El norte

Desde Metrópolis, con dolor

Una novela gráfica que rinde homenaje a la obra maestra de Fritz Lang y dos narraciones sobre el precariado, en «El norte», la selección de libros de Eugenio Fuentes.

/ El norte / Eugenio Fuentes /

Hace casi cien años, Fritz Lang concibió Metrópolis, una fábula distópica situada en 2026 donde relata la esclavización de los trabajadores por banqueros y empresarios. Sometidos a jornadas de diez horas y confinados en el subsuelo, los obreros de Lang son muertos vivientes que ya solo esperan la llegada de un redentor y que acabarán inmersos en una dura revuelta. A solo un lustro de cumplirse la fecha imaginada por Lang, los trabajadores occidentales siguen viviendo en la superficie del planeta pero sus condiciones de vida han sufrido una curiosa metamorfosis de ida y vuelta. Tras el creciente bienestar de las tres décadas siguientes a la segunda guerra mundial, en las que el proletariado se convirtió en una supuesta clase media de consumidores, la involución neoliberal iniciada en la década de 1980 lo ha sumido en un acelerado proceso de depauperación apenas enmascarado por la ilusión del consumo. Una excepcional novela grafica del argentino Christian Montenegro recrea con gran fidelidad y excelso genio el universo de Metrópolis, mientras que sendas novelas del italiano Alberto Prunetti y la estadounidense Hilary Leichter dibujan, con notable sentido del humor, el estado de precariedad impuesto en cuatro décadas por un capitalismo salvaje que sitúa la fe en el dinero a la cabeza de todos los valores.


Metrópolis, las raíces visuales de una revuelta


A menudo incluida en listas de las mejores películas de la historia, Metrópolis, la distópica fábula muda del vienés Fritz Lang, fue acogida con una peculiar división de opiniones tras su estreno en Berlín en 1927. Numerosas voces alabaron la fuerza y la belleza de sus imágenes expresionistas. Entre ellas, la de Buñuel. Pero no fueron menos quienes, Buñuel incluido, resaltaron la ingenuidad o la perfidia del guión, escrito por Lang y su esposa, Thea von Harbou, sobre una novela de esta última. Calificativos como «ingenuo», «tonto» o «trivial» se sumaron a los ataques de quienes lo tildaron de «fascista» y de «comunista». En una Europa de entreguerras marcada por el viraje revolucionario del movimiento obrero y por el ascenso de los fascismos, la búsqueda de concordia social expresada en la idea de que «la cabeza y las manos necesitan un Mediador, que ha de ser el corazón» encontró, claro, escasos adeptos y Metrópolis quedó fichada como «una maravilla técnica con pies de barro». La película, en cuyo rodaje Lang consumió diecisiete meses y un presupuesto que puso contra las cuerdas a la gran productora alemana UFA, fue un rotundo fracaso.

Casi un siglo después, la tortuosa peripecia vital de Metrópolis puede darse por concluida. La cinta fue víctima de todo tipo de mutilaciones y sirvió de pretexto para más de una veintena de músicas incidentales, incluida la perpetrada en 1984 por Giorgio Moroder, quien además no dudó en colorear los fotogramas. La criatura de Fritz Lang, director revalorizado por Cahiers du Cinéma como tantos otros, empezó a suscitar creciente curiosidad en la década de 1970. Desde entonces se prodigaron las restauraciones. Sin embargo, todas ellas estaban manchadas por el mismo pecado original: las sucesivas reducciones del metraje. Iniciadas ya en los meses posteriores al estreno, llegaron a afectar a casi un tercio de la película y pretendían dar nuevas oportunidades a un filme cuyo fracaso había achacado la UFA a sus más de dos horas y media de duración. Los recortes se perdieron con la destrucción de Alemania en 1945, pero en 2008 se localizó en Argentina una copia casi íntegra, aunque muy deteriorada, que permitió la reconstrucción considerada definitiva hasta ahora. Pueden disfrutarla gratis en sus pantallas a través de You Tube, arropada por una certera música minimalista.

Las vicisitudes del descubrimiento de la copia argentina son narradas con detalle por su autor, el historiador del cine Fernando Martín Peña, en el epílogo a Metrópolis: homenaje a la película de Fritz Lang, novela gráfica del bonaerense Christian Montenegro que ahora edita Libros del Zorro Rojo. Montenegro (1972), fiel sin reservas a la obra madre, ni quita ni pone. Tan solo aplica todo su genio a la tarea de convertir la imagen en movimiento ideada por Lang en una sucesión de viñetas a las que el ojo del lector ha de imprimir su dinamismo. De esta manera, la mixtura de Bauhaus, art-déco, cubismo, futurismo, goticismo y efectos especiales que alimenta la estética de la película no solo queda plasmada en la página con personalísimo rigor sino que, a raíz del obligado proceso autoral de descomposición y selección, ofrece al lector una reflexión gráfica sobre sus propias esencias.

