/ por Miguel de la Guardia /
¿Se han dado cuenta de lo incorrecto y muchas veces ofensivo del lenguaje en el que las administraciones se dirigen a los ciudadanos? Como contribuyente y como votante, me siento muchas veces agredido cuando cualquier instancia local, autonómica o nacional se dirige a mí conminándome a tal o cual acción, exigiéndome la presentación de algún documento o, simplemente, ignorando mi solicitud o escrito con el tan cacareado silencio administrativo.
Por si hubiera alguna duda, resulta insultante que la propia Administración no respete las leyes y se permita el lujo de pagar complementos y sobresueldos a funcionarios y altos cargos sin que estén considerados en las tablas salariales, abuse de figuras de libre designación o recurra, sin motivo, a contrataciones de interinos que se prolongan fuera de toda normativa.
En una democracia avanzada y plural como la nuestra, la cortesía de la Administración para con el contribuyente debería ser exquisita, respetuosa con todos, independientemente de su condición, poder adquisitivo, edad, sexo o creencias, prolija en explicaciones y justificaciones de las acciones propuestas, respetuosa con las leyes y las normas y, siempre, atenta a la presunción de inocencia, tan cacareada en numerosas ocasiones cuando se habla de temas judiciales.
Una administración bien educada debe ser consciente de su papel como entidad de servicio y alejarse de toda prepotencia. No sé si estará de acuerdo conmigo el lector, pero estoy convencido de que la soberbia, el supremacismo y la prepotencia son los gusanos que anidan en el alma de los inseguros y acaban por confirmar su mediocridad, lejos de ser un distintivo de su valía.
Lamentablemente, la revolución lingüística en las instancias administrativas ha ido por la vertiente del discurso incomprensible, repleto de eufemismos y complejas formulaciones que lo mismo afirman una cosa que la niegan, con el oculto interés de que el lector no pueda aclararse o por la vía de discriminar a las personas con un uso torticero del lenguaje plagados de o/a a cada paso, que se justifican como una aportación a la no discriminación de las ciudadanas o con aportaciones majaderas como lo de las miembras del congreso o los niños, niñas y niñes, que harían reír a mandíbula batiente a quien los escucha pero que, viniendo de cargos públicos con una abultada nómina a cargo de los presupuestos generales del Estado, resultan patéticas cuando no un insulto a la inteligencia de quien las oye. Lo peor es que la involución en el lenguaje debe de tener un efecto contagioso, pues el último hallazgo lingüístico de la ministra de trabajo acerca de las matrias resulta sorprendente en una mujer que consideraba inteligente.
Como evidencia de la grosería e intimidación del lenguaje empleado por la Administración en su relación con los ciudadanos, aporto como botón de muestra un fragmento de la citación para «asistir a la celebración del acto del Juicio Oral, en calidad de TESTIGO, advirtiéndole de la obligación que tiene de concurrir a este llamamiento, bajo apercibimiento de que de no comparecer ni acreditar justa causa que se lo impida se le podrá imponer una multa de 200 a 5000 euros, e incluso se podrá acordar su presentación por la Fuerza Pública». Entiendo perfectamente que se deba advertir de la obligación de comparecer y que incluso se deben indicar los problemas que puede crear la desidia del contribuyente a la hora de cumplir sus obligaciones con la justicia, pero no me negarán que el lenguaje empleado es intencionadamente ofensivo. Ninguna referencia a la importancia de celebrar los juicios con todas las garantías, ninguna deferencia con la persona citada, y eso que lo era en calidad de perito y no de supuesto maleante. En resumen, pura prepotencia administrativa.
PS.— Con el fin de sustentar la tesis de que las administraciones públicas deberían revisar su lenguaje a la hora de dirigirse a los ciudadanos, que no siervos, ruego a los lectores que aporten otros ejemplos.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire o análisis de alimentos. Próximamente publicará uno sobre smart materials en química analítica. Además, ha publicado doce capítulos de libros. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas. Fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España).
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