/ Cuaderno de espiral / Pablo Luque Pinilla /
Son poco más de las ocho de la tarde de alguno de los días de plomo y catástrofe del confinamiento que hemos padecido. Días de evitar cualquier contacto con las fuentes de información, que elegí mirar de reojo para no sucumbir al horror, sin dejar por ello de conocer lo que ocurría. Concentrarme en lo que podía hacer (no poner peor las cosas, por ejemplo) y hacerlo bien.
Me conecto con mi tableta a una conferencia virtual. No me interesa demasiado lo que en ese momento están contando, así que bajo el volumen ―no me salgo― y aprovecho para escuchar el mensaje de guasap de un amigo que vive en Brístol. Estoy sentado en una pequeña mesa de cristal, enfrente de la ventana de mi habitación. A veces recurro a este sitio cuando estoy cansado del escritorio donde suelo trabajar, rodeado por una muralla de estanterías. De repente, hay algo que se confunde con los dos monólogos y me paraliza. Esta vez es una tercera voz, pero viene del exterior, del que me separa la ventana entreabierta ―hizo un calor inhabitual en Madrid esos días―. La voz, decíamos, el acorde, más bien, no es humano. Empiezo a jugar con los audios de los dispositivos y con el pomo de la ventana. Apago, enciendo, abro, cierro. En todos los casos idéntico sonido. ¿Qué está pasando? Pronto caigo en la cuenta de que, en los tres lugares, de manera simultánea (tan simultánea como lo permiten las comunicaciones) hay una melodía común de fondo. En Madrid, donde resido, en Brístol, donde vive mi amigo, y en ese enclave indeterminado de la geografía española ―deduzco, por el acento― desde el que alguien interviene en la mencionada charla. El sonido me es familiar, reconocible y por fin caigo en la cuenta. ¡Son tres mirlos a la vez! Mirlos madrileños, británicos, peninsulares. Tres pájaros chalados proclamando su amor, delimitando su territorio o llamando a sus crías, ajenos a nuestros humanos acontecimientos. (Para los que no sean pajareros, aclararé que estas aves son inquilinas habituales de nuestros parques y jardines, y que su abundancia es directamente proporcional a la hermosura de su canto). El suceso me resulta entre cómico y enternecedor, y, en cierto modo, me sobrecoge. Enciende mis antenas poéticas y pone a centrifugar mis emociones. Acabo por no oír nada, salvo ese cuarteto de tres. Enseguida imagino a sus músicos, con su delicado frac negro y el instrumento bien afinado de su pico naranja ―un naranja como pocas veces lo he visto―, sincronizando perfectamente sus notas, cortocircuitando mis sentidos. De fondo, las voces me parecen susurros. Los mirlos han puesto patas arriba el sistema habitual de mis entendimientos. «Son unos pajarracos listos y se han salido con la suya», admito. Me han recordado una verdad de Perogrullo a la que, tozudamente, damos la espalda. Que las realidades a las que no solemos prestar atención, porque no las vemos, y a las que, de alguna manera, nos hemos acostumbrado, están ahí para algo. Y que no son menos ciertas porque les demos la espalda. De hecho, para bien o para mal, casi siempre son las más decisivas. Pienso en los patógenos ―por pura intoxicación psicológica― o en el viento del Espíritu, por ejemplo, de los que solo vemos sus efectos. Y entiendo que las cuestiones de mayor trascendencia dependen de que afinemos el oído, de que estemos dispuestos a escucharlas. Y nos conviene hacerlo, porque de ello depende enfermar o elevarnos.
Retomo el guasap de mi amigo, que le agradezco. Recibir sus mensajes ha sido una de esas cosas valiosas y entrañables de estos días. Cuando acaba, subo el volumen de la ponencia. Me interesa lo que dicen. Abro la ventana de par en par. El calor me abofetea. Levanto la cabeza y saludo:
―¡Ave mirlo!

Pablo Luque Pinilla (Madrid, 1971) es autor de los poemarios Cero (2014), SFO (2013) y Los ojos de tu nombre (2004), así como de la antología Avanti: poetas españoles de entresiglos XX-XXI (2009). Ha publicado poemas, críticas, estudios, artículos y entrevistas en diversos medios españoles y ediciones bilingües italianas y el poemario bilingüe inglés-español SFO: pictures and poetry about San Francisco en Tolsun Books (2019). Asimismo, fue el creador y director de la revista de poesía Ibi Oculus y junto a otros escritores fundó y dirigió la tertulia Esmirna. Participa de la poesía a través de encuentros y recitales, habiendo intervenido, entre otros, en el festival de poesía Amobologna, que organiza el Centro de Poesía Contemporánea de la Universidad de Bolonia; el festival poético hispano-irlandés The Well, que se celebra en Madrid; o el ciclo El Latido, que organizara el Instituto Cervantes de Roma.
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