Escenario

Huellas

Jorge Praga reseña 'Un fantasma recorre […]', un cortometraje de Tito Montero basado en el 'Retrato de Jovellanos en el arenal de San Lorenzo', de Goya.

Huellas

/una reseña de Jorge Praga/

El cortometraje de Tito Montero Un fantasma recorre [] es un canto a contracorriente sobre un elemento ineludible que el canon de la cinematografía esconde y disimula: el fragmento. Una película convencional no es más que una colección de fragmentos visuales y materiales sonoros sabiamente combinados por el montaje y el flujo narrativo para que alcancen en el cerebro del espectador una sensación de completitud espacial y temporal. Su individualidad se disuelve en el todo. Solo anecdóticamente resaltamos la importancia de un plano concreto o la irrupción de una música. En cualquier caso la suma final de la obra es la que determina el relieve ocasional de alguno de sus componentes.

En sus escasos diez minutos de duración este cortometraje a contraestilo —que diría Curro Romero— desnuda concienzudamente sus materiales de partida, afirmándolos en su naturaleza, casi en su fisicidad. En su individualidad, en su contingencia. La voz que abre nos da cuenta de las capas de pintura que forman un cuadro, el retrato de Jovellanos pintado por Goya. Pero lo que vemos no es la superficie del cuadro, sino algo que las nuevas técnicas permiten observar por debajo de la última capa de pintura: el retrato de una mujer desconocida, que el pintor tapó con un nuevo proyecto. Una operación bastante común en la pintura, de índole casi siempre económica, de aprovechamiento del soporte. Pero que en este cortometraje sirve para iniciar un acercamiento heterodoxo a la pintura, que continuará en el troceamiento impuesto por la planificación de cada figura representada: piernas, tronco, y por fin cabeza, bien separados por un poderoso sonido metálico. La voz mientras tanto avanza sus intenciones: «Todo en la historia, mientras queda registrado de alguna manera en la memoria colectiva, es capaz de sobrevivir y renacer. Ese es el verdadero poder del arte».

Lo que queda registrado. O dicho de otra manera, de lo que quedan huellas. Porque esos materiales en bruto que la película va fijando aquí y allá son las huellas de un pasado, de unos personajes y de un cierto momento histórico. Así entran con parsimonia en la pantalla dos retratos de Jovellanos; otro de Fernando VII; el Himno de Riego en la banda sonora (que en buena lógica debería haberse dado aislado en un plano en negro, y no mezclado con los créditos finales); una proclama de Riego de principios del XIX… Huellas, una tras otra. Y, en alternancia con ellas, otras sin distancia temporal con la actualidad: las que corresponden a la instalación del cuadro de Fernando VII en la pared de un museo donde le esperan los de Jovellanos. Son tres o cuatro planos frontales elegidos con una estrategia complementaria y también contrapuesta a los de raíz académica: enfoque directo y acéntrico, espacio casi bidimensional, cámara fija de observatorio, ninguna datación. Y dentro de la escena, como supuesto contenido, la tarea monótona e irrelevante de los trabajadores que van a colgar un cuadro. Estos pocos planos no son transparentes, no se disuelven en un bloque informativo o en una cadena causal. Persisten testarudamente en su tiempo alargado, en su opacidad rítmica. Por fin, en la parte de huellas históricas, una voz va punteando y nombrando algunas imágenes, leyendo un texto de Riego, haciendo alusiones al Manifiesto comunista. Una voz, la del propio Tito Montero, que reniega de la perfección del profesional, que enfatiza con dificultad y se parapeta en la nasalidad. Una voz que tampoco se disuelve ni se integra en un todo. En resumen, huellas aisladas de un pasado cancelado revueltas con su manipulación actual.

Rostro oculto de mujer tras el retrato de Jovellanos en el arenal de San Lorenzo, de Goya.

En el breve espacio de tiempo de este cortometraje Tito Montero ha montado un manifiesto práctico, una especie de deconstrucción cinematográfica que seguramente pille desprevenido al espectador. Tal vez se lleve los mismos recelos que provocaba aquella escuela de cocina que no escondía sus materiales. Una segunda visión del corto permitiría entrar mejor en el discurso y sus intenciones, que por si acaso ya van anunciadas desde la misma cesura que impide al título completarse: Un fantasma recorre []. Al espectador sin pereza le toca completar el resto del recorrido.


Jorge Praga Terente (Sama de Langreo [Asturias], 1952) es matemático de profesión y crítico de cine. Como escritor ha publicado los libros Biografías del tiempo (1999) y Cartas desde Omedines (2017), y participado en libros colectivos de orientación predominantemente cinematográfica. Sus colaboraciones en prensa y revistas culturales son muy numerosas. En la actualidad publica regularmente en el suplemento cultural de El Norte de CastillaLa Sombra del Ciprés. También imparte seminarios en el Curso de Cinematografía que organiza la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid.

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