Avelino Fierro (Chozas de Arriba, León, 1956) abandona temporalmente Querido diario, un paraguas editorial bajo el que se han atechado sus cartas de viernes por la tarde, escritos con los que nos acerca una manera de ver el mundo, también de leerlo y, sobre todo, de hacer un poco más llevadera la existencia. Tres libros, Una habitación en Europa, Ciudad de Sombra y La vida a medias, todos publicados por la editorial Eolas, agrupan los textos escritos desde 2010 a 2016. Ahora ha puesto punto y aparte a esta crónica existencial, tras 125 entregas que han visto la luz en los dos últimos años, buena parte de ellas en EL CUADERNO. Dice Fierro que está un poco cansado, pero confiesa que sigue «llenando las hojas de una libreta con palabras: no sé lo que saldrá de ahí, si una novela, un ensayo, un poema desmesurado…». También escribe unos apuntes en prosa, a los que ha puesto el título de Calendario y que encuentran acogida atopadiza en esta revista. Aquí van las dos primeras entregas.
CALENDARIO (1)
Siempre es febrero
/por Avelino Fierro/
Ahora quiero contar aquí cuatro cosas de este día que va pasando, de esta mañana clara, y parece que inocente, de febrero. De esta mañana de poco aire, con paseantes y hombres y mujeres con bufanda que caminan con los ojos abiertos, entre este lamento de la historia –que dura ya tanto, qué derrota sin sentido– y la esperanza de que pase al fin algo. Siempre es abril o está a punto de serlo, escribe el poeta; no, así no, es siempre como hoy, febrero. Arisco e inclemente un poco, sin blusa de seda ni cabellos azules que sujeta con un lazo encendido. Cuánto mejor es engancharse a los ojos bajo cubierto en esta sala de espera de vacunaciones, de niños de goma, rosas y patosos, y madres que huelen todavía a leche agria y migas de pan. Y Libertad, que lee sus apuntes de inglés, que levanta a veces la vista y enciende en esta esquina rescoldos de luces. Yo no sé si es cobarde –o tristeza– pensar en estar aquí todo el tiempo, con enfermeras de bata blanca y grageas azules y rojas, muñecos para los más pequeños, llantos y berrinches. Porque en este lugar la historia, ya digo, husmea un poco, araña con sus zarpas las hojas de la puerta de entrada de cristal, da la vuelta al ambulatorio, pero pasa al fin de largo, se detiene sólo un coágulo, que no gira ni miente. Si luego compro unos zapatos en el centro y al llegar a la oficina me chistan los laborales y me entregan un libro que viene de Travessera de Gracia, 47, nada menos, y el cielo se inclina, vuelvo a saber otra vez que hoy es febrero. Y que hay que seguir tentando con los brazos estirados, enhebrando pasos en el laberinto, con los ojos cerrados, como un ciego. Poco más puedo decir, que llega el mediodía y al cruzar el puente veo la nieve. Y otra vez me entran ganas no sé si de llorar o de hablar mucho o escribir. O decir como el poeta que ahora leo, voy a contar la historia de mi vida en un abecedario ceniciento.
CALENDARIO (2)
Mantos de escarcha
/por Avelino Fierro/
También ahora tú estás restregándote los ojos entumecidos por la noche, levantando sin ruido la persiana y preguntando un poco por ti misma, toc toc, a ver quién de verdad eres en esta mañana de niebla. Este sábado nueve de febrero. No puedo ayudarte, sólo tengo en el cuenco de mis manos unos granos de silencio. Y tanto tiempo extendido por encima de esta mesa que siempre ha sido como una ciudad con sus calles del centro y vaguadas y sus barrios pobres, con sus torres de libros. Y este manuscrito de dos años, un bebé de muchas horas, que ahora llevaré a la estafeta escondido en un sobre verde de burbujas. Y Dios dirá; no volveré la cara en la despedida, no quiero sentir más. Como no siente la ciudad, con sus casas sin rasguños entre el algodón de la niebla. Y que ahora dejo atrás; entro en los campos. Está el runrún del motor y esta música, elegía que te oprime el pecho y te rodea como una corona de espinas, como un cilicio. El paisaje está difuminado; algo así será —pienso ahora— ese limbo que le dicen de los justos. ¿Y si por casualidad acabara ahí, en el peor de los casos, mi libro, no bautizado y lleno de ternura, engordado con días y días de desvelo, lleno de esperanzas, no como esos viejos almanaques que se mustian lamidos por el tiempo? Siguen y siguen esparcidas sobre el mundo estas sábanas de bruma. Sólo una cuña de luz deja ver a lo lejos la nieve golpeada por un rayo en la cumbre del Teleno. Sementeras pardas, espino albar, ateridos y mustios maizales, tapiales ya sin sangre, santos caminos hacia el perdón antiguo. Quiero también nombrar el hielo en las charcas, cardos de barba blanca que mece el viento, espadañas como caprichos en la llanura desvaídas como un cuadro de Galano, parejas dispersas de grajas… y este aire sin peso. No puedo más a veces; y nada digo cuando las palabras se me ocultan vagando en el cielo de la boca al arreciar los recuerdos en estos páramos de la niñez, como espectros o salteadores de caminos. Porque tú y yo estaremos de acuerdo en que sobre todo en invierno los años que pasan y pasan dejan mantos de escarcha fría y lánguida sobre los hombros y el pelo, y puede que en el corazón y sus ventrículos.
Avelino Fierro (Chozas de Arriba [León], 1956), licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y fiscal de Menores de León, es escritor de diarios, poemas, dibujante y coleccionista de libros. Sus textos diarísticos han visto la luz en tres volúmenes: Una habitación en Europa (2010-2012), Ciudad de sombra (2013-2014) y La vida a medias (2015-2016), todos ellos publicados por la editorial Eolas.
0 comments on “Calendario (1 y 2)”