Mitos y flautas

Rodrigo Olay, visión de juego y resonancia

El poeta asturiano ha logrado con Saltar la hoguera (Hiperión, 2019), su último poemario, un sonido fundamental claro y limpio, al que ha sabido sumar una serie de harmónicos con los que ha dado el timbre característico de su escritura.

Mitos y flautas

Rodrigo Olay, visión de juego y resonancia

/por Sergio Fernández Salvador/

El parque de San Francisco está salvajemente otoñal. Mañana le barrerán las hojas y ya será otra cosa, pero seguirá siendo un poema, aunque con las comas cambiadas. Una pareja de jóvenes se abraza, y nada me gustaría más que escuchar los tópicos que se dicen al oído. Hacia el norte, las lomas de La Candamia anticipan la emoción de toda huida. Hay a mi lado una antología de poesía española del XVIII, parcialmente aplastada por Polizón, que ronronea al sol de diciembre mientras mi padre le llama. ¿Se podría hacer poema de todo ello, el poema de la naturaleza, el del amor, el del viaje, el familiar, el de la propia poesía? Se podría, pero no es fácil. Hay virtuosos del azul, orfebres del amarillo, sensitivos del verde, pero pocos poetas con una paleta multicolor, enriquecida además por mezclas propias e intransferibles.

Rodrigo Olay (Noreña, Asturias, 1989) acaba de publicar un libro, más que multicolor, poliédrico. Por eso no es fácil hablar de él sin dejarse cosas importantes. Unos preferirán al poeta amoroso y viajero; otros —es mi caso— al poeta familiar y al que juega con las palabras, muy en serio, naturalmente. Esos juegos suyos, escribir una cuaderna vía como Berceo o un soneto ajedrecístico como Borges, más que nada agradecimientos de bien nacido, le han podido valer otras veces la fácil losa de epigonal. Si alguien tuviera ahora preparada esa piedra, la tendrá que dejar caer con disimulo.

No creo que sea intencionado que a un soneto en consonante siga un poema sin signos de puntuación, que a uno que encierra con concisión un instante siga otro digresivo, con saltos en el tiempo marcados entre corchetes. No creo que sea decisión, sino consecuencia de quien conoce la tradición —las tradiciones— y ha sabido entresacar lo mejor de cada una para terminar haciéndola suya. Para eso hace falta ser inteligente, pero sobre todo ser poeta. Hay en ello ambición en el mejor sentido y amplitud de miras. Visión de juego, diríamos en modo futbolero. Olay sería ese media punta que hace jugar a los demás, los lectores que agradecen lo mismo la intertextualidad que el hecho de que se les deje entrar en el vestuario y hasta mirar en su taquilla. Sabe que a la emoción sólo se llega, y sólo se hace llegar, desnudando la mirada. Y no tiene que demostrar nada. Si da un taconazo o hace una rabona no es por alarde, sino porque era la solución natural de la jugada.

Rodrigo Olay ha conseguido, diríamos ahora en modo musical, un sonido reconocible, y, lo mejor, con una gran resonancia. A un sonido fundamental claro y limpio ha sabido sumar una serie de harmónicos que, lejos de sacar de centro a aquél, lo han dado su timbre característico, con el que puede lograr cualquier color. Es cuestión de resonancia.

Rodrigo Olay

Selección de poemas de Rodrigo Olay

Que el viento sople siempre a nuestra espalda

A Natalia y Borja

Aunque duela la noche, aunque estés lejos,
aunque fuera que sí lo que temía,
aunque qué pronto nos haremos viejos,
………..que dure la alegría.

Aunque el adiós le ponga sitio al hoy,
aunque estemos más solos cada día,
aunque dude quién soy y a dónde voy,
………..que dure la alegría.

Aunque olvidemos dónde regresar,
aunque me lama la melancolía,
aunque nos quede tanto que llorar,
………..que dure la alegría.

Porque si estoy contigo, sigo vivo,
porque puedo querer lo que quería,
porque no importa nada lo que escribo,
………..que dure esta alegría.

poética

A los Corujo Fernández

Tampoco yo logré entender la vida,
pero quise atraparla en un cuadrado
en que reina un monarca desdichado
y del que nadie encuentra la salida.

Habitan la simétrica guarida
dama fatal y rey encastillado,
caballo lateral y peón pausado,
filoso alfil y, al fin, torre abolida.

Las noches que pasé frente al tablero
me enseñaron a amar la geometría
y que vence quien sabe resistir.

Hoy me enfrento ante mí y a lo que quiero
y busco entre tus sílabas, poesía,
lo que nunca sabré cómo decir.

