Estudios literarios

El odio a la poesía

José de María Romero Barea reseña 'El odio a la poesía', un ensayo en el que Ben Lerner desentraña las claves de la suspicacia generalizada hacia la poesía y trata a la vez de encontrarle una función y un sentido en el mundo actual.

Ben Lerner: espacio para lo genuino

/por José de María Romero Barea/

Ben Lerner (1971- ).

«Habito en la posibilidad», decía Emily Dickinson; y de la poesía, Czesław Miłosz afirmaba que era «un hogar más justo que la prosa» y «el único refugio contra la nada». La poesía es tal vez la única práctica sin sentido que nos protege contra la falta de sentido: por el placer que nos aporta su lectura; por la riqueza de sus imágenes y su imaginación; por la sensualidad de las palabras, que nos permite engendrar nuevas ideas. Un poema aumenta, en definitiva, nuestro deleite de estar en el mundo.

Y, sin embargo, «a mí también me desagrada», confiesa Marianne Moore en su composición de 1935 Poesía, verso del que se hace eco Ben Lerner (Kansas [Estados Unidos], 1979) al comienzo de su ensayo El odio a la poesía: «¿Qué clase de arte asume la aversión de su audiencia? ¿Y qué clase de artista se hace cómplice de esa aversión?». Wallace Stevens promulgaba que la lírica debía «resistirse a la inteligencia, casi con éxito»; por eso es raramente explícita. Quiere que descubramos lo que sentimos por nosotros mismos, sin incurrir en simplificaciones. Pero escribir ripios, ¿no es una práctica irresponsable? ¿No se toman los poetas demasiadas licencias (poéticas)? ¿No los expulsó Platón de su República?

«Al leerla, sin embargo, con el más completo desdén hacia ella,/ uno descubre que, a fin de cuentas, en ella hay un espacio para lo genuino», continúa Moore. Por eso Lerner se aplica a explorar en su exégesis las diversas formas en que el fenómeno lírico preocupa y decepciona a aquellos que han certificado, con demasiada frecuencia, su defunción. «El poema tiene que incluirme», afirma el autor de 10:04 (2014); «tiene que reconocerme y ser reconocible, tan reconocible que yo sea capaz de recordarlo sin haberlo visto nunca, como el rostro de Dios».

El arte (dijo Picasso) es la mentira que nos hace comprender la verdad. «Sólo es posible componer poemas que, leídos con un perfecto desdén, dejan un hueco para el Poema genuino que nunca aparece», enuncia Lerner. Por definición, las certezas de un soneto son calladas. Son afirmaciones del sentimiento, justicias de la imaginación. Al igual que sus responsabilidades, el vate ha de ser «fiel a su propia sensibilidad» (Seamus Heaney). No en vano, el sabor «genuino» del don poético se funda «en el sentimiento genuino» (T. S. Eliot).

Tal vez esperamos demasiado de un poema, sostiene el narrador de Leaving the Atocha Station (2011): por eso lo odiamos. Le pedimos demasiadas cosas: que nos despierte a la acción política. Que nos haga oír la música de las esferas. Que nos haga olvidar las exigencias y servidumbres de nuestro mundo. «Su utilidad depende de su falta de utilidad práctica», concluye. Lejos de la perfección del éxtasis, la poesía hace que nada suceda (de hacer caso a W. H. Auden). Su verdad, sin embargo, nos fortalece. Promulga la concentración no sólo del poeta, sino del lector que, a través de ella, se concentra.

Marina Tsvetáyeva propugnaba una lectura de «complicidad con el proceso creativo». Leer un haiku es ampliar nuestra comprensión de nosotros mismos, así como del mundo que habitamos. En una época obsesionada con la apariencia, apenas unos versos nos permiten atisbar la esencia y experimentarla con nuevos ojos. La paradoja de El odio es que nos induce al deseo de poesía a base de asumir su rechazo. Al anular la actitud de desapego, activamos nuestro compromiso, algo que, concluye Lerner, «podría llegar a parecerse al amor».


El odio a la poesía
Ben Lerner
Alpha Decay, 2017
96 páginas
17,90€


José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia), Le Monde Diplomatique, La Vanguardia (Revista de Letras), Claves de Razón Práctica, Ábaco, Quaderni Iberoamericani, Quimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.

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