/ por Pablo Batalla Cueto /
Martes, 29/11/2022. Comenta César Rendueles que últimamente se acuerda mucho de una anécdota curiosa de la vida de Marx: el filósofo abandonó la redacción de El capital durante más de un año para concentrar todos sus esfuerzos intelectuales en insultar a Karl Vogt, un zoólogo hoy olvidado que le había acusado de ser un confidente de la policía. Entiendo por qué. Por qué se acuerda César de esa anécdota en este momento concreto, digo.
*
Dice Isabel Díaz Ayuso que «la historia de España, desde la Hispania romana y desde la monarquía de los Visigodos no se explica sin su raíz cristiana. ¿Nos lo vamos a negar? ¿Qué gana nadie con esa falsificación?». Yo pienso que se puede decir esto y estar bien dicho en su literalidad (no, claro que no se entiende la historia de España sin el cristianismo) y se puede decir que la historia de España no se explica sin la presencia musulmana y judía o el anticlericalismo y estar igual de bien dicho.
*
Protestas en China, de una intensidad, se dice, inédita desde lo de Tiananmen. Me encuentro un vídeo en el que un policía interviene entre el tumulto y habla de la injerencia de «fuerzas extranjeras». Un manifestante le responde: «¿Esas fuerzas extranjeras de las que hablas son Marx y Engels?». No sé en qué pararán estas protestas, supongo que en nada, pero el aroma que desprenden es muy Europa del Este años ochenta.
*
En El Ejido, un grupo de marroquíes celebra la victoria de la selección de fútbol de su país frente a la de Bélgica. La infame Rocío de Meer, una de las figuras más depuradamente nazis de Vox, comparte el vídeo con el comentario de que «no es Marrakech, es la calle Manolo Escobar de El Ejido […] Y el multiculturalismo es exactamente esto. Un fracaso». Yo pienso que esto de que el multiculturalismo sea gente contenta celebrando sus cosas en la calle la mar de pacíficamente es un asustaviejas un poco flojete, pero qué sabré yo de agitprop fascista.
*
Nos advierte Cayetana Álvarez e Toledo sobre «el plan de Sánchez: asalto final a la Justicia. Referéndum en Cataluña. Ilegalización de Vox. Y a por la Corona». No nos ilusiones, Cayetana, que luego el PSOE nos fallará como siempre, y lloraremos.
*
Carlos Garrido Limiñana, en Twitter: «El que acuñó el término de secuestro exprés perdió la oportunidad de llamarlo velocirrapto».
Miércoles, 30/11/2022. Empiezo Largo alcance: mi vida como francotirador en la lucha contra el Estado Islámico, de Azad Cudi, un librito que acaba de publicar en español Capitán Swing. Tiene uno de los mejores comienzos que recuerdo:
«He tenido muchos nombres —Sora cuando era niño en Kurdistán, Darren en mi pasaporte británico—, pero como francotirador me llamaban Azad, que significa “libre” o “libertad” en kurdo. Durante la guerra, mi nombre me recordaba un dicho kurdo: que el árbol de la libertad se riega con sangre. Es un proverbio sobre el sacrificio justo, sobre cómo la libertad no se consigue fácilmente, sino que requiere una lucha prolongada y dolorosa. Quizá llegue el día en el que ya hayan luchado y muerto suficientes de nuestras mujeres y hombres, y vivamos en un mundo de paz, igualdad y dignidad donde podamos beber agua de los manantiales y comer moras de los árboles. Pero Kobane no era ese mundo. En Kobane perdimos a miles y matamos a miles, y así, alimentando gota a gota el suelo de nuestra tierra natal, nutrimos y forjamos nuestra libertad».
*
El Comercio: «Gijón presume de su estrellona de Navidad, “la más grande de España”». Creo que hablo por todos si digo que esta carrera armamentística entre municipios en ansiosa busca de récords Guinness del brillibrilli navideño tiene que acabarse.
*
Qué poco soporto esos alardes confesionales que se ven a veces en hombres que le vocean al mundo: «¡Yo también he sido machista! ¡Pero me estoy arreglando!». Por supuesto que hay que arreglarse, pero arréglate en silencio; no quieras convertir esto en un caudal de likes. La izquierda Trento que dice Vallín: yo confieso ante Dios padre, y ante vosotros, hermanos, que he pecado. El espectáculo de la penitencia.
*
Circula por las redes un vídeo de Ramón de Pitis, un drogadicto madrileño a quien hizo famoso, años ha, el programa Callejeros, formulando la siguiente reflexión: «Yo soy anarquista. Si me pones en la política, me considero ácrata. ¡Pero con orden! No el caos. La policía es necesaria. El Ejército, también. Los municipales no, que nada más que saben echar multas». Ramón de Pitis es como la derecha española: ácrata del poder que la constriña, de orden para reprimir a quien intente quitarle el suyo.
