Escuchar y no callar

Voluntad ciudadana

Un artículo de Miguel de la Guardia en demanda del respeto a la voluntad de nuestros conciudadanos, aunque no sea de nuestro agrado.

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En los países democráticos las elecciones, más allá de cualquier consideración, son la piedra de toque del sistema y sus resultados deben ser respetados escrupulosamente por todos, tanto los que vencieron como los que perdieron la elección. Es cierto que en la base del sistema, una persona un voto, se pueden dar muchas situaciones erróneas y no siempre todos y cada uno de los votantes disponen de la misma capacidad de análisis y de la madurez que les ponga a cubierto de populismos y de la manipulación de los poderosos y los medios de comunicación, incluidas las redes sociales y las llamadas fake news; pero en cualquier caso, debemos respetar la voluntad de nuestros conciudadanos aunque no sean de nuestro agrado.

Lo anterior viene a cuento del tan manido recurso de nuestros políticos a la amenaza con el triunfo de los adversarios y la propuesta de que los adversarios políticos establezcan cordones sanitarios a otras formaciones. Por supuesto que me desasosiega el trasfondo de odio e intolerancia que transpiran las declaraciones del señor Abascal y de Vox, pero también me resulta intolerable que formaciones como Bildu no condenen el terrorismo de ETA o que otras, absolutamente supremacistas, como JxCat lleven en sus listas a golpistas huidos de la justicia o gobiernos autonómicos, como el de Catalunya, excluyan la lengua mayoritaria de los catalanes del sistema de educación y marginen a todos cuantos no compartan los planteamientos de la autodenominada ERC o defiendan abiertamente atentar contra los funcionarios policiales, como la CUP. Por supuesto que me desagradaría profundamente tener que compartir responsabilidades de gobierno con ninguna de las formaciones anteriores y que me lo pensaría dos veces antes de apoyar a personas que mantuvieron tramas corruptas o se aferraran desesperadamente a sus cargos, aunque legalmente no hubieran sido condenadas en firme. Este último aspecto es, a mi entender, la razón del descalabro general de la formación Ciudadanos, pues si bien todos aplaudimos la decisión de desalojar a un PSOE enquistado en las instituciones andaluzas con una trama de corruptelas, no se entendió que no hicieran lo propio en Madrid, Valencia o Castilla y León con un PP que había traicionado a sus votantes y organizado una red de comisiones y desviación de fondos públicos. Lamentablemente, el señor Rivera prefirió cultivar su posibilidades de convertirse en el líder de la derecha a crear un partido liberal que actuara como muro de contención frente a la corrupción, viniera de donde viniera y que pudiera poyar cualquier propuesta honesta y sensata aunque la hiciera un adversario político.

Desde mi óptica, el sistema electoral debería favorecer la colaboración entre las fuerzas políticas y la ausencia de comportamientos excluyentes. Para ello se me ocurre que, en el caso de las administraciones locales, se eligiera tan solo a los concejales imprescindibles para llevar a cabo la organización de la vida diaria en sus ciudades, de manera que todas las decisiones se tomaran por mayoría pero con total transparencia. Obviamente esto no es posible a nivel nacional o autonómico, pues en las cámaras reside el poder legislativo y es al Gobierno al que corresponde la acción de gobernar. Evidentemente puede que no sea posible hacerlo con mayoría absoluta y, en ese caso, se impondrá la necesidad de un pacto entre opciones políticas distintas que debería ser público y no implicar, en ningún caso, un incremento ad nauseam del número de altos cargos, so pretexto de atender a su pluralidad. Para evitar la macrocefalia que afecta a numerosas instituciones, debería fijarse por ley el número máximo de ministros y consejeros autonómicos, así como el número de vicerrectores de las universidades y otros nombramientos que han proliferado últimamente como células cancerosas a la lumbre de la búsqueda de votos.

En resumen, respetemos todos los votos y a todos los votantes sin exclusión aunque no compartamos e incluso critiquemos abiertamente sus propuestas y trabaje cada opción política para ilusionar a sus votantes sin miedos, sin amenazas, dejando a los adversarios sin argumentos frente a la inteligencia, la seriedad y la generosidad de las propuestas. Lo otro, desautorizar a quien votó una opción distinta por los propios errores de quien lo critica, es y siempre será el recurso de los mediocres y los desaprensivos.

Cuando termino de escribir estos comentarios me saltan a la cara los resultados de las elecciones andaluzas que parecen confirmar que el señor Rivera hizo un impecable trabajo de demolición de su partido y que la estrategia del señor Espadas amenazando con Vox, pero sin ofrecer soluciones alternativas, ha acabado entregando la mayoría absoluta al PP. ¿Alguien hará autocrítica de los resultados obtenidos?


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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