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Empoderar

Miguel de la Guardia manifiesta y razona su desagrado hacia un verbo que ha hecho fortuna en el lenguaje político de nuestros días.

/ por Miguel de la Guardia /

Parece ser que hasta la izquierda se ha dejado seducir por el poder y sus privilegios y el verbo empoderar no se cae de los labios de representantes y organizaciones que se pretenden progresistas. A mí, personalmente, me da cierto miedo ese furor por el poder que ha conquistado a amplios sectores de nuestra sociedad y me pregunto si quienes tanto gustan de empoderar a las mujeres, las clases populares, los homosexuales, lesbianas, transexuales, etcétera, son conscientes de que era precisamente el poder de los patriarcas, los explotadores, las instituciones religiosas y los homófobos de todo signo lo que tratábamos de combatir los que creíamos en la igualdad de hombres y mujeres más allá de cualquier diferencia de raza, creencias o tendencias sexuales. En consecuencia, creo que no está justificada esa adhesión incondicional al empoderamiento.

Cuando todavía existían enormes limitaciones para la acción de las mujeres en este país y se hablaba de feminismos más allá de una sola manera de entender la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, en una reunión en la que se analizaban los diferentes roles de hombres y mujeres en la sociedad, la ponente argumentó que el ideario masculino estaba volcado al éxito social y la conquista del poder, mientras que el ideario de las mujeres se proyectaba hacia la ética de los cuidados. En el ambiente se respiraba la rabia por la discriminación y se apostaba claramente por la proyección pública de las mujeres (lo que se ha demostrado que era absolutamente imprescindible), pero se dejaba de lado algo importante. En ese momento, yo me inclinaba por proyectar la actuación de los hombres sobre el cuidado de la prole, los ancianos y las personas dependientes más allá de la importancia social de su trabajo, en una palabra, feminizar el comportamiento de los hombres mientras se ampliaba la actividad pública de las mujeres en busca de una auténtica igualdad solidaria y responsable.

Lamentablemente, en la política de nuestro país tenemos ejemplos de que algunos que pretendían arrebatar los cielos del poder a la casta lo único que hicieron fue transformar en un corto espacio de tiempo su precaria economía personal, basada en un escaso sueldo de profesor asociado, en un suculento patrimonio familiar. De lo otro, del servicio a los ciudadanos y la lucha contra las desigualdades y el empobrecimiento de las clases medias y bajas, nada de nada: solo poder y privilegios salpimentados con alguna triquiñuela verbal. Por eso me resulta sospechoso el término empoderar, que se asocia más a los beneficios personales y prebendas que al servicio de la sociedad

¿De qué ha servido empoderar a los gobiernos de Karzai y Ghani en Afganistán? Poco o nada habrán hecho los millones de euros y dólares invertidos en ese país si tan fácil ha sido para los talibanes tomar el poder en pocos días. En mi opinión, de nuevo, la alternativa al empoderamiento habría que buscarla en la ética del servicio a los ciudadanos y harían bien las instancias internacionales en investigar los patrimonios de Karzai, Ghani y los miembros de sus gobiernos para completar el análisis de las razones de la involución en aquel país. Nuevamente, estoy convencido de que la conquista del poder acaba destruyendo éticamente a quien lo logra (no olvidemos el ejemplo de Ortega en Nicaragua) si no va acompañado de una auténtica actitud de servicio a la colectividad.

Quizás algún lector, que probablemente vote las mismas opciones que yo, echará en falta una crítica a sátrapas como Trump o Putin y a instituciones tóxicas como el Banco Mundial o el Foro de Davos, pero no es mi intención despotricar de aquellos que siempre tuvieron como objetivo la toma del poder en beneficio propio y espero que esta columna se entienda en términos de autocrítica más que de descalificación de actuaciones que se han llevado a cabo en nombre de la izquierda.

IMAGEN DE PORTADA: Poder y dinero, de Alex Arnell


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire o análisis de alimentos. Próximamente publicará uno sobre smart materials en química analítica. Además, ha publicado doce capítulos de libros. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas. Fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España).

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1 comment on “Empoderar

  1. Montserrat Jane Ribas

    La paraula no m’agrada ni foneticament. Gràcies per donar-me mes raons que m’expliquin el meu rebuig…

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