Poéticas

Una autobiografía disfrazada

Llevar la propia vida al pasado y vivirla como si fuera ajena: ese es el mejor modo de autobiografiarnos, conocernos; eso hice en el siguiente poema: ver en el ayer mi hoy; un friso cuyas estampas son esencias que regurgitan la íntima existencia de cualquier hombre o mujer.

Una autobiografía disfrazada

/por Antonio Gracia/

Ascensión al origen

Monasterio o castillo entre las arboledas
perdidas en los montes donde anida el reptil
y el lobo se guarece del fantasma del frío
bajo la sangre hermosa de los amaneceres.

El jabalí y las aves de rapiña,
las lápidas enhiestas sobre el páramo oscuro
y el hombre solitario son las bestias que habitan
alrededor del muro y de la cúpula.

La enlutada avenida conduce a los hastiales
de mármoles difusos que maltratan los siglos.
Paramentos de piedra en bellas geometrías
hablan de talladuras y grandezas
todavía colgantes como lágrimas
que el trepidar del viento arrastra lentamente.

El postigo chirría como un grajo
y las salas se extienden entre vainas de araña,
laúdes y estruendosa juglaría,
rumor de antorchas y batir de espadas,
corazas tumefactas por el furor del tiempo,
la muerte acrisolada.

Aún quedan pergaminos en el aire
bajo la hiriente pátina del hedor y la sombra,
la mazmorra y el grito de la gleba.
Baladas y elegías que el viento desordena
al vagar por los túneles de hierro
desde el sitial alzado donde el libro
inició su aventura centenaria.

La voz escrita con silencio y ruido,
sangrienta tinta y desolado anhelo,
clama desde la roca levantada en el llano.
Y aunque parece senectud su herencia,
allí la vida sigue su curso interminable.

Égloga

El árbol tiene el talle de la mujer hermosa
que desnuda su cuerpo para entrar en el lago.
Ciñe el agua su carne como un amante triste
que renueva su risa al tocar la belleza.

Arrecifes pequeños como cisnes anfibios
emergen sus cabezas cuando el viento desciende
del monte y rige en ondas la superficie añil
donde en troncos y ramas navegan tibios pájaros.

La doncella esclarece la mañana al surgir
cubierta del rocío con que el lago la abraza,
y se tiende a la luz de un sol que bebe en ella
la misma imagen clara que espía el paje oculto.

La sombra de los cedros apunta hasta la roca
por la que fluye el agua que escapa al horizonte
llevando la hermosura de la mujer dorada
como un tesoro eterno que nadie ha de robarle.

No piensa en sus meandros el río: se interesa
por su curso. Pues no es el mar la muerte,
sino el lugar en donde se funde al infinito.

Crepitación

Tras las flores esconde sus senos, y su rostro
lo enmascara el cabello. El alba de una pierna
deja que se adivine su hermosura
detrás de las estatuas que impiden cautelosas
mostrar la plenitud de la cadera
y el fruto iridiscente.
En los ojos traviesos brilla un punto lascivo
que estremece su cuerpo hasta el pie alado
del que aún penden las gotas de la lluvia.
Inocencia y malicia se hilvanan en el juego
mientras, como un rocío, el pezón más osado
sacude en la inquietud del devaneo
la música del agua del manantial hermoso
y llama a aquel que mira
ansiando darle sed y saciedad.

La soledad sitiada

La sombra de una estrella ilumina la noche
mientras la pluma sorbe la tinta, el arrebato
de repetir palabras herrumbrosas
que justifiquen la existencia.

La jauría persiste en su alarido. Una ardilla
con sus errantes patas escribe sus memorias
sin orden sobre el suelo. No consigue encontrar
la grieta sobre el muro por donde se extravió.

La chimenea aroma con su resina ardiente
el gris salón, y el hábito plisado en el escaño
no impide ver la rubia cabellera
como un río de oro sobre el pecho.

Una mano acaricia la piel y pulsa llantos
cerca de la vihuela olvidada en la mesa
donde vinos y frutas van manchando el papel
con su caligrafía de embates sostenidos.

Cesa el gemido dulce; y el dolorido verso
ya no puede leerse, ni tampoco
la alegre biografía de la ardilla.

La tinta derramada

El gato montaraz y el águila solemne
acompasan su huida y su persecución
entre los riscos húmedos del hielo desatado
en la ladera donde el viento hostiga.

Enjambrada de aristas, convertida en ariete,
una bola de nieve desciende desde el cerro
y rompe el ventanal irrumpiendo en la sala,
asombrando a la dama y ajando el candelabro.

La oscuridad permite que entre la luna llena,
redonda como el beso que espera consumarse;
y se ilumina el códice que las manos miniaban
antes de la sorpresa y del desasimiento.

La suavidad del labio desborda el pecho henchido,
y el camisón rasgado, junto a la espada altiva
y sobre el escabel, revela el ledo ensalmo
del amoroso lance oculto en la biblioteca.

