El implacable narcisismo de Virginie Despentes
/ por José de María Romero Barea /
La coautora de esta crónica del desasosiego intuye y experimenta las elecciones de su alter ego, Vernon Subutex, el cual, embrujado por su propio misticismo, se presenta a sí mismo como, a pesar de todo, vulnerable a los encantos de los apóstoles posmodernos de la incertidumbre: “Tener poder es no perder la sonrisa cuando alguien más poderoso que tú te parte las costillas. En lo más alto (…) no hay nadie para escucharte si quieres quejarte”. La crisis de mediana edad transforma al desempleado titular en un cínico secular, un egoísta cuya auto absorción lo lleva a descuidar lo que le rodea.
Cuando muere su único apoyo financiero, el músico y confidente Alexandre Bleach, Subutex cede al agujero de la ausencia de esperanza, desesperado como está por llenarlo de alguna manera. El resto del libro es su intento de aceptar esa pérdida. Poco a poco, la realidad abandona al egocéntrico y burlón protagonista. Se despliega entonces una historia de desencanto inmersa en las acrobacias intelectuales de la descreencia: “Desde Zadig & Voltaire, la pobreza ha perdido su aura poética – cuando durante décadas había servido para validar al auténtico artista, el que prefería no vender su alma. Hoy en día es muerte a los vencidos”. Ningún episodio piadoso logra cambiar a nuestro antihéroe; no hay vuelta atrás a su cínico yo anterior.
Lo que siguen son los esfuerzos de los supervivientes por lidiar con el legado de Bleach: el guionista Xavier se enfrenta a su propio vacío de ilusiones, aunque de un tipo diferente al de Vernon: no logra encontrarse a sí mismo (“siempre ha odiado la compasión (…) prefiere matar a un hombre que compadecerlo”); Patrice es un maltratador, de bordes ásperos, con una certeza misteriosa e impredecible: “De las élites dirigentes, ninguna parece tomar conciencia de que es urgente dar marcha atrás (…) lo único que les preocupa es lanzarse hacia lo peor, lo más deprisa posible”; La Hiena es una investigadora lesbiana a golpe de clic en las redes sociales.
Por todo ello, la novela Vernon Subutex (Random House, 2016) no es fácil de categorizar: se mueve entre la ficción, la biografía, la autobiografía y la Historia. No en vano, su autora, Virginie Despentes (Nancy, 1969), además de novelista, es cineasta, guionista, ensayista y crítica literaria; una sensualista, en definitiva, que gusta de sentir en carne propia lo que describe: “Cuando se hace el silencio, [a Vernon] le sorprende seguir vivo (…) Necesita algo de tiempo para darse cuenta de que la sensación de extrañeza tiene más que ver con el silencio que con el espacio en sí”. Subutex supone un intento de ponerse en la piel del exdependiente de la mítica tienda de discos Revolver, y experimentar, mientras lo imagina, su descenso a los infiernos.
Rechaza la francesa la narración del statu quo, al mismo tiempo que sus personajes tratan de hacer estallar el pensamiento único, dominante, atado a las reglas, encarnado en la austera e inmisericorde Europa. Se centra la novelista de Perras sabias (1998) en su visión de la actualidad como un constructo secular y corrupto: “[Vernon] no está triste, ni desesperado. Es otro estado de ánimo, que no conoce. Un ruido blanco”. Esta idea de que la modernidad pagana ha superado la posmodernidad politeísta parece una fantasía diseñada para alimentar nuestro anhelo de un golpe de estado espiritual, que solo el monoteísmo puede proporcionar.
Es la de Despentes una visión muy siglo XXI, en el cual una religión calcificada y reglamentada redunda en la representación androcéntrica de un mundo donde las mujeres encuentran su camino ya sea como virtuosas vírgenes, esposas o cuerpos en películas pornográficas. La erudita de Teoría King Kong (2007) es consciente de que el sueño de la personalidad autoral engendra aspectos monstruosos, por lo que nos muestra una combinación blanca y masculina de la vanidad, el preciosismo y la pomposidad. Pero también hay una cálida generosidad hacia esa voz, un sincero deseo de comprender sin juzgar.
Lo que nos sorprende, en definitiva, no es la novelización desmitificadora. No la sexualización intermitente de la historia. Tampoco el uso de los métodos literarios favoritos de la crítica para atacar a la literatura misma. El verdadero escándalo de este libro es su implacable narcisismo. Solo alguien con el ego descomunal de Virginie Despentes podía reinventar la historia de lo que llevamos de siglo como una parábola de su propia existencia (y, de paso, la nuestra). Alertado queda el lector que se acerque a este libro complejo, intelectual pero convincente, ingenioso a base de humano, dolorosamente autocrítico.
Virginie Despentes: coito ininterrumpido
El segundo volumen es puro engaño. Te hace esperar una cosa y te ofrece otra. Rompe sus propias reglas de consistencia y verosimilitud. Se supone que trata del declive y la caída de un tipo cuarentón, el propietario de Revolver, una tienda de discos, pero en realidad va de la devaluación de la vida por la inminencia de la muerte. Por todo lo anterior una experiencia adictiva. A nivel estructural, los mejores pasajes son los que tratan sobre lo que se siente al vivir en una sociedad cuyas tecnologías no pueden sostenerla. Al igual que su creación, las preocupaciones de su autora son radicalmente contemporáneas; más que cualquier otra escritora francesa de su generación, denuncia la falsedad de nuestra condición posmoderna.
“[Para Vernon] las nubes tienen sonido, el aire contra su piel es más suave que una tela, la noche tiene olor, la ciudad le habla y él descifra su murmullo, que asciende y lo engloba, él deja que lo cubra y flota”. En la segunda entrega de Vernon Subutex, el protagonista homónimo sigue dominando la acción. A pesar de sus tendencias solipsistas, su inarticulación, su grotesco comportamiento, Vernon sigue mostrándose como un ser eminentemente humano. Sobrehumano. Las simpatías de su creadora, Virginie Despentes, parecen comprometidas con las del antihéroe de su saga: el pub sombrío, las calles congestionadas (como salidas de una de las pesadillas más salvajes de Philip K. Dick), los dormitorios de los diversos amantes o el refugio en el parque donde sobrevive. Los lugares desolados, en definitiva, de una fétida París, donde la acción transcurre.
Se suceden los ecos de la primera entrega, conscientes de sí mismos, las referencias literarias y musicales, la pobreza y la riqueza, el contraste entre lo que se desmorona y lo que renace, la vitalidad alarmante de unos personajes con feroz instinto de supervivencia: “Por más que aseguremos que no creemos en nada, [sostiene La Hiena], siempre acabamos admirando que la distribución del caos sea impecable. Como si un escriba borracho, en un rincón, lo hubiera confabulado meses atrás”. Es en su evocación de los olores y los sabores de la depresión, en su recreación de la textura de lo sórdido, en su preocupación por los horrores de esa guerra global llamada globalización, que el libro nos atrapa. El malestar de la autora de Fóllame (1998) ante la naturaleza determinista de su fábula jamás se traiciona a sí mismo. Despentes afirma, jamás explica. Nunca se refugia en el dispositivo ficticio para renegar de la responsabilidad de su autoría. Jamás se esconde detrás del escritor como personaje.
Traza la novela la trayectoria del viaje de sus antihéroes, junto al siglo en que viven, hacia la aniquilación: “[Sélim] ha amado Francia con locura. Su sistema educativo, sus calles limpias, su red ferroviaria, su ortografía imposible (…) pero a su alrededor los franceses ya no viven en la Francia que le encantó. Sufren”. Hay observaciones sobre el envejecimiento, moderadas por un juego que a veces parece emitir sus propias y criticadas pretensiones. Se nos invita a acompañar a Subutex y compañía no solo a través de los múltiples escenarios donde transcurre la acción, sino a través de las letrinas de la trama, para descubrir la verdad de la muerte de Alex Bleach mediante la horrorizada comprensión de sus protagonistas, los autómatas, las marionetas bohemias a merced de la música de los 90.
La narradora de Teoría King Kong (2007) nos somete a un frenesí de lujuria ficticia, una suerte de coito ininterrumpido de la narración, donde las voces de los distintos alter ego son un vehículo para la inquieta y tenaz indagación acerca de las numerosas cuestiones morales e históricas, todas ellas sin resolver: “Antoine tenía diez años cuando Marilyn entró en sus vidas. Hasta entonces la familia se había ajustado al protocolo clásico: los esposos, los hijos, una amante fija, varias putas y orgías discretas. Pero cuando la esposa había cumplido ya los cuarenta, el padre decidió perpetuar otra tradición: la dejó por una más joven”. Medias frases espasmódicas y preguntas retóricas hegemónicas se transforman en algo vasto, amorfo y aleatorio, una narrativa que no impide que el flujo y el caos de los acontecimientos evoquen patrones, coincidencias e ironías.
Lo dicho: puro truco. De principio a fin, una burla deliciosa a cargo de unos sinvergüenzas sin causa. Una meditación sobre el final de nuestra civilización que resulta ser solo una (otra) metáfora acerca de la escritura: “Para las madres de competición [sostiene Marie-Ange] la cesárea es el parto de las inútiles. La maternidad no es lo que imaginaba. Creía que las madres se apoyaban entre ellas (…) pero dar a luz es solo coger tu billete para poder entrar al césped. No te garantiza la medalla”. Emilie, el guionista Xavier, casado y con un hijo, Pamela Kant y Vodka Satana, ex estrellas porno, la periodista Lydia Bazooka: personajes vibrantes y coloridos; lo ordinario fusionado con lo grotesco; una saga vívida. Despentes, obsesionada con el acto de escribir. O no escribir. Con muchas otras cosas también: armas nucleares, desastres ecológicos, sexo, amor y muerte.
Vernon Subutex es una novela de ideas sobre nuestro mundo post-Einsteiniano, donde conviven episodios lumpen (y salvajemente divertidos) con descripciones líricas de un infierno barroco. Fragmentos en flashback: infidelidades, sentimientos no expresados, lealtades perversas. Cicatrices físicas y psicológicas, relaciones de poder subyacentes, sutileza descriptiva y un astuto manejo del tiempo. Es posible leer las novelas de la serie como despachos de una guerra en curso contra la muerte. Estoy seguro de que muchos lectores, como yo, compartirán su preocupación (si no el pánico) por la velocidad de este siglo XXI y los cambios que produce; estas misivas, aunque rara vez reconfortantes, resultan invariablemente pertinentes. Originales. Hilarantes.
Vernon Subutex 1
Virginie Despentes
Traducción de Noemí Sobregués
Literatura Random House, 2018
352 páginas; 21,90 €
Vernon Subutex 2
Virginie Despentes
Traducción de Noemí Sobregués
Literatura Random House, 2017
336 páginas; 21,90 €
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