/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
Un buen político, como cualquier otro profesional que se respete, debe argumentar sus posiciones con veracidad, rigor y cuidando los aspectos pedagógicos que hagan comprensibles sus planteamientos a todos los que le escuchen. Creo que en esto todos estaremos de acuerdo, aunque, lamentablemente, verdad, rigor y pedagogía no sean las características a destacar de muchos de nuestros dirigentes y representantes públicos. Ahora bien, lo que no a todos les parece evidente es que las formas cuentan.
Desgraciadamente, la educación en nuestro país no es un valor que cotice al alza. Recuerdo que la primera vez que el grupo Hombres G actuó en Venezuela contestó a la pregunta de un periodista en la televisión que ellos no eran soeces, sino españoles. Era otra Venezuela en la que la educación se valoraba mucho y las buenas prácticas en los medios de comunicación impedían que se dijeran tacos. Lo lamentable es que los entonces jóvenes músicos españoles ya apuntaban que la corrección en el lenguaje se iba perdiendo en nuestro país. No lo duden: saber estar y mantener en todo momento una actitud respetuosa no está reñido en lo absoluto con ser crítico, incluso ácido, pero evitando que el razonamiento propio pueda ser rechazado o minusvalorado por motivos de forma.
Lo que aupó la figura del señor Iglesias a lomos del canal televisivo LaSexta no fueron tanto sus argumentos como el hecho de que durante las tertulias no interrumpiera a los demás e incluso mostrara un buen nivel de educación. No eran esos los tiempos en los que descalificaba a la alcaldesa de Madrid por ser esposa del líder del PP, empleando una violencia verbal de la que solo sería consciente cuando alguien dijo lo mismo de la señora Montero por motivos análogos. En ambos casos, quien descalificó al adversario con este tipo de argumento perdió una ocasión de oro para demostrar su superioridad intelectual y moral y hacer llegar su discurso con claridad.
En el Congreso de los Diputados y en los foros autonómicos se empieza a echar en falta un nivel mínimo de educación y de capacidad dialéctica y hacen mal las opciones políticas que privilegian el exabrupto de sus militantes con la esperanza de acumular minutos del telediario. Olvidan que los espectadores son también votantes y a muchos se nos están yendo las ganas de votar a quienes evidencian públicamente su falta de valores. Digo esto último puesto que cada vez son más frecuentes los insultos y el hábito de mentir en sede parlamentaria.
Después de ver el enroque de los ministros Grande Marlaska y Montero, negando lo obvio, parecen mentirijillas de colegio las de la ministra de Hacienda cuando se escudaba en que la Unión Europea no permitía las rebajas del IVA. También es lamentable que con voz meliflua el presidente del gobierno, señor Sánchez, niegue que el proyecto de derogación del delito de sedición sea el pago a la autodenominada ERC para asegurar su apoyo a los presupuestos generales del estado que le permitan prolongar su estancia en la Moncloa; a pesar de que la otra parte proclame a los vientos que ese, no otro, es el objetivo de la modificación del código penal.
La falta de sinceridad y de educación en un gobernante debería suponer la inhabilitación para el desempeño de cargo público, pero parece ser que también en este tema corren malos tiempos para la ética y la rebaja de penas para amigos y aliados se impone sobre el dictado de la razón.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
Miguel, si puedes mira este enlace y verás que esta denuncia cobra otra dimensión. Conviene recordar que el pragmatismo es “la filosofía de los que no tienen ninguna”. Ortega acertaba de pleno y hoy se evidencia. Mira esto:
https://elpais.com/videos/2022-11-29/documental-tragedia-en-la-frontera-de-melilla-el-papel-de-marruecos-y-espana-en-las-muertes-del-24-j.html