De rerum natura
Si yo fuera Loreto Sesma
/por Pedro Luis Menéndez/
Aviso para navegantes: este artículo es sólo una forma de establecer un diálogo desde el afecto —sin ninguna ironía— con las y los poetas jóvenes de España.
Si yo fuera Loreto Sesma, resulta probable que mi comportamiento social y mi actitud ante el reconocimiento se parecieran bastante a los suyos, porque también tuve veintidós años y una vida por delante. O tal vez no. Hay cosas que es imposible saber y nuestro único modo de acercamiento a ellas se produce a través de una intuición que tantas veces nos engaña. Aunque así sea, si yo fuera Loreto Sesma, intentaría utilizar mi intuición para discernir lo más posible algunos asuntos importantes.
Si yo fuera Loreto Sesma y, a esa edad, hubiera tenido la oportunidad de publicar cinco libros tras cierto éxito alcanzado por mi canal de YouTube y de haberme convertido en una especie de influencer literario, me pararía un poco y leería a Horacio, muy en especial su Ars Poetica, en la que nos recomienda disfrutar de la lectura de los griegos, nos advierte sobre lo seria y lo difícil que es la escritura y de paso añade algún que otro consejo a los poetas jóvenes. Horacio es uno de mis abuelos y, si yo fuera Loreto Sesma, intentaría que se convirtiera en uno de mis bisabuelos.
Si yo fuera Loreto Sesma y hubiera sido reconocido con algún premio literario de renombre, podría resultarme útil saber cómo funcionan los amaños y las trampas de una gran parte del mercado que se mueve en torno a esos premios, y cómo más de un David ha perecido a manos de los Goliat que lo dominan casi todo. Si yo fuera Loreto Sesma, en el momento de recoger el premio, podría también sacar provecho de la anécdota que relata Juan Echanove cuando, a punto de recibir la Concha de Plata del Festival de San Sebastián, se encontró con Robert Mitchum: «Estábamos entre cajas los dos, a él le daban el Premio de Honor y —vodka en mano— me dijo: “Remember, you are not the best, you are only the winner”. Y se bebió de un trago más de la mitad del vaso».
Si yo fuera Loreto Sesma, preguntaría a mis mayores quién fue Poli Díaz, porque quizás conozca la historia de Maradona pero no la de Poli Díaz, y se trata de una historia que cualquier joven lanzado al estrellato debiera conocer: el Potro de Vallecas, peso ligero, 8 veces campeón de Europa, 7 de España, 44 victorias en 47 combates profesionales, amigos millonarios que se lo rifaban, él mismo millonario, y después, como tituló LaSexta hace unos meses, «Del cielo al infierno», un juguete roto. Si yo fuera Loreto Sesma, miraría con mucho cuidado quiénes son mis amigos y quiénes sólo lo parecen, sabedor de que el día en que todo se acabe, sólo quedarán los primeros.
Si yo fuera Loreto Sesma, del mismo modo ocuparía algún tiempo en repasar la vida de Rosa —sí, Rosa de España, la de OT— aquella chica con una voz prodigiosa que algunos que otros malnacidos utilizaron para enriquecerse y luego tirarla en la cuneta, con ese cuajo de quien tira un desperdicio o una basura mientras corre en busca de otra voz prodigiosa para quemar en unos años o en unos meses. Otra muñeca rota. Si yo fuera Loreto Sesma, escribiría una pequeña lista (no tan pequeña) con los nombres de las muñecas rotas por la industria musical en los últimos tiempos. Y pensaría sobre ello.
Si yo fuera Loreto Sesma, no me preocuparía la calidad de mis metáforas, sino que buscaría lectores auténticos que me pudieran decir ante estos versos:
Ojalá no me dejaras ir como haces siempre,
porque va a llegar septiembre,
y tal y como venga el frío
te darás cuenta de que no fue mío
lo que acabó esto para siempre.
Esto no lo publiques, es pueril, está vacío, no vale nada. Y después:
Vengo de una rutina de silencios,
de miedos tintineantes…
Quédate con esta imagen que es buena y desarróllala, tira todo lo demás. Y que me lo dijeran desde el corazón y no desde el interés (del tipo que sea). Si yo fuera Loreto Sesma, buscaría mi Ezra Pound particular, aquel que, en lugar de bendecir la versión de La tierra baldía que le envió Eliot, se la devolvió acribillada de correcciones y de versos eliminados, hasta dejarla en la versión que conocemos hoy.
Si yo fuera Loreto Sesma, leería mucho, no dejaría de leer ni un solo día y escribiría poco, muy poco, por decir algo en una proporción de 10 a 1, o mejor de 100 a 1, o aún mejor de 1000 a 1; leería cuantos poetas cayeran en mis manos, a ellas y a ellos de cualquier edad, de cualquier condición, de cualquier tiempo. Si yo fuera Loreto Sesma, no dejaría nunca de escribir si la escritura me persigue cada noche, y volvería a Rilke y me empaparía de la claridad con que se dirigió a Franz Xaver Kappus:
Una obra de arte es buena cuando nace de la necesidad. Ese aspecto de su origen es el único criterio válido para juzgarla, no hay ningún otro. Por eso no sé darle otro consejo que este: entre a usted mismo y explore las profundidades de su vida. Ahí encontrará la respuesta cuando se pregunte si para usted es necesario crear. Acepte esa respuesta tal como le llegue. Sin tratar de buscarle sutiles interpretaciones. Tal vez está usted llamado a ser poeta. Cargue entonces con su destino: cargue con su peso y su grandeza, sin preocuparse de las recompensas externas. El creador debe ser un mundo en sí, y debe encontrarlo todo dentro de sí y de la naturaleza, a la que está unido.
Pedro Luis Menéndez (Gijón [Asturias], 1958) es licenciado en filología hispánica y profesor. Ha publicado los poemarios Horas sobre el río (1978), Escritura del sacrificio (1983), «Pasión del laberinto» en Libro del bosque (1984), «Navegación indemne» en Poesía en Asturias 2 (1984), Canto de los sacerdotes de Noega (1985), «La conciencia del fuego» en TetrAgonía (1986), Cuatro Cantos (2016) y la novela Más allá hay dragones (2016). Recientemente acaba de publicar en una edición no venal Postales desde el balcón (2018).
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