Sonetos a Iniesta
/ por Javier García Rodríguez y Pedro Conde Parrado /
11 de julio de 2010. Johanesburgo. En el minuto 116 del partido, a punto de terminar la segunda parte de una prórroga que parecía abocada a la “lotería de los penaltis”, Andrés Iniesta anotaba el gol que convertía a la selección española en campeona del mundo de fútbol. Pocos días después, convocábamos a amigos y amigas poetas (culés, merengues, colchoneros, chés, otras variedades de hinchas y no alineados), para formar una selección que homenajeara con un soneto, forma poética tan clásica y actual como será siempre este genial futbolista. Aquella antología nunca se publicó. Se ofrece hoy en El Cuaderno como muestra de admiración a un Andrés Iniesta que acaba de anunciar que pone el pie en el estribo de la despedida.
Los sonetos son inéditos. Se hace referencia al último libro publicado por cada autor.
Juan Bonilla
[Poemas pequeñoburgueses (Renacimiento, 2016), Biblioteca en llamas (Renacimiento, 2016)]
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Navas corre la banda, y el balón
lo deja a pies de un Torres malherido
que viendo que se acaba ya el partido
lo centra al área, porque la ocasión
la pinta Fábregas. En un solo segundo
vislumbra Cesc que se avecina fiesta;
se la pasa botando a Andrés Iniesta:
golazo y campeones ya del mundo.
El holandés errante ha naufragado.
Jugó zafia partida… y ¡Jarque-Mate!
Es medianoche, pero la concreta
lumbre de la alegría ya ha estallado,
alzando al cielo con aquel remate
el rojo sol de nuestra camiseta.
Luis Alberto de Cuenca
[Cuaderno de vacaciones (Visor, Premio Nacional de Poesía, 2015)]
A Andrés Iniesta
(El de la selección,
que no el del Barça)
Tienes a Fuentealbilla alborotada
y a España entera para ti dispuesta
como una novia ante el altar, ¡oh Iniesta,
paladín del balón y la patada!
Marcaste el gol del triunfo. ¡Qué trastada
para los holandeses y qué apuesta
de futuro para esta descompuesta
tierra española, tan desvertebrada!
Saludo tu honradez e inteligencia
en este tiempo de impudor idiota
que se revuelca en lodos de indecencia.
En ti saludo al inmortal patriota
que con su gol contuvo la violencia
de quienes quieren una España rota.
Mario Cuenca Sandoval
[El don de la fiebre (Seix Barral, 2018)]
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A Andrés Iniesta
Desmarcarse, ofrecerse, andar con ojo:
coloso en miniatura, Sancho altivo,
alado y terrenal blancor furtivo,
imprudente deidad, sensato arrojo.
Vivir de la ocasión y su despojo.
Ladrón de flashes, soberano esquivo.
Levantar un retablo fugitivo
donde quepa un clamor blaugrana y rojo.
Apedrear un muro de titanes.
Desgajar la naranja de un zarpazo.
Sembrar la vid entre los tulipanes.
Prender fuego a la vida en un chispazo.
Saber que el grito en un suspiro cabe.
Esto es un gol, quien lo probó lo sabe.
Javier Fernández
[Canal (Hiperión, XXIII Premio de Poesía Ciudad de Córdoba, 2015)]
—
Desfila el paladín arrebatado,
presume enfebrecido su tormento,
debajo, los cojones, tegumento,
el propio gallardete de un astado.
Fragante vertedero, e inflamado,
que expele vomitando el excremento,
rebosa el orificio linimento,
jarabe palpitante, penetrado.
Desfila vehemente el carnicero,
sangriento cabecilla de la fiesta,
vencido y machacado el agujero,
arena travestida de floresta,
marchito y agostado el caballero,
la verga desarmada antes inhiesta.
Vicente Gallego
[Cantó un pájaro (Antología esencial), Fondo de Cultura Económica, 2016]
—
Soneto para celebrar el puro arte
futbolero español, que ya era hora,
y a Iniesta como maestro consumado
Habiéndonos pegado el holandés
vikingo con las tretas del Oriente,
se probó que el karate, habiendo enfrente
señores que reparten con los pies
un arte menos bronco y más al bies,
no vale ni valdrá contra la gente
que sabe con balón, como es prudente,
hacer de lo valiente lo cortés.
No hubieran los penaltis sido justos,
y allí aparece Iniesta, ideas fieras,
buscándoles el culo y los disgustos
a once bustos de mármol con denteras
ante aquel zapatazo, que de adustos
verdugos hizo abuelas plañideras.
Sara Herrera Peralta
[Provocatio, (Baile del Sol, 2017)]
—
De cómo Iniesta convenció a todos mis playmóbil®
para dejarme sola e irse a Brunete
Una añora los juegos infantiles
corriendo los pasillos de la casa:
el playmóbil® más vil siempre fracasa
ante el débil en terrenos muy hostiles.
Ni la tele, ni el fútbol, ni desfiles,
porque sí: mi afición siempre fue escasa…
y al final de un partido un día pasa
que te hace un medio-centro que asimiles
que tras ver aquel gol, de alivio y oro,
ya todos tus playmóbil® ser quisieran
futbolistas de plástico, y que a coro
marchasen a Brunete y aprendieran
a hacer buenos regates y en tal foro
soñar con mil mundiales que vinieran.
Raquel Lanseros
[Esta momentánea eternidad. Poesía reunida (2005 – 2016), Visor, 2016]
—
Nuevo cantar de gesta
Aún sangran derribados en el fondo
del canal de la Mancha los navíos
de la Armada Invencible. Voto a bríos
que el mar de Trafalgar aún duele hondo.
