/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
En portada: «Celos», de Edvard Munch
Los celos, como la envidia, no hacen feliz ni a quien los tiene ni al que los padece. Resulta sorprendente que alguien pueda pensar que estar celoso pueda ser una prueba de amor. Al contrario, los celos tan solo evidencian inseguridad y desconfianza. La desconfianza es una prueba de desamor. ¿Si no se confía en alguien, de verdad creen que se le puede amar? En el caso de que el origen de los celos sea la desconfianza, no lo dude: la persona a la que se dirige este sentimiento no merece su cariño y, por supuesto, aléjese de ella para evitar complicaciones. Como ven no es la desconfianza un escenario proclive al amor. A pesar de ello, la otra razón, la inseguridad de las personas celosas es la peor de las circunstancias.
El miedo a perder a la persona a quien queremos o a que pueda irse con otra persona dice muy poco de nuestra propia autoestima y debería ser una alarma que nos hiciera pensar en quién somos y a dónde queremos ir.
Hasta aquí he centrado la atención en la persona celosa y para terminar tan solo recomendaría a quien padezca de este mal que relea la obra de Shakespeare y que vea en la tragedia del moro de Venecia las consecuencias funestas que puede tener el gusano de los celos cuando anida en la mente de alguien, y lo injusto de ese sentimiento.
El otro lado de los celos es el de quienes tienen que sufrirlos de su pareja. Habrá quien llegue a pensar que es una prueba de lo mucho que son amados, pero les aseguro que se equivocan. No existen excusas para que nadie trate de controlar sus vidas, so pretexto del gran amor que les profesan, ni que nadie ponga trabas a sus amistades. Detrás de esas actitudes que evidencian el comportamiento celoso tan solo hay desconfianza e inseguridad y el daño que pueden procurar no se detendrá en coartar la libertad pudiendo llegar a la agresión. Las relaciones tóxicas que se establecen en una pareja afectada por los celos provocan daños en el corto plazo, renuncias, disgustos, quizás alguna agresión, y pueden llegar a causar la muerte, de nuevo el recuerdo de Desdémona y Otelo, y, en el medio y largo plazo dejan el regusto amargo de los malos momentos y la duda de si valía la pena no haber vivido de otra forma.
En general se piensa que los celos son sentimientos masculinos y eso ha contribuido a minar la confianza de los hombres y la seguridad en ellos mismos, pero ese sentimiento no es ajeno a las mujeres y en ese caso los daños en la autoestima suelen ser catastróficos con secuelas que perduran en el tiempo.
Contra los celos, el antídoto tan solo puede ser una dosis masiva de amor y confianza, de autoestima y generosidad. Solo se conserva lo que no se ata, como indica la canción de Jorge Drexler y mal se puede ayudar al desarrollo personal de alguien si se coarta su libertad de movimientos. En el peor de los casos, si la persona amada nos traiciona incluso habremos salido ganando al librarnos de alguien que no merecía nuestra confianza.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
0 comments on “Celos”