*
La polémica del día en redes se refiere al programa MasterChef, de Televisión Española, donde Patricia Conde, una de las concursantes, recibió el otro día la reprimenda neoliberal de los dos jueces, Samantha Vallejo-Nágera y el chef Jordi Cruz, por no competir con suficiente brío, frente a la cual ella se escudó explicando, con sonrisa burlona, que tenía sueño y estaba cansada. Resulta muy risible el desconcierto indignado de Vallejo-Nágera y Cruz, echándose las manos a la cabeza por que Conde no se esfuerce en ganar «la chaquetilla». La risa de Conde desnuda al emperador. El capitalismo neoliberal es que todos andemos desquiciados corriendo como hámsteres y agostándonos la salud en pos de una ridícula chaquetilla. Darse cuenta, y que todo te empiece a sudar, con perdón, la polla o el coño es meterle arena en los engranajes. El conformismo es revolucionario. Le dice Jordi Cruz a Patricia Conde, en un momento dado: «Has sido una absoluta decepción». Seamos todos, siempre, una decepción para los jordis cruz de la Tierra. Por cierto que da miedo pensar, si Jordi Cruz es así en vivo y en directo con una concursante famosa de un programa de televisión con millones de espectadores (que ya fue acusado, hace un año, de desencadenar el suicidio de Verónica Forqué), cómo no será con los trabajadores y becarios de sus restaurantes.
*
Acusa la ministra Irene Montero a la bancada de la derecha, en el Congreso, de participar de la cultura de la violación. Creo que es un error; algo contraproducente. En la refriega cotidiana con la ultraderecha y una derecha tradicional cada vez más gregaria del liderazgo de la primera, es muy comprensible exaltarse, pero no usaría en un parlamento un concepto como ese, teóricamente impecable, pero que carece de un uso popular. Culpar a alguien de participar de la cultura de la violación, por supuesto, no es llamarlo violador: es decirle que no disiente de una estructura de opresión patriarcal en la cual la violación no es una desdicha, sino la consecuencia última de su propia lógica de propiedad, control y disciplinamiento de las mujeres por los hombres. Pero es fácil malinterpretar esa acusación como un insulto, como un exabrupto; más aún, como la acusación de haber cometido un delito muy grave. Y como dice Jónatham Moriche, «el problema —vale para la denuncia de cultura de la violación, para la reducción del consumo de carne o para otras cuestiones que despiertan feroz resistencia reaccionaria— es que necesitaríamos un altavoz social mucho más funcional del que tenemos para defenderlas debidamente».
Lo que no comparto es la reconvención que le hacen algunos a Irene Montero de que grita demasiado, de que frunce demasiado el ceño, de que hacen falta feministas sonrientes y amables, no broncas. A veces hay que sonreír y a veces hay que gritar. De Yolanda Díaz creo, de hecho, que una de sus flaquezas es que sonríe demasiado, que es demasiado amable, hasta empalagosa en ocasiones. No podemos dejar a los malos el patrimonio de la vehemencia.
Jueves, 1/12/2022. Me sale en Spotify el anuncio de un software desarrollado por la agencia TBWA y la tecnológica Glassworks para, atención, suprimir automáticamente el sonido de masticar doritos mientras se retransmite en streaming. Doritos Crunch Cancellation se llama la cosa. ¿Cuándo vienen los bárbaros?
*
Ayuso se declara en rebeldía y no restablecerá el impuesto de Patrimonio como le exige Pedro Sánchez. El Procés madrileño. ¿Qué tal un artículo 155 de la Constitución contra esta provincia rebelde e insolidaria?
Viernes, 2/12/2022. Cuánto mejor es un himno sin letra —pienso viendo a los futbolistas de la selección de fútbol de Brasil cantar el suyo, antes de un partido contra Camerún— que ese éxtasis ridículo de la mano en el pecho y los ojos cerrados cantando uno con letra. ¿Es esnob decir esto; un desprecio feo a las emociones colectivas y populares? Tal vez. Pero, diablos, de vez en cuando apetece permitirse ser un poco esnob.
*
Vox, leo en la prensa, presenta fuera de plazo las enmiendas a los Presupuestos de Ayuso. La que se vanagloria de ser la España que madruga es en realidad la España que holgazanea. Menos ganas de trabajar que el cuñado de Rocky.
*
Jorge Dioni: «En las cosas que más me gusta hacer, el verbo ganar no existe».
*
Escribe Azad Cudi en Largo alcance que «si nosotros creíamos en la posibilidad humana, [los yihadistas …] consideraban a las personas como inherentemente corruptas y el progreso humano como conceptualmente imposible». Pienso que en las grandes contiendas del presente, en general, el clivaje que separa a la izquierda y la derecha, el progreso y la reacción, también es una escisión entre una visión torva y una optimista de la naturaleza humana. Se ve bien cuando se promulgan leyes que amplían derechos y en cómo separan a quienes las celebran pensando en a cuánta gente van a hacer