En el suelo una perla brilla como si un ojo
hubiese descubierto el secreto luciente,
y en la pared los cuadros avisan que las sombras
son confidentes mudos de caricias y besos.

Una campana tañe su música liviana
y el frío de la noche acerca más los cuerpos,
que miden con la espalda los sillares y sueñan
con grabarse en la piel la figura del otro.

Madrigal con estrellas

En el espejo donde te miras cada día
guardas las joyas de tus ojos, prendes
el oro en tu cabello más dorado, engarzas
en tus mejillas azucenas, brindas
la boca más frutal de los campos del feudo.
Ese joyero dice
que el amor es belleza y a ella tiende.
Y el trovador te espera con su hechizo
sobre las frondas del dosel del bosque.

El tiempo es un espejo que repite un presente
de un mundo irrepetible.
El amor transfigura la materia
como el dolor transforma su sustancia.

Apiádate de ti, muerde la vida.
Guarda tu corazón en el joyero,
no tu belleza ni su piel trizada
por la piel del amor y la pasión furiosa,
porque tendrás mañana solamente
espejos rotos, carne aleteante
que querrán destruirte la memoria.

La cámara secreta

Por los claustros desiertos y los pasillos fríos
el viento alza las teas y propaga su olor
hasta exhumar los cirios seculares
entre las galerías y los sótanos.

El gozne y el sillar mueven el pasadizo
y los altares lóbregos muestran sus telarañas
como tediosas manos que acarician el tiempo.

Las vidrieras destilan el sol como una luna,
y cae la penumbra sobre el óxido oculto.

Muchas noches de ungüentos y mísera ambrosía,
extenuados y enjutos, envueltos en un rapto,
en la capilla duermen los sexos fatigados.

A la sombra del túmulo

La cripta acoge el cuerpo y engarza su belleza
en las sentinas de la oscuridad,
y zafiros y cierzos, violetas y crespones
quedan sellados bajo la elegía
del salmo plañidero que la tierra sepulta.

Una daga de plata y un dorado incunable
custodian a la hermosa
en su viaje al silencio, la armonía y el tajo
que la memoria talla sobre el noble.

No será más sublime la muerte abandonada
ni mayor soledad habitará el castillo
donde la juventud alegró la experiencia
y la sabiduría aprendió a sonreír.

No crecerá el amor debajo de la tierra,
ni los senos miniados en noches maculadas
cuando el fragor del alma atormentada era
un manuscrito ansiando ser leído hasta el alba.

Esta noche tan solo se escucharán las notas
del corno entristecido ululando en los túneles.
Y nadie osará hablar por temor a la espada
sedienta de cabezas y cuerpos mutilados.

El caballero herido velará junto al ciervo,
la péñola y el códice, sumergido en la oscura
mirada a los recuerdos que, como miniaturas,
saltan tristes y alegres por estancias y lechos.

Y el azor peregrino ha de esperar en vano
al señor de la guerra vencido por un beso.

Madrigal con espinas

He buscado en el mundo y en los libros
el sentimiento pleno, la religión más alta,
y los hallé en el fondo de tus ojos
y en el abismo breve de tu carne.

El brillo de la espada surgiendo de la herida
no iluminó el amor con luz tan clara
como el destello que alumbró mi cuerpo
al golpearlo el pedernal del tuyo.

Nunca el gozo elevó mi espíritu a los cielos
como el beso de nuestras almas.
………………………………………………..Ahora
la muerte desatada que encadenó tu vida
me apresa en el dolor, y lo que fue apogeo
y plenitud es ruina en la memoria,
pues también el recuerdo es otra muerte
y solo abrazo sombras si te abrazo.

Hombre

Naufraga la razón y el sortilegio
de la lógica muere. La materia
no explica la sustancia. El arrebato
que nos acecha y que nos transfigura
no es de sangre ni arcilla. El corazón
siente el fulgor, acepta lo sublime
queriendo retenerlo; y solo roza
esquirlas de belleza y plenitud.
Hay una grieta atávica por donde
la inmensidad azul emerge clara
y el cuarzo se convierte en un diamante
tallado en el cerebro. Esa alta cima
de los sentidos teje su albedrío
y fracasan ante él la inteligencia
y los asedios de la voluntad.

El godo milenario

La osamenta derrite su color y su muerte
bajo el sol de la estepa, y otra vida
nace de aquella tumba que oscurece la tierra
con posos de palomas y alimañas.

El dolor guarda luto en el lugar más noble
del corazón que amó: las mismas flores
que tributa a su amor perfuman su tristeza
y engastan la alegría en su savia roja.

La rubia cabellera que encadenó las manos,
la voluntad y el tiempo, cede su magia azul
a las guedejas negras y la mirada verde
de quien hace soñar a quien temía
volver a amar.

El esplendor renace con sus cirios y músicas,
y los pájaros cantan, las estrellas sonríen,
los libros iluminan:
…………………………………y no es que se ame más
la existencia, sino que vuelve a amarse
igual que si la muerte no existiera.

