Crónicas ausetanas

Educar, ¿para qué?

Un artículo de Xavier Tornafoch sobre la importancia de una educación que enseñe a ser críticos con la realidad, a pensar en otras formas de vivir y de aplicar las tecnologías, a interrogarse muy a fondo sobre las implicaciones morales que hay detrás de muchas de las cosas que se nos presentan como avanzadas o modernas y, en general, a cooperar antes que a competir.

Crónicas ausetanas

Educar, ¿para qué?

/por Xavier Tornafoch/

Hace unos meses acudí con mis alumnos a una de esas charlas motivacionales que se han puesto de moda. Estábamos en un teatro lleno de jóvenes y en el escenario un tipo con aires de estrella de rock intentaba convencer a los allí presentes de que el futuro ya estaba aquí, y que nos teníamos que adaptar a él.  Nos pasó un powerpoint, como no podía ser de otra manera, con infinidad de datos y fotografías para advertirnos de que las cosas estaban cambiando. El tono era optimista, casi ilusionado. Tendríamos la suerte de vivir en un mundo nuevo, y el ponente repitió varias veces que los jóvenes debían prepararse para ese futuro. Finalmente aseguró, entre risas, que no teníamos ni idea del tipo de puestos de trabajo que se darán en ese futuro que ya está aquí.

Mientras volvíamos al centro, vi a uno de mis alumnos caminar cabizbajo, como si estuviera preocupado. Le pregunté qué le pasaba y me dijo, muy serio: «Pero, profe…, ¿cómo nos vamos a preparar para unos trabajos que no existen ni sabemos como serán?». Antes de responder, pensé unos instantes, porque me pilló desprevenido su comentario. Al final, le dije algo que se supone que un profesor no debe nunca decir a sus alumnos: «No lo sé». Afortunadamente para mi integridad docente, el muchacho no fue más allá. Me hubiera puesto en serios aprietos y me hubiera obligado a interrogarme muy seriamente sobre el sentido de lo que el mundo educativo está haciendo y con qué objetivos; algo que voy hacer, muy brevemente, a continuación.

En primer lugar, esas charlas de motivación —de las que puedo hablar con conocimiento de causa ahora que ya he asistido a unas cuantas— pretenden que los chavales acepten alegremente la mercantilización de la educación, que se está imponiendo de forma despiadada, y que les afecta en una doble dirección: primeramente, robándoles la posibilidad de acceder a una educación crítica que cuestione el estado de las cosas y los prepare para transformarlas; después, intentando convencerles de que la precariedad es, en realidad, emprendimiento. En segundo lugar, la educación, por lo menos en nuestro país, vive en una serie de encrucijadas que poca gente se atreve, ya no a solucionar, sino tan sólo a pensar. Por hablar de uno de esos retos, sabiendo que hay muchos más, es difícil saber cómo afrontar el uso de las nuevas tecnologías en el aula. En general, se piensa que son instrumentos útiles, pero cómo regularlas para que no se pierda la esencia de lo que se debe hacer y con qué objetivo, eso pocos lo saben.

He asistido a un montón de cursos de formación en nuevas tecnologías. Todos me parecieron interesantes, pero llegados al punto actual en que la tecnología forma parte de la vida cotidiana del alumnado, y de la nuestra, no tengo claro si eso es lo que los alumnos esperan de la escuela y, más importante aún, si la escuela debe ofrecerles eso. Recuerdo perfectamente la época en que se promocionó el uso del ordenador portátil en el aula como el gran paso adelante hacia la modernidad pedagógica Hoy en día, más de un profesor preferiría no trabajar con esos aparatos, porque dificultan el proceso de aprendizaje. Lo mismo el teléfono móvil y los grupos de WhatsApp, que a menudo más que para comunicar sirven para distraer o más directamente para pelear, lo mismo a estudiantes que a padres y madres. Finalmente, la política, es decir, los que gobiernan los ministerios y consejerías del ámbito educativo, debería mirar el largo plazo, y no lo hace.

