/ una reseña de Nuria Ruiz de Viñaspre /
Fija tu rumbo a una estrella
y podrás navegar a través de cualquier tormenta.
Leonardo Da Vinci
Eso haces si buceas hasta el corazón de la estrella. Navegar a través de cualquier tormenta. Isel Rivero esconde en esta estrella polar sus propios secretos, secretos que flotan en la superficie de toda tormenta. A través de su luz va guiando al mundo mostrándonos el camino a seguir en la vida o mostrándonos su propio camino. Nos invita a seguir la trayectoria de aquella Cola de Perro. Para ella la simbología espiritual de Polaris representa la búsqueda de su propia existencia. Y es toda una exigencia esa existencia revisitada. Recordemos que una de las utilidades que tenía la Estrella Polar era que en ella podían encontrarse todas las respuestas a las interrogantes de la vida. «Lo que sabemos/ Lo que parece transparente/ Y ahora está oculto».
Polaris es como Rivero, preciosamente fija, pero indicador fiable, aunque inexacto, de la dirección de la vida. Sin embargo, en este punto es bueno recordar que la identidad de las estrellas polares cambia gradualmente con el tiempo debido a que los polos tienen un movimiento continuo y lento a través del campo estelar. Así Rivero, que en este nuevo libro es un otro que incorpora todas las Iseles pasadas, las que son y las que están por llegar, llegando a convertirse en el pivote mismo de la estrella. Ella pone en circulación poemas nunca vistos alumbrándolos en su firmamento, actualiza otros tantos ya leídos equilibrando por completo el libro hacia la balanza de lo nuevo. De lo sorprendentemente nuevo. Y es que, en Rivero, cada poema es un libro. Cada partícula poética en ella tiene vida propia, es autónoma y puede respirar más allá de estar o no circundada, sostenida por otros hilos. Para ella «la poesía/ es más que palabras/ conectadas rítmicamente».
Ella, la revisora de su propia vida, la que se conoce y desconoce en la hectárea del propio abismo, pone en la lupa ángulos, piedras, esquinas. Pero es ella quien los busca, es ella la que una vez encontrados los agrestes rincones más arriesgados de la vida se descubre a sí misma asomada a esos bellos precipicios. Mujer en constante movimiento tanto interno como externo cuando dice: «Caminar es la apuesta».
Clavo, estaca, pincel o deidad, en este libro todo es posible. La fragmentación y la desfragmentación, la construcción y la deconstrucción del lenguaje. Así flotan poemas pasados y futuros, pero siempre analizados con los ojos nuevos de la poeta. Permanencia y estabilidad en un libro donde también subyace, sobre todo, la vulnerabilidad de la poeta no vista en otros libros. El lado humano, el compasivo, el amoroso: «Estamos juntas/ Las nubes corren desbocadas hacia el abismo./ Tú y yo/ golondrina y mujer/ entregadas a los volcanes en flor/ donde acudimos a las espirales tontas». En Rivero también hay terror. A veces resurgen imágenes grotescas. El dolor, la enfermedad, lo perturbador de sus poemas, que tanto recuerda el arte provocador de la artista Paula Rego… y es que las escenas violentas, la sangre, los miembros desparejados, lo siniestro, son seña de una vida llena de avatares y de inagotables luchas vistos y vividos en quizá una veintena de países. Pero la poeta también le canta a la naturaleza, una naturaleza femenina que siempre va con ella. La naturaleza para Rivero es como aquel jardín donde la poeta se pasea en las horas vespertinas. «Me cobijo bajo las sombras/ que dejan los mirlos con sus alas/ irlos ayer ateridos de frío/ hoy caballeros y damas/ cortejando».
A medida que avanza Polaris, Isel desavanza. Es una correspondencia de conjuntos hermosísima. Poemas que saltan en las páginas mientras salta el tiempo en sus rodillas. «Los dientes ya no brillan/ Los cirujanos marcan/ prótesis en tus rodillas». Después, la música, siempre respirando debajo de cualquier verso.
Este es un libro que recomiendo a aquellos que no hayan leído a la poeta, pero sobre todo a aquellos que, como yo, sí la han leído y releído.
Conviene decir en cuanto a la estructura que una antología es una recopilación de obras notables por algún motivo en particular, en este caso la diferencia. Pero aquí, cada poema propuesto es remirado por la poeta que actúa de bolsa de filtro, pero sin filtros al lector, sin trampa, y como una trilla, nos da lo mejor de cada uno de ellos. Así pues, se convierte en la antología más personal que ha caído en mis manos. Es más, si partimos de la base de que una antología no tiene movimiento, estamos ante un gran libro, no una antología. La inagotable Isel Rivero pisa y destruye sus poemas antes de reescribirlos y después los pone bajo la luz de una palabra. Polaris.
Como ya indicaría Benito del Pliego en el prólogo, esta muestra heterodoxa elaborada cuidadosamente por él recoge nada más y nada menos que sesenta años de escritura donde se percibe a la perfección el recorrido de la poeta a lo largo de los años, una búsqueda constante.
Por último, señalar que cierra el libro una extensa y a la vez limitada entrevista a la autora que inicia con este verso: «Mi escritura ha sido un ensayo de testigo interior y exterior; individual y colectivo». Y en este libro Isel quiere vaciarse, que nos vaciemos con ella.

Isel Rivero
Olé, 2021
334 páginas
14,42 €

Nuria Ruiz de Viñaspre (Logroño, 1969) estudió magisterio en Valladolid y es autora de poemarios como El mar de los suicidas, Órbita cementerio o Pensatorium y ganadora en 2004 del XX Premio de Poesía Ciudad de Tudela. Desde 2014 dirige la colección eMe – Escritura de Mujeres en Español en Ediciones La Palma.
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