/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
La verdad es que dicho así queda la mar de bien y, si acudimos al sentido que se le da al término en la mayoría de las universidades del mundo, lo cierto es que sería el reconocimiento a una vida profesional dedicada a la investigación y la docencia, con logros relevantes en el campo específico del candidato. En este sentido, ser profesor emérito es una de las mayores dignidades a las que, al final de su vida profesional, puede aspirar un profesor.
No obstante, lo antedicho no puede aplicarse en lo absoluto a la mayoría de las universidades españolas. El enrarecido ambiente cainita de nuestro país, exacerbado en el caso de las instituciones académicas, no favorece el reconocimiento y sí la envidia y el revanchismo. Así las cosas, no es de extrañar que las universidades andaluzas hayan dejado en manos de una comisión asesora externa la evaluación de los candidatos. Por otra parte, en universidades como la de Valencia, la norma implica la votación secreta de los candidatos por parte de los miembros del consejo de su departamento y, posteriormente, la votación en el consejo de gobierno de la Universidad. En esta última instancia es de destacar que se priorizará el desempeño de cargos de representación, el género de los candidatos y el número de solicitantes por departamento. Como ven, poco parece importar el currículum y de ninguna manera se valoran sus logros profesionales. Además, en el caso de la votación secreta por parte de la junta de gobierno, no se considera de ninguna manera la presentación de las contribuciones de los candidatos, por lo que no queda la menor duda de que la propuesta de profesores eméritos se deja al albur de las amistades o enemistades que el candidato haya cosechado a lo largo de su carrera profesional y no al reconocimiento nacional e internacional de sus méritos.
Como verán, ser profesor emérito en España está lejos de lo que prometía el término y hace que muchos candidatos sean despachados con inquina por sus compañeros, como recientemente ha sucedido en la Universidad de Valencia con dos profesores del área de toxicología, que se cuentan entre los investigadores más productivos en esta área. Como me dijera el profesor Francisco Tomás, que fuera rector de esta Universidad, presentar la solicitud es algo que expone al candidato al voto negativo y secreto de colegas con un currículum marcadamente inferior al suyo; por lo que, como él mismo recomendaba, había que armarse de paciencia para solicitarlo. A pesar de ello, las normas están para cumplirlas y la iniciativa del proceso queda en manos del candidato que de esta manera se enfrenta a una nueva oposición en su carrera profesional sin que en este caso cuenten para nada sus publicaciones, tesis dirigidas, conferencias invitadas ni reconocimientos internacionales y su aceptación quede en manos de sus colegas sin que se valoren otros méritos que los de su género y la ostentación de cargos de representación, que fueron compensados económicamente en su día y supusieron una reducción de su carga docente y, en muchos casos, una merma de su actividad investigadora. En resumen, siguiendo las pautas anteriores, la consideración de profesor emérito queda vaciada de su motivación original y reducida al albur de un par de votaciones, dando lugar, en muchos casos, a una actividad docente marginal y a la continuidad de una actividad investigadora que nadie evalúa. No se extrañen, por lo tanto, de que algunos profesores eméritos prefieran mantener el grado académico que obtuvieron por oposición que reconocer el supuesto mérito de haber superado dos votaciones a ciegas en las que no se tenía en cuenta su actividad profesional.
Como siempre, confío en que esta columna, lejos de ser interpretada como una crítica institucional, sirva para que quienes tienen responsabilidades normativas en la materia, adopten las medidas pertinentes para devolver a la figura de profesor emérito la dignidad que se le supone.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
Creo que para pasar por el trance de ser nombrado profesor Emérito debería exigirse a los aspirantes leer y asimilar el tratado “De la firmeza del sabio”, de Séneca.
No es que abogue por el estoicismo, pero ante determinadas situaciones es aconsejable prepararse moralmente.
Enhorabuena, profesor Emérito.