Cada nuevo gobierno promueve una nueva ley de educación; y, aunque no se me ocurrirá decir que todas van en la misma dirección, porque no es cierto, sí que hay que constatar que siempren tropiezan todas con la misma piedra: la falta de inversión y de convicción para aplicarla. Mejorar la educación también es una cuestión de recursos: sin ellos, los muchachos estudian en barracones y no tienen profesor sustituto si el titular se pone enfermo. Además, las leyes de educación en este país no se han hecho desde el consenso social, sobre todo porque para la los sectores más conservadores es un dogma de fe que la educación pública es mala, o cómo mínimo sospechosa, y que, como en el franquismo, quien debe educar a la infancia y a la juventud es la Iglesia: de ahí los generosos conciertos para la escuela concertada, que depende casi en su totalidad de entidades religiosas. En cualquier caso, pocas normativas en materia de educación pueden desarrollarse en un sentido progresista, básicamente porque cuando la derecha llega al poder en España se encarga de modificarlas o desvirtuarlas, siempre en favor de determinados intereses.

Tengo la sensación que el debate público sobre la educación en este país se circunscribe a unos cuantos temas: la lengua en que estudian los alumnos, la promoción de la excelencia, las necesidades del mercado laboral y el fracaso escolar. Ante estos debates, siempre se esgrimen estadísticas tramposas con ínfulas de objetividad, la más celebrada de todas ellas los famosos informes PISA. Esos debates, a mi entender, ocultan el auténtico problema de nuestra educación: el desigual acceso al éxito escolar de los niños, una cuestión sobre la que han escrito mucho Xavier Bonal, Mariano Fernández Enguita o Enrique Javier Díez Gutiérrez, por citar a tres de los autores que han tratado rigurosamente esta cuestión. Los resultados de estos estudios suelen ser bastante claros: los estratos sociales más desfavorecidos fracasan más y se adaptan peor al contexto escolar, una tendencia que se observa ya desde la primaria. Es decir, el fracaso, o en su caso el éxito escolar, está íntimamente relacionado con la ubicación socioeconómica de la familia. Pero de eso se habla muy poco en los medios de comunicación, que acostumbran a cargar las tintas en relación a temas organizativos, normativos o directamente relacionados con el profesorado, al que se le exigen cosas que a menudo no puede llevar a cabo por falta de medios, de formación o, simplemente, porque no cuenta con el suficiente apoyo de la familia o del entorno, que demasiadas veces lo señala injustamente como incompetente o privilegiado.

Así pues, volviendo al principio, ¿qué deben aprender los alumnos? No soy un especialista, ni tengo respuestas mágicas. Algunos dirán que deben aprender a aprender o a aprender a lo largo de la vida. Estaría de acuerdo: la educación debe ser dinámica y hay que romper las fronteras de edad para el aprendizaje. Ahora bien, creo que lo que tenemos delante de nosotros es un cambio de paradigma económico, social y cultural vinculado a las nuevas tecnologías y a la implantación masiva de la inteligencia artificial, que, como asegura el historiador israelí Yuval Noah Harari, podría dejar sin perspectivas ya no laborales sino también vitales a una parte muy importante de la humanidad, precisamente aquélla más frágil. Por esto, yo respondería a mi alumno que es muy importante que aprenda a ser crítico con la realidad, que debe aprender a pensar en otras formas de vivir y de aplicar las tecnologías, que debe interrogarse muy a fondo sobre las implicaciones morales que hay detrás de muchas de las cosas que se nos presentan como avanzadas o modernas. Y lo más importante, le diría que debe aprender a cooperar antes que a competir.


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s LiteratureRevista de Historia ActualHistoria Actual On LineL’AvençAusaDovellaL’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.

0 comments on “Educar, ¿para qué?

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: