» en Libro del bosque (1984), «Navegación indemne» en Poesía en Asturias 2 (1984), Canto de los sacerdotes de Noega (1985), «La conciencia del fuego» en TetrAgonía (1986). En 2018 retoma una actividad literaria más continuada que se inicia con el libro de prosas cortas Postales desde el balcón. Recientemente ha dado a la luz en Trea el libro de poemas La vida menguante (2019), el poema-libro Ciudad varada (2020) en los cuadernos Heracles y nosotros, y Cantos (1979-2022), este último una recopilación de sus poemas extensos. Ha obtenido hace unos meses el premio José Luis Hidalgo de poesía con su libro La madriguera (2023). Desde 2017 colabora de modo asiduo en El Cuaderno y mantiene una sección semanal sobre poesía y cuentos en el programa La buena tarde de la Radio del Principado de Asturias.

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