Crónicas ausetanas
El periodismo del miedo
/por Xavier Tornafoch/
Hace unos días estaba mirando el boletín informativo de una cadena privada de televisión de mucha audiencia. De repente, me sorprendió comprobar que la totalidad de las noticias que abrían el noticiario eran malas, muy malas y generaban miedo. La manera en que se presentaban las noticias era, además, escandalosa y amarillista. Me sorprendió no haber atinado antes a esta manera tan tramposa de presentar la realidad ni haber dedicado siquiera cinco minutos a pensar por qué las sociedades occidentales están enfermas de miedo cuando las seguridades que poseen son infinitamente superiores a las de cualquier sociedad del sur y mucho mejores que las que incluso habían poseído históricamente.
Al cabo de pocas horas, me topé con una entrevista radiofónica a Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, poeta y académico granadino, que disertaba sobre esta manera de presentar la realidad y la bautizó con un término que juzgué genial: el periodismo del miedo. El escritor presentaba su obra Las palabras rotas: el desconsuelo de la democracia. Habló sobre su obra reciente y reflexionó sobre el miedo, que él sitúa en el centro de la vida actual, impregnándolo todo: la política, la economía, las relaciones humanas. Algunas de sus afirmaciones, tomadas de su libro, son espeluznantes, pero quién se atrevería a decir que no se corresponden con la realidad: «Desayunamos con cadáveres que infectan el refugio de lo privado». Quizás podríamos ir un poco más allá y etiquetar no sólo al periodismo sino a toda la sociedad: la sociedad del miedo. De hecho, en eso se ocupa el director del Instituto Cervantes; en desenmascarar a una sociedad dominada por el temor. Las opiniones de García Montero van en la línea de las de otro intelectual español, Joaquín Estefanía, que en su La economía del miedo hace hincapié en las derivadas económicas de esos terrores, que sirven al poder para tomar decisiones que acaban deteriorando los modos de vida de las clases populares. Ambos subrayan las características propias de los miedos más contemporáneos, que a diferencia de los pasados ya no pasan prioritariamente por terribles dictaduras asesinas sino por lo que Estefanía conceptualiza como los fabricantes de miedo, estrechamente vinculados a grandes medios de comunicación, que más que información ofrecen propaganda las veinticuatro horas del día a través de plataformas que operan desde Internet en varios idiomas y en todo el planeta. Estas fábricas de miedo se han convertido en armas de desinformación masiva que lo mismo sirven para derrocar gobiernos que para iniciar guerras o justificar recortes sociales. Son instrumentos muy poderosos que están en las manos invisibles del mercado, que es la fórmula que los ricos han inventado para que sus políticas se acaben imponiendo y, lo más maravilloso de todo, generen consenso hasta en aquellos sectores que las van a sufrir.
De esto último tenemos un ejemplo valiosísimo en Brasil, donde el reciente derrocamiento de una presidenta legítima, el encarcelamiento injusto de un expresidente y la llegada al poder de un ultraderechista demofóbico como Jair Bolsonaro han sido contados y justificados con total naturalidad por los medios de comunicación, sin que ninguno de ellos tuviera el más mínimo escrúpulo. En una de las comparecencias públicas que hizo Lula da Silva, el expresidente brasileño ahora privado de libertad, poco antes de entrar en prisión, le preguntaron qué es lo que más lamentaba de su situación. Lula respondió que había sido un gran obstáculo que su partido-movimiento, el Partido de los Trabajadores, no tuviera ningún gran medio de comunicación a su favor, insistiendo en que, si eso hubiera sucedido, es decir, si hubiera tenido el respaldo de medios afines o al menos de prensa independiente que contara la verdad, él no hubiera entrado en la cárcel. Así pues, y volviendo al principio, este periodismo del miedo necesita abrir sus noticiarios con muertes, violaciones, robos y toda suerte de maldades para así moldear una opinión pública convenientemente adaptada a futuras decisiones políticas que van a coartar la libertad de la ciudadanía y sus derechos y muy probablemente también su nivel de vida y sus condiciones de trabajo.
Podríamos pensar que no existe alternativa a esta manera de explicar la realidad, de informar. Incluso podríamos caer en el desánimo y el pesimismo. Sin embargo, García Montero acabó su entrevista citando a Machado y reivindicando la bondad y la vida, dos cosas que el periodismo del miedo oculta tenazmente, no vaya a ser que haya una generación que le de por vivir a su aire, disfrutando, aprendiendo y compartiendo. Quizás sería lo más revolucionario y justamente esto es lo que los adalides del capitalismo informacional que nos domina deben evitar a toda costa. Está bien que gente como Luis García Montero o como Joaquín Estefanía nos lo vayan recordando.
Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.
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