Junto a la barbacana

Desde la torre enhiesta como una garza herida
por ruinas de batallas y estrépitos del tiempo
se divisa el azul del horizonte
ahora que el corazón está sombrío.

No recuerda otra aurora más luciente y desnuda
de la clara alegría que endulzaba su vida,
y como una derrota mira cuanto le espera
más allá de los muros o entre los anaqueles.

El bárbaro invasor que lo aprestó a la guerra
ni le importa ni agrede. Los juegos amorosos,
las máscaras y el baile en los que descansaba
su esforzado acordar de color y vitela
van quedando tras sí como armas enmohecidas.

Solo se siente vivo cuando mira unos ojos
que lo miran y escrutan desde la letra hermosa
y los dibujos cálidos que fulgen en la página
con su vigor antiguo o su reciente trazo.

Junto a la mesa umbrosa y la almenara firme,
el arcoíris trémulo disuelto en los tinteros,
la péndola esgrimida con levedad, el tacto
de la noche y el ruido del calor luminoso,
quiere pasar los años que su vida le otorgue.

El amor sabe a rosas y a vino almibarado
y deja entre las sábanas el olor de los códices
recién miniados y ázimos de manos malingradas.

Abrazado al crepúsculo herrumbroso,
ese desasosiego de la lumbre
y el fragor de la estancia silenciosa
recuerdan el clamor del alma erguida
a la divinidad más absoluta.
Una música atávica reina en aquel recinto
y el cosmos obedece a su cadencia.
Desde aquí puede huirse a las estrellas.

Un poema de Horacio, un madrigal remoto,
un laúd estevado, tal vez un ciervo hendido
y la mirada verde de la mujer morena
serán su nueva tierra.

La bruma disipada

En vano el horizonte se oscurece
y asoma la tormenta por los picos del valle.
El corazón ha puesto la luz en su interior
y no hay sombra que logre oscurecerlo.

Podrá llover cien noches dentro del alma, alzarse
el cuervo en las entrañas, caer inútilmente
la piedra de la cima, desvanecerse el agua,
tener como enemigos a los dioses.

Cada mañana es nueva y se ilumina
cuando el ocaso quiere ensombrecerla,
porque todo crepúsculo es un fuego
con que se enciende el alba.

No hay descanso en el gozo cotidiano.
El rumor de los trigos hermosea
los campos del dolor,
la espada se depone por la pluma,
la tinta es más fecunda que la sangre,
y anaquelar el mundo es más hermoso
que conquistar los predios de la muerte.

Las ruinas

La piedra derruida aún recuerda su magia
y su esplendor. Los cipreses de hoy fueron
chorros de luz trepando por el aire,
sosteniendo palomas encendidas
en el alto sitial donde los cielos sueñan.

Músicas y armaduras compasaban su estruendo
cuando césares, nobles y doseles
cruzaban los umbrales, y la trompetería
tremolaba banderas. El fulgor de las lanzas
hendía el corazón de las doncellas.
……………………………………………………………….Llueve
nostalgia en esas torres. Suena
la algarabía de los triunfos.

Los fuegos y el amor, hasta el amanecer
durante siglos en aquel castillo,
dejaron paso al viento y sus aristas.
Las murallas cayeron
mordidas por el tiempo. Las espadas
desenvainan herrumbre.

Perdura en el recuerdo la belleza
de lo que ya murió.
…………………………………………….Mas la memoria
inventa su experiencia.
…………………………………………….Y todo es muerte.

Epitafio con lirios

Inclinado ante el libro resucita el pasado
sintiendo los delirios de quienes lo escribieron.

Las ramas del alerce rozan los ventanales
prolongando su aroma en la estancia serena.
El crepitar del fuego devasta la memoria
cuando la mano inicia su recuento en la página.

Las brasas aún le ofrendan su arcaduz de belleza
y entre los cortinajes de tules ruginosos
perviven los fantasmas anhelantes.
La palabra trasiega su incensario en la noche.

La péñola en la mano sueña escribir su gesta
para esculpir su nombre sobre el tiempo.
Mas la Muerte le dicta con sigilosos versos
que también la palabra es un cadáver.

Locus amœnus

Sobre el lecho transido espera la otra muerte
rodeado de Byrd, Durero y Garcilaso.
El respirar ya ocioso no le impide vagar
de la música al lienzo y a la página.

En el pretil de sombras que cercan su agonía
está el Joven azul, Muchachas en el puente,
un verso de Petrarca, una nota de Scriabin
y la Madonna Elisa que todo lo comprende
porque venció el dolor con su sonrisa.

Tanta belleza extingue tanta melancolía
y disipa la angustia del mundo que se acerca.
Si detener pudiera la vida en ese instante
elegiría ser el acorde infinito,
un cuadro inacabable, un verso inextinguible.

Todo a su alrededor se ennoblece en la noche
y una bruma feliz envuelve sus tinieblas
mientras el otro sol amanece y le otorga
una diafanidad interminable.


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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