DIMIDIUM ANIMÆ MEÆ

Vendrá la muerte y no tendrá tus ojos,
porque son ya los míos.

Hoy que mi voz aviva primavera,
que somos ocho años desde entonces,
que el canto calza espuelas, que no hay sombra
ni jaral que no alcance ni montura,
quiero decir de nuevo lo de ya,
lo que no he de perder, por más que el tiempo
silencio avise o amenace ruina.
Quiero decirte siempre, si pudiera.

Recuerdo, de hace un año,
el cuerpo limpio de después de amar
al reír el albor breve en Burdeos,
tú y yo abrazados en el lecho humilde
de aquella residencia,
y el echarnos corriendo calle abajo
a remontar el curso del Garona,
apurando las horas, vino pleno,
mosto manso del día, todo dádiva.
Y el autobús nocturno y once horas
surcando asfalto en lenguas de qué tierra
o cruzando Polonia en aquel tren
de vuelta al otro lado del Skype
y tantas otras veces que era yo
quien se partía, lejos. Di, ¿recuerdas?
Berlín bajo los tilos, Vancouver en otoño,
el viento de Edimburgo que no supe curarte,
y el regreso y la ausencia y sé que fueron
por ti las noches largas que esperando,
las tan cortas contigo,
por ti la Barbacana de Cracovia,
por ti la majestad solar de Oporto,
Salamanca por ti y su aire de Roma
castellana, mi flor en el barranco,
por ti esa vez la catedral nevada,
la piscina desnuda por nosotros,
por ti aquel parque lento en Barcelona,
tú y yo, Ulrica y Otálora, en Ginebra,
y las caricias en la sombra cómplice
de la cisterna azul en la alcazaba
de Mérida.
……………………….Ay, amiga, la tarde del Botánico
bebiéndome tu piel, temblando juntos.
¿Recuerdas? He pasado
pensando en ti los soles de Neuvic,
pensando en ti las nieblas
de Neuchâtel, muchacha, llaga dulce,
y encendías mi sangre y he rezado
por que no se agostara, por seguirte,
por que no venga el frío ni nos coja la lluvia,
por poderte querer aun sin querer,
sin hacer el esfuerzo. Sin temerlo.
Y así fui bendecido con el don.

No sé cuántos más viajes nos esperan,
en qué ciudad veré cómo te vuelves,
en qué ciudad seré yo el que se vaya.
Sé que duele, y no importa.
………………………………………….Nos seremos
firmes como la luz, sin volver riendas.

Y, aunque vivo en tus manos y lo sabes,
y aunque a diario te nombro en alta voz
cuando a solas, mi corazón en llamas,
hoy quiero repetirte una vez más
que soy parte de ti y tú parte mía,
que por ti fui lo que una vez rogué
que por ti supe todo lo que sé,
que por ti sigo siendo todavía.

Réquiem por un sueño

A Elena de Lorenzo Álvarez

«La situación incierta de mi patria» (J. A. González Iglesias)

Aquel salir corriendo de Madrid
cercados por el norte. En el baúl,
una vida, una muda. Y el recado
de escribir y los sucios borradores
sin tiempo en la ciudad desesperada.
El paso de la incierta muchedumbre,
por el camino largo y el calor
en el lento convoy sobre Levante.
El polvo que enceguece a hombres y bestias,
la tierra mala para el vivaqueo,
la Mancha ―estepa ucrania―, infectos pozos,
dinamitados puentes, el pillaje
del hombre, que es un lodo para el hombre,
el despojo de bienes, el suplicio
de la sed, el silencio taciturno
como el miedo que quema lengua abajo.
Y las ruinas de nuestra inteligencia,
la arisca Francia en el umbral oscuro,
la cama enferma hacia la que marchamos
sin canciones que alivien el destierro
—sembrando mies, abrojos recogimos―,
las lágrimas cayendo al Bidasoa,
el amor que perdemos al huir.
Rotos timón y quilla, ya el naufragio.
Meléndez, Moratín, Machado:
……………………………………………………….España.


Saltar la hoguera
Rodrigo Olay
Hiperión, 2019
9,62€


Sergio Fernández Salvador (León, 1975) es autor de los libros de poesía Quietud (2011) Lo breve eterno (2013), editados por La Isla de Siltolá, así como de la miscelánea Mitos y flautas (2013) selección de su blog homónimoHa sido incluido en la antología Neorrurales: antología de poetas de campo. Desde 1996 reside en Valladolid, de cuyo conservatorio de música es profesor.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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