Montenegro saca, pues, a la luz las raíces del lenguaje visual con el que Lang, sin apenas palabras, narró la historia de Metrópolis. Una ciudad, más conocida de oídas y fotogramas sueltos que visitada, en cuyo subsuelo viven recluidos, en 2026, los obreros que la construyeron y que ahora, como zombis, mantienen activas las máquinas. Ellas son las que generan riqueza para los empresarios y banqueros residentes en los enjambres de rascacielos de la superficie, coronados por los Jardines Eternos del Club de los Hijos. La historia, de resonancias cristianas, incluye catacumbas, una nueva Torre de Babel, una catedral, falsos profetas, depravación babilónica y, coronando el retablo, una virginal protagonista, de nombre María, cuyo demoníaco alter ego, la lasciva máquina María, desencadenará peleas entre los poderosos y la revuelta de los de abajo. Y así se trenzarán finalmente todos los hilos de una fábula endeble, redimida hasta la excelencia por la mano maestra de Fritz Lang.


Metrópolis
Christian Montenegro
Libros del Zorro Rojo, 2021
128 páginas
18,90 €

Ese ascensor social que solo baja


A mediados de los años ochenta del siglo XX, en Piombino, costa toscana, el cursus honorum del hijo del obrero era sencillo. Formación profesional básica, fútbol aficionado, puñetazos en las calles, chicas, acería, boda a los 22, hipoteca a los 24. Así lo recuerda Alberto Prunetti (1973) en 108 metros: the new working class hero (Hoja de Lata), la segunda parte de la trilogía sobre la clase trabajadora que se inició con Amianto: una historia obrera. Si en Amianto Prunetti recreaba la vida de su padre, soldador fallecido de cáncer a los 57 años, y a través de esa semblanza dibujaba a una clase obrera en vías de extinción, ahora es su propia persona la que se sitúa bajo los focos.

En 108 metros, longitud de los raíles fabricados en la acería de Piombino, Prunetti explica cómo su gusto por leer le convirtió en el primer universitario de su familia y, de paso, en un conspicuo representante de una nueva clase obrera, el precariado cognitivo, condenada a vivir peor que sus padres pese a tener estudios que deberían habilitarla como clase media. El licenciado Prunetti limpia playas y sirve pizzas a turistas hasta que un amigo le convence de que en Bristol también puede limpiar váteres, además de aprender inglés y ver mundo. Así comienzan, mediados ya los noventa, sus delirantes aventuras de trabajador eurotemporal en el reino de John Major, el disminuido heredero de Thatcher. Unas tragicómicas peripecias que funcionan como el mejor escalpelo para desentrañar la ominosa estafa neoliberal y captar todo el sentido de ese subtítulo que, parafraseando a John Lennon, le adjudica Prunetti al volumen.


108 metros: the new working class hero
Alberto Prunetti
Hoja de Lata, 2021
202 páginas
17,90 €

El espejismo del trabajo estable


Fabula Hilary Leichter, en la obertura de Algo temporal (Alpha Decay), que los dioses contrataron a la primera eventual, una mujer caída de un meteorito, para tomarse un descanso en la Creación. Desde entonces, el cáncer de la precariedad no ha hecho sino expandirse, con saña especial estas últimas décadas, hasta desaconsejar toda asociación preferente entre el término jornalero y las faenas agrícolas. A este lado del Atlántico se sabe bien, pero las mayores expertas en la lacra son las estadounidenses, incluidas las con papeles. Leichter, que no ha sido una excepción, aborda el problema en su primera y muy aclamada novela, escrita tras una fértil trayectoria como cuentista y sustituta.

La innominada protagonista de Algo temporal, hija, nieta y bisnieta de veteranas de la sustitución que contaban sus embarazos en horas y no en semanas, desempeña ante el lector 23 oficios. No son empleos convencionales: ordenar una kilométrica colección de zapatos, pasear las cenizas de un difunto, trabajar en un barco pirata, auxiliar a un sicario, sustituir a un fantasma, figurar como percebe… Esta dispersión de actividades conlleva, al parecer, cierta dispersión afectiva, pues son al menos dieciocho los novios de la protagonista, varios de ellos simultáneos: el alto, el manitas, el agnóstico, el paseante, el adicto al gimnasio, el favorito… Leichter, cuya frase fluye siempre bien amarrada, ha optado por fraguar su historia en el divertido molde de una fantasmagoría de contornos surreales. Que, bien pensado, es el que mejor se adapta a la actual fase delirante del capitalismo virtual.


Algo temporal - Hilary Leichter -5% en libros | FNAC
Algo temporal
Hilary Leichter
Alpha Decay, 2021
240 páginas
20,90 €

Eugenio Fuentes nació en Londres, en el hospital de St. Mary Abbot’s, donde doce años después fallecería  el legendario guitarrista Jimi Hendrix. Licenciado en historia y especializado en relaciones internacionales contemporáneas, ejerció la docencia y la investigación en la Universidad de Rennes 2 Alta Bretaña durante cuatro años. En 1988 se integró en la redacción del diario La Nueva España, del que durante casi tres décadas fue responsable de información internacional, analista político, columnista y crítico literario. Fruto de una insana pasión por los libros mantuvo durante 31 años en el suplemento Cultura la sección de novedades «La brújula», alimentada sobre todo por volúmenes huidizos publicados por pequeñas editoriales. Entre 2000 y 2004 quedó embrujado por el pintor Luis Fernández, a quien dedicó numerosos artículos y el documental Los mundos de Luis Fernández.

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