Diarios de cuarentena

Pandémica, terrestre, infernal (2)

Segunda entrega de la antología de poesía de EL CUADERNO, que reúne diferentes formas de mirar al mal, al miedo, al desasosiego y a la incertidumbre que ha generado la epidemia de 2020.

EL CUADERNO ha reunido los textos de un grupo de autores que desde sus cárceles de la cuarentena han descendido a los infiernos de la pandemia para atisbar la tragedia, pero también la luz, de i nostri tramonti. Durante los próximos días se publicará una selección de poemas que nos interrogan sobre los distintos rostros de la condición humana y sus fatalidades. La primera compilación la integraban José Luis García Martín, Fernando Menéndez, Antonio Manilla, José Luis Gómez Toré, Rosario Neira y Pelayo Puente Márquez. Los textos de la  segunda entrega llevan la firma de Emilio Amor, Avelino Fierro, Ángeles Carbajal, Carlos Alcorta, José Luis Zerón Huguet y Candela de las Heras.

Emilio AMOR (Gijón-Xixón, 1955)

Mors Sceptra Ligonibus Aequat

(emblema heráldico flamenco, sin datación)

Mis palabras se nutren de las frases efímeras
que los enamorados escriben en la arena.

~ ~ ~

Quiero la resistencia del coral
tanto como la fuerza de los tigres.

Quiero también la flor de tus caricias,
bella como una reina en un paisaje desolado.

~ ~ ~

Estoy viendo el paisaje hondo y definitivo.
esa vida que exhala más allá de la muerte.

Y en medio del temblor cogí tu mano.

~ ~ ~

Yo cuento el tiempo por amaneceres,
cuando las crías de gaviota pían
de hambre irreductible
y luz precipitada.

Atalaya del hombre desdibujado.

Intrincados olvidos,
discrepancias de luces y colores.

~ ~ ~

No encuentro las respuestas en los astros,
sino en la levedad de un aleteo.

~ ~ ~

Una isla muy blanca en el Myrteno,
géiseres sumergidos en los lagos de Islandia.

Y tus pequeños pechos sarracenos.

Lugares donde huir de la debacle.

~ ~ ~

Libertad sin cargos:
Antes del apocalipsis los hombres
abandonarán los zoos.

~ ~ ~

El olvido es el lado siniestro de las fiestas,
pero hace sol, hemos dormido algo
y hueles maravillosamente a margarina rancia.

~ ~ ~

Entonces,
la muerte, infatigable, quiere quedarse sola,
escaleras arriba.

El silencio es un don
que me anestesia el alma.

~ ~ ~

Nunca he ignorado, amor, que solo amas lo imposible;
pero cae la noche en los polos
como un moscardón azul sobre la nieve.

Y podremos hacer con todo ello, si tú quieres,
algo que no haya existido nunca.

~ ~ ~

Camino bajo el eco del aullido
y la llama
como un anacoreta en trance.

Interminable y negra,
mi lengua canta leyendas invisibles.

~ ~ ~

Era la sucesión de los metales,
la belleza de los patios nazaríes,
lo que daba sentido al infinito;
pero las cartas ya estaban echadas
sobre un tapete azul irrepetible.

~ ~ ~

La muerte se instaló para quedarse
en el fulgor azul de las auroras.

Ya no hay playas donde incubar la vida
y todas las tormentas son perfectas.

~ ~ ~

Estoy demasiado solo
para marchar en silencio por los túneles
donde los buitres entablan
una extraña relación con las azaleas del fondo.

Demasiado solo en las pupilas de la muerte.

~ ~ ~

Hay mariposas que  brillan solo un día
tras haberse forjado durante años como crisálidas.
Así es el poema.

~ ~ ~

Si, como sostiene el humanismo, el hombre naciera solo para ser feliz, no nacería para morir (Aldous Huxley)

Mariposa con alas de ángel, de Sara Sherwood

Avelino FIERRO (Chozas de Arriba, León, 1956)

Dos de mayo de 2020

En realidad, esto de vivir de esta manera no sé en qué consiste. Ni sé quién lo sabe a mi alrededor, somos todos tan rutinarios desde hace tanto… No saber qué nos tienen los dioses reservado, sin vislumbrar el futuro al estar tan sujetos al instante, sin poder hacer nada porque nada depende de nosotros, sin poder pensar de forma ordenada, apartados de los días conocidos y sus cuidados… Todo lo mudará el tiempo. Sólo persisten estas nubes rosadas. Y los vencejos; hace unos días que han llegado.

He pensado un buen rato en los encuentros de la mañana y en los paseos tan largos de otros sábados. Desde que salí del quiosco llevando los periódicos bajo el brazo me fui encontrando con Juan Viloria, elegante y discreto, hasta había armonía en su rostro con máscara. Será porque los escultores como él están apegados al fuego, a la naturaleza y a las formas y proporciones. Se codean y hablan con la materia terrestre, saludan a lo tangible todas las mañanas. Rosa, la hippie del barrio, hablaba con cuatro pantallas en el móvil —una discreta ágora electrónica—, felicitando a la pequeña, que hoy cumplía los dos años. En el estanco pregunto por nuestro conocido J. «Seguro que está bien; no lo veo, pero no deja de mandarme wasaps». Sin duda; espolvoreará bulos, fakes y otra mendacidades. Enganchado como tantos a likes y tuits, como lo estaban al soma los que habitaban la metrópolis de Un mundo feliz. Cerca del súper, coincido con Rosa K. y Albina. Una se ha dejado ya el pelo blanco —y bien que le sienta—, la otra sigue sin aguantarlo. Al lado, en el parque, otros paseantes con perros. Compro leche, nescafé y salchichas alemanas por capricho, cervezas, yogures y pan. Los de la cola de la carnicería parecen enfadados entre ellos, están tan separados… Salgo, hay demasiada luz. Llevamos días tan fruncido el entrecejo que no saludamos a la primavera. Demasiado encierro y preocupación inoculan esta agarofobia. Deprime hoy este azul tan terso.

En el suplemento cultural (hoy es el primer día que se autorizan paseos por tramos horarios y edades) algunos escritores imaginan su itinerario de este sábado. Yo también lo hago: salgo a buscar al final de la mañana a Paco en su librería y vamos a tomar el vermú a La Taberna, en la calle La Rúa. Seguimos hasta la Plaza Mayor, donde se celebra el mercado al aire libre. Destellos de colores y vocerío. Ahí nos separamos. Se acercará Mar. ¿Subiremos al Catedral e iremos por la calle estrecha hasta el Oriente? ¿Con quién quedaremos, a quién nos iremos encontrando? Puede que bajando por el Rincón del Coracero nos acerquemos al bar de Merce y Bárbara. Excusamos de preguntar al día, lo que el azar nos dé lo pondremos a logro, sin desdeñar amor, música o susurros. Pero estoy en casa. Preparo el vermú sin angostura ni aceitunas. No tengo —como Luis Buñuel— Noilly Prat muy seco, la ginebra es Beefeater. Es sábado, dos de mayo. «Las imperfecciones de la Creación estallan a cada momento y en cada detalle. ¡Qué chapuza!» (Cioran). Leeré y escribiré por no pensar en que se nos van los años diluyendo y de nada sirve inmolar becerros al dios sin lágrimas, al dios indiferente que nada hace ante las miserias que traemos entre nuestras manos, que impregnan nuestra sangre y agujerean el alma.

Lectura, de Henri Fantin-Latour (1877)

Ángeles CARBAJAL (Argüelles-Siero, 1959)

Clamíu

Nun ocultes , tierra, les mios firides, nun sepultes el mio clamíu (Xob)

Mientres vuelve la vida ensin nós
a medrar bayurosa sobre la faz de la tierra,
miramos dende la ventana’l paraísu
con resquemos d’amor y rebeldía;
doleríamos dexalu, nun hai preba
de que llevemos dientro otru más feliz.

Clamor

No ocultes, tierra, mis heridas, no sepultes mi clamor (Job)

Mientras vuelve la vida sin nosotros
a crecer en abundancia sobre la faz de la tierra,
miramos desde la ventana el paraíso
con resquemor de amor y rebeldía;
nos dolería dejarlo, no hay prueba
de que llevemos dentro otro más feliz.

(Traducción al castellano de la autora)

Job y sus amigos, de Iliá Repin (1869)

Carlos ALCORTA (Torrelavega, 1959)

Tela de juicio

Nos acompañan desde las primeras semanas. Patrullan en hilera por todas las habitaciones. Se despliegan en formación por la encimera de la cocina para requisar alimentos y materiales de deshecho —migas de pan y del bizcocho del desayuno, principalmente— susceptibles de ser envenenados. Se camuflan en la negra superficie de la vitrocerámica, inertes como estagiritas, o en el pedernal de ollas y cubiertos cuando el estropajo enjabona el campo de batalla. Envían exploradores al interior inhóspito del horno, desafían al frío escalando las paredes congeladas del frigorífico. Ascienden a los dormitorios por los peldaños verticales de la escalera, inspeccionan el mobiliario del jardín o atraviesan la laguna Estigia del plato de sopa en busca de espías dobles desde la burda proa de la cuchara. Son varias legiones disciplinadas que, ante las mortíferas envestidas del enemigo, demuestran un impulso combativo de resistencia y una perseverancia admirables. A pesar de las bajas, de las deserciones y de los quintacolumnistas que intentan desmoralizar a los confinados con bulos y propuestas de rendición humillantes, su esperanza no desfallece. No temen a la furia de los dioses ni a las maquinaciones inquisitoriales de gente sin escrúpulos. Son hormigas y, como nosotros, inapreciables seres en la extensión infinita del universo, pero están convencidas de que la unión hace la fuerza y de que quien resiste gana. Imitamos por eso sus actos en el reducido terrario en el que se ha convertido nuestra casa, momentáneamente, aunque nosotros hemos conocido otros horizontes. Como ellas, trabajamos, nos alimentamos y descansamos, pero algunas actitudes nos diferencian. Experimentamos el amor y conocemos los efectos de la compasión. Ponemos en tela de juicio nuestra propias opiniones tanto como las ajenas y tratamos de evitar que nuestro instinto de supervivencia nos lleve a confundir el titilante brillo de estrellas ya muertas con la claridad estroboscópica que procede el techo abovedado de un túnel sin balizar.

Hormiga, de Bill Logan

José Luis ZERÓN HUGUET (Orihuela, 1965)

Fortaleza y vuelo

Para Esther Abellán Rodes

Observa la esmeralda húmeda de la mañana,
mírala. Verás rostros
en los árboles y alas en las hojas,
y la imposible geometría de un vapor suave
acariciará tu silencio.
Reino animal,
vegetal y mineral uno solo,
como mar y horizonte,
un diálogo armónico de presencia y ausencia,
de todo aquello que llamamos vida y muerte
para que te veas en este espejo
con ojos de albergue y no desandes tu camino,
para que el júbilo se reconcilie con la herida.
Mira y convéncete de que esta luz es tuya,
mira, pero no trates de ordenar las certezas
ni demoler los interrogantes, solo así,
solo así podrás nombrar sin vergüenza
la belleza que fluye
en este tiempo
adicto a las catástrofes.

Tiempo oscuro

Para Lola López Mondéjar

I shall forget the drop of anguish
That scalds me now – That scalds me now !

Emily Dickinson

El mundo huele a miedo.
Cuánta fe centellea de saldo.
Es tiempo de reclusión
y de inabarcables lejanías.
¿Es hora de qué, falsos profetas?
¿En qué debemos creer
si murió la verdad?
¿Si no podemos soñarnos,
podremos al menos
velar el sueño perdido?
¿Podremos llamar amor
a lo que no ama ni enlaza?
¿Es un acto imprudente ofrecer
un abrazo ebrio a quien se guarece
de los afectos?
¿Cómo entonar un canto de frontera
entre voces corrompidas
por la desconfianza?
¿Cómo celebrar
lo viviente, lo vivido
entre tanto goce cancelado?
¿Cómo ensalzar los colores
vegetales en un mundo
que se seca?
¿Podré acoger con mis palabras
lo que late en el agua estancada?

La más pequeña luz
puede hacer que olvidemos la ceniza.

El sueño, de Henri Rousseau (1910)

Candela DE LAS HERAS (Alicante, 1994)

Caramelo envuelto

Ahora que la vida
es caramelo envuelto
prohibido inalcanzable
deseo luminoso en la alacena
me pregunto si acaso
tantas horas pensando en el futuro
no son más que un regreso
a los años lentísimos
de nuestra adolescencia
cuando era obligatorio ser adulto
y hartos de negociar la libertad
rompíamos las normas
hambrientos de contacto

Adolescencia, de Salvador Dalí (1941)

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