Perder años después nuestro Macondo:
íntima Cuba asilo de mis tíos,
cuyo sudor regó los desvaríos
de un criminal oligarquismo orondo.
Cuatro siglos seguidos de sangría
borrados por Iniesta en un instante:
rugió unísona España de alegría
cuando aguijaste el cuero hacia adelante.
Píndaro quiero ser en este día
y cantar tu bravura de gigante.
Aurora Luque
[Los limones absortos. Poemas mediterráneos (Fundación Málaga, 2016)]
—
De Tebas a Soweto
Se encaminaba Píndaro a Lesotho
en pos de un epinicio al Futbolista.
Sonó la vuvuzela colorista
y se arregló –milagro– un sueño roto.
Era Circe la novia del piloto
de aquella expedición: si periodista,
inspiraba a Casillas como artista.
Y era un pulpo el oráculo (y la Loto).
Ya no importó la crisis ni la ETA:
Iniesta, cefalópodo divino,
cerebro en peroné, muchacho fino,
Iniesta pies ligeros en la meta.
La cabeza en los pies: es el secreto
tanto del fútbol como del soneto.
Carlos Marzal
[Los pobres desgraciados hijos de perra (Tusquets, 2011)]
—
Mételes, virgo, goles
Mételes, virgo, goles. La cosa está muy perra.
Si no te mata el dengue, lo hará la hipertensión.
La disfunción eréctil te dejará capón
y humillará tus épicos apetitos de guerra.
A toda leche el tempus fúgit. Bajo la tierra
se pudren, con Manrique, infantes de Aragón,
reyes, poetas, papas. Aprende la lección:
quien se atraca de vida es el que nunca yerra.
Abibi, tú que puedes, gambetea a tu modo.
Ponte ciego de champions, de birras y de titis.
En noventa minutos rodarás por el lodo.
Que san Andrés Iniesta te guarde de hepatitis.
Mételes, pibe, duro: en eso estriba todo.
Pronto estaremos secos, como dos nefertitis.
Vicente Luis Mora
[Fred Cabeza de Vaca (XXVIII Premio Torrente Ballester), Sexto Piso, 2017]
—
Soneto inéstico
El único problema es que es culé.
Por lo demás, su toque habilidoso
y el esperar sereno y virtuoso
convierten su control en un claqué.
Deriva sobre el césped con el plano
de otra ciudad, como un situacionista;
se deja subyugar por el artista
que duerme en él. Sin pies, con cuatro manos
jamás fue tan extenso el medio centro,
convertido por él en las afueras.
Nunca el portero imaginó que dentro
del rectángulo hubiese tanta esfera.
Relativos convierte espacio y tiempo
Iniesta, mientras templa y acelera.
Jacinto Ceico
[Último libro de poemas: Dédalo (en prensa)]
—
Soneto de amor y a Andrés Iniesta
Yo debería, Iniesta, coronarte
en los escuetos sones de un soneto
y callar debería este secreto:
venciome aquel penar inacabable.
Me fui, sí, de la plaza con mi amante
sin diazepán y en gran desasosiego:
salime al campo, de tu campo ajeno,
y en un almo reposo así su talle.
Te hacías tú inmortal mientras mis labios
buscaban en sus labios la manera
de serenar mi sangre, roja al cabo:
la ciudad toda, el cielo y las esferas
en una voz el beso aquel cantaron
y un dios dinamitaba las estrellas.
José María Quevedo
[Último libro de poemas: El buscón de espaldas (aforismos balompédicos)]
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Al heroico alférez Don Andrés de la Hiniesta
en la batalla de Johanesburgo
La suerte echada estaba y ni aun tirando
de buido estilete o corvo alfanje
habrían esos pérfidos de Orange
dejado a nuestras huestes sollozando.
Tenaz la disciplina, orondo el mando,
pelea con honor roja falange
y encaja bajos golpes en mal canje.
Injusta, la Fortuna duda el bando.
Veloz se va la hora. El terco empate
aboca a desenlace poco honroso
que pende del antojo de la suerte…
Y en esto Iniesta ve claro el remate:
se cuela entre sus líneas sigiloso
y clava en Flandes un rejón de muerte.
Paul Novenois
[No ha publicado ningún libro de poemas. Es periodista de France Football de padre francés y madre española. El soneto aquí incluido es inédito]
—
Oh, tú, perito en lunas con lunares,
del regate geómetra ingenioso,
ingeniero del túnel deshonroso,
albañil de paredes triangulares.
Golífico alquimista que los bares
transformas en estadio jubiloso,
si mago del amago prodigioso
te zafas de unas piernas tajamares.
Tú sales a danzar, no a dar patadas:
un pase de tus pies es pasedoble
y un giro de tu talle la protesta
de once cinturas tristes y frustradas.
Merece tu arte título de noble:
Gran Marqués de la Finta, Andrés Iniesta.
Julián Mirlino
[Último libro de poemas: Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha]
—
Iniesta, surtidor de asombro y sueño,
que acongoja rivales cuando lanza;
chaval que a ser estrella más que alcanza,
vanidoso de nada, todo empeño.
Esencia trae en tarro, aunque pequeño.
De muy cabal torero la templanza.
En su ser de manchego albaceteño,
más tiene de Quijote que de Panza.
Preciso apresa el pase, lo controla,
meciéndolo en su empeine ya dispuesto
a tornar tantos nervios en euforia.
Cuando cruza la cal la incierta bola,
nada importa en el mundo: él corre presto
a abrazarse ya exhausto con la gloria.
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