Mirar al retrovisor
La Europa de Trump y la de Himmler
/por Joan Santacana/
Europa siempre ha fluctuado entre dos opciones: la de crear un espacio libre entre sus países, unificando leyes, moneda, y acción política exterior, y la idea contraria de escindir el territorio en múltiples mini-Estados. En el último siglo y después de dos guerras terribles, se impuso la idea de crear una Europa Unida, que ahora parece estar siendo puesta en duda por muchos europeos. Incluso el presidente norteamericano Donald Trump parece acariciar esta idea, auspiciando todas las iniciativas que contribuyan a la debilidad de la idea europea. Pero para los europeos, este pensamiento no es nuevo. Mucho antes que él, acarició la idea Heinrich Himmler. Naturalmente, para triturar Europa era necesario destruir los grandes Estados europeos que podían rivalizar con Alemania y uno de ellos era Francia. Cuenta Kersten, el masajista del Reichsführer de las SS, que en marzo de 1943 Himmler le comentó la intención de Hitler de crear el Estado Libre de Burgundia, es decir, resucitar la vieja Borgoña. El nuevo Estado abarcaría Artois, Henegau, Luxemburgo, la antigua Lotaringia francesa, el Franco Condado, el Delfinado, la Provenza, la Picardía y la región de Champaña, además de la propia Borgoña: seria un Estado que enlazaría el canal de la Mancha con el mar Mediterráneo. La capital iba a ser Reims, o quizás Dijon. Crear este estado libre era una prioridad para el Tercer Reich una vez hubieran ganado la guerra. Hitler, según Himmler, quería que fuera un Estado bilingüe, franco-alemán, y habían diseñado todo el organigrama administrativo. Tendrían moneda propia, sellos de correo propios, leyes propias, normas propias, y sus fuerzas armadas seguirían el modelo alemán. Querían hacer de Borgoña un Estado modelo para toda Europa; iba a ser el prototipo.
Naturalmente, esta propuesta tenia como objetivo destruir Francia y fragmentarla. Hitler consideraba que entre los restos de lo que quedara de Francia —a la que llamarían Galia— y la Gran Alemania era necesario interponer un Estado títere. No tenían claro si a España le darían parte del territorio francés; no está claro lo que querían hacer con España los nazis una vez la guerra hubiera terminado. Hitler tenia una mala opinión de Franco, al que consideraba torpe, mezquino y militarmente estúpido.
Otros territorios europeos deberían ser modificados según Himmler: así, Suecia era un país demasiado grande y era necesario trocearlo también, de tal modo que una parte del país iba a entregarse a Finlandia, etcétera. Para la cúpula dirigente del Tercer Reich, ningún Estado de la nueva Europa nacionalsocialista debía tener grandes dimensiones. Se trataba se satelizar Europa en torno a Alemania. En el caso de que fuera necesario unificar a Europa bajo la bandera del Tercer Reich, la nueva Europa Unida renacería después de fragmentar los estados nacionales anteriores, fruto de los siglos XVIII y XIX.
Cuando a finales de los años cuarenta del siglo pasado, todavía calientes las cenizas de la guerra que había destruido el viejo continente, una serie de personas concibió la idea de un continente unido, en el cual no fuera posible otra guerra, se intuía un mundo europeo sin fronteras interiores, con una sola moneda, con libre circulación de personas y bienes, pacifico y democrático. Sería la unidad de todos los pueblos de Europa lo que le daría fortaleza y solidez al continente. ¿Lo consiguieron? Quizás a medias, pero hoy la idea se agrieta, parece que sucumbe. ¿Quienes empujan hoy hacia este camino? ¿Por qué razón algunas grandes potencias, como los Estados Unidos de hoy, ponen obstáculos a esta idea? Ciertamente hoy estamos ante una bifurcación de caminos y cabe esperar que acertemos en la elección. ¿Unidos o separados?
Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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