Entrevistas

Entrevista a Antonio Orejudo

Antonio Orejudo, entrevistado por Javier Aparicio Maydeu, abre hoy jueves la nueva temporada del Ciclo Palabra en el Centro Niemeyer de Avilés.

Antonio Orejudo será entrevistado por Javier Aparicio Maydeu esta tarde en el Centro Internacional Niemeyer de Avilés, acto que abrirá una nueva temporada del ciclo “Palabra” coordinado por Javier Garcia Rodruigez. 

Vicente Luis Mora mantiene un breve encuentro con el autor para dar cuenta de alguno de los temas que se abordarán en el auditorio del Niemeyer a partir de las 20:00 horas.


«A veces, los lectores advierten influencias de libros que no he leído. Pero eso es lo de menos. Esa influencia se produce, los haya leído yo o no»

/ Redacción /

Vicente Luis Mora.— Hace poco se cumplieron los veinte años de Fabulosas narraciones por historias, prácticamente a la vez de la aparición de tu último libro, Los Cinco y yo. ¿Qué ha cambiado en este tiempo en el fabulador? ¿Han sido más profundos los cambios en el prosista o en la persona?

Antonio Orejudo.— Ha habido una pérdida de ingenuidad y de entusiasmo, de frescura en definitiva, tanto en el narrador como en la persona. Nada anormal: le pasa a todo el mundo a medida que cumple años. En mi caso, este escepticismo creciente que siento por la institución literaria se ha visto abonado por unas circunstancias históricas peculiares. La decisión de ser escritor la tomé cuando la literatura desempeñaba en el mundo un papel que ya no tiene y que probablemente no recuperará jamás.

V. L. M.— En cierta ocasión dijiste en una entrevista para Cuadernos Hispanoamericanos que “La palabra historia en español designa tanto el relato de hechos verdaderos como el relato de hechos falsos”. Tu última novela, Los Cinco y yo, camina un poco en la senda de Un momento de descanso (2011), la de la denominada por los teóricos “autoficción fantástica”, donde aparecen algunos elementos reales de la vida del autor, rápidamente desmontados o contradichos por elementos inverosímiles (la sumisión a experimentos médicos por dinero, el éxito como bróker inversor, etc.). ¿Es esa indistinción etimológica de la palabra historia uno de tus estímulos para escribir?

A. O.— Déjame, antes de contestar, que haga una precisión al enunciado de tu pregunta. Esos “elementos inverosímiles” que supuestamente desmontan los “elementos reales” no son tan evidentes. O no lo son para todo el mundo. Mi madre, por ejemplo, no tuvo ninguna duda de que yo sí había sido conejillo de indias en Estados Unidos, y se llevó un disgusto la mujer. Una de las preguntas más frecuentes que me han hecho durante la promoción de Los Cinco y yo es si realmente entiendo de inversiones financieras. Es más: si estas dos novelas se leyeran en China el mes que viene; o se leyeran en España, pero dentro de cinco siglos, la distinción entre “elementos reales” y “elementos inverosímiles” habría desaparecido completamente. Unos elementos y otros se habrían disuelto en el agua del texto. Lo que quiero decir es que esa mezcla de la que hablas sólo la percibe una parte muy pequeña de los lectores: los lectores que me conocen personalmente y que tienen una relación de amistad conmigo. La gran mayoría no distingue —no puede hacerlo porque no me conoce— entre unos hechos y otros. Dicho lo cual, añado: sí, cuando escribo, no me olvido de que lo que hoy leemos como “primeras novelas” eran en realidad libros de Historia o, mejor dicho, falsificaciones de la Historia. Eso sin contar la Historia Sagrada, que es una inmensa y formidable novela.

V. L. M.— Se te ha comparado con escritores tan distintos e irreconciliables entre sí que corres el riesgo de que te llamen incomparable. ¿Te incomodan los parangones con otros autores?

A. O.— No me incomoda. Es la esencia de la literatura. Nada nace de la nada. Todos somos platos recalentados que se cocinaron antes. A veces, los lectores advierten influencias de libros que no he leído. Pero eso es lo de menos. Esa influencia se produce, los haya leído yo o no. La influencia no se produce en la escritura, claro; se produce en la lectura. Pero los efectos son los mismos. Es evidente que la poesía de Quevedo, como decía Francisco Rico, está muy influida por la de César Vallejo.

V. L. M.— Tu último libro está encontrado buena acogida entre los lectores (ha salido la 5ª edición, si no estoy mal informado). ¿Contradice esto tu tradicional pesimismo respecto a la caída de los índices de lectura, o crees que tu caso se trata sólo de una excepción?

A. O.— Pese al fulgor de las ediciones, se venden menos libros. Fernando Aramburu lleva un año vendiendo Patria. Pero no ha llegado a 500.000 ejemplares. Hace diez años un fenómeno editorial como este habría alcanzado el millón.  En diez años, medio millón de lectores se ha quedo en el camino. Sigo pensando que el futuro de la institución literaria es muy parecido al de la institución filatélica. Doy clases en la Universidad y tengo contacto con las generaciones que se supone deberían reemplazarnos como lectores. Y no lo veo. No lo veo para nada.

V. L. M.— Tu agenda es un continuo trasiego de viajes, incluyendo este año alguno largo por Hispanoamérica. ¿No has sentido en algún momento la tentación o las ganas de escribir algo dentro de ese género de viajes, o alguna crónica larga?

A. O.— Los desplazamientos que yo hago no son viajes. Si alguna vez conviviera durante un año con una tribu de la selva brasileña, alimentándome de insectos y plantas, entonces sí, seguramente sentiría deseo de escribir sobre esa experiencia. Pero los desplazamientos en avión a una ciudad que viene a ser como la tuya, a un hotel que viene a ser como cualquier hotel, y con una agenda que en nada se distingue de lo que haces en tu barrio no me estimulan mucho. Ni siquiera tengo Instagram.

V. L. M.— Tus libros tardan una media de cuatro años en aparecer, lo que denota una sana paciencia en el hacer y cocer de las novelas, frente a la angustia editora que parece acuciar a otros narradores de fábula anual o bianual. ¿Tienes ya alguna idea o esqueje de lo que será la novela de Orejudo de 2021?

A. O.— Algo se cuece, pero es mejor no formularlo todavía, dejar que siga en estado gaseoso. Lo que sí puedo decirte es que voy a recoger y reunir en un volumen unas cuantas piezas breves que tengo dispersas por ahí. Cada una de ellas irá precedida de una especie de Making of/Así se hizo: dónde estaba yo, por qué escribí eso, cómo y para qué, y qué me dijeron los que lo leyeron entonces. Algo parecido a lo que hacían los cantantes de mi época en los conciertos de antes: “Esta canción que voy a cantar a continuación la escribí durante un trayecto de metro, bla, bla, bla…”. Se titulará Grandes Éxitos.


 

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