Crónicas ausetanas

Vacunas, guerras geoestratégicas y negocios

Xavier Tornafoch escribe sobre la geopolítica del negocio de la vacunación y lo que la de la COVID-19 está revelando sobre las debilidades estructurales de la Unión Europea.

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Desde que se conocieron los primeros resultados satisfactorios con las vacunas para prevenir la COVID-19 las noticias alrededor de la pandemia mundial provocada por la propagación descontrolada de esta enfermedad se han trasladado lentamente desde las muertes, los confinamientos y sus efectos económicos y sociales hacia una especie de debate de marcas centrado en la efectividad de los diversos sueros que se han puesto a la venta. Los nombres comerciales de los diversos preparados se han hecho populares: Astrazeneca, Pfeizer, Moderna, Sputnik, Janssen. En cualquier caso, se ha convertido en sentido común que la vacunación masiva es la única alternativa viable para recuperar la normalidad social a medio plazo. Sin embargo, en medio del debate sobre la efectividad de los diversos sellos médicos, se nos ha olvidado hablar de los intereses que se mueven detrás de la comercialización de estos productos. De hecho, el negocio de las vacunas es el último pelotazo del turbocapitalismo de este incipiente siglo XXI. Un macronegocio sufragado con fondos públicos pero cuyos beneficios, como acostumbra a pasar en los últimos tiempos, serán exclusivamente privados. Además, y como vamos comprobando últimamente, la guerra geoestratégica que enfrenta a los Estados Unidos de América, el imperio en declive, contra las potencias emergentes de Oriente (Rusia y China) ha abierto un nuevo campo de batalla en relación a la distribución de las vacunas. Entre unos y otros, la Unión Europea, que está evidenciando su absoluta irrelevancia en el contexto internacional, ya que su poder de negociación es tan estrecho que no puede asegurar una distribución rápida de las vacunas a los cuatrocientos millones de europeos, cosa que rusos, chinos y norteamericanos sí están en disposición de hacer.

La debilidad europea, acentuada por la espantada británica, gracias a la cual ellos sí han podido vacunar masivamente, al no estar sometidos a la ineficacia de los tecnócratas de Bruselas, cuya única misión en la vida es la de proteger los intereses de las empresas monopolísticas, se ha evidenciado de forma gráfica en Estambul, donde el nuevo sultán Erdogan ha humillado públicamente a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyden, obligándola a sentarse en un sofá apartado de las sillas oficiales, en las que los machos alfa discutían de cosas importantes, como si se tratara de un perrito faldero. Estoy seguro de que el presidente turco no se hubiera atrevido a realizar este desprecio a Hillary Clinton cuando esta ejercía de secretaria de Estado, simplemente porque hubiera tenido en cuenta que estaba ante una persona que tenía poder, mientras que era consciente que la Unión Europea no representa gran cosa en el escenario internacional y que se ocupa casi exclusivamente de favorecer negocios privados de grandes compañías, como se está viendo en relación a las vacunas.

Quizás esta debilidad europea en el tablero internacional, que tiene repercusiones concretas en la vida cotidiana de millones de europeos, expuestos al contagio de la COVID-19 porque no poseen acceso a vacunas que ni sus gobiernos nacionales ni la Unión Europea son capaces de conseguir, explique alguna cosa de la desafección popular creciente hacía las instituciones de Bruselas, que se puede ver acrecentada según cómo evolucione el tema de los fondos de reconstrucción, encallados aún en el Tribunal Constitucional de Alemania. Además, el seguidismo europeo, a cambio de nada, respecto de las políticas atlantistas dirigidas por Estados Unidos les priva de la capacidad de maniobra suficiente para comprar sueros a Rusia o China, cosa que si están haciendo masivamente los países de América Latina y de África.

En relación a esto último, es interesante detenerse en un artículo recientemente publicado por Víctor García Guerrero en La Soga, en el cual explicaba la manera en que el gobierno argentino se ha zafado de la presión de los fondos de inversión que controlan la mayoría de vacunas que nos ofrecen a los europeos. Según este periodista, Pfizer pidió quedarse con los glaciares de la Tierra del Fuego si Argentina no pagaba las dosis que iba a suministrar, ante lo cual el gobierno de Alberto Fernández acudió a Rusia y ahora están vacunando con la Sputnik. Los fondos BlackRock y Vanguard controlan la mayoría de acciones no solo de Pfizer, sino también de Moderna, Johnson and Johnson y Astrazeneca. Estas compañías ofrecen contratos tan arbitrarios que la Unión Europea no puede hacerlos públicos en su integridad porque evidenciarían aún más su absoluta irrelevancia ante la potencia de estas macroempresas.

Son estas condiciones tan exageradamente desfavorables las que lastran el suministro de vacunas a los países europeos, no la capacidad de producción de los laboratorios. Como asegura Victor García en su artículo, para entender lo que se mueve detrás de las vacunas debemos acudir a Naomi Klein y a la doctrina del shock. Los grandes fondos de inversión que tienen intereses en las farmacéuticas son los mismos que están detrás de las viviendas públicas privatizadas en España, o en las ayudas a las empresas en quiebra en Estados Unidos. Su objetivo, como nos explicó Klein en su día, es aprovecharse de las catástrofes para controlarlo todo, bien sea la vivienda, la educación o, en este caso, las vacunas. Lo curioso del asunto es que estas últimas fueron desarrolladas con fuertes inyecciones de dinero público por los mismos gobiernos que ahora tienen enormes dificultades para conseguirlas, y que se están viendo obligados a firmar convenios absolutamente opacos y lesivos para sus intereses nacionales, y para la protección de la salud de los ciudadanos. Este es el espíritu del nuevo capitalismo: aprovecharse de lo público para enriquecer a unos cuantos, a costa de lo que sea, incluso de la salud de millones de personas.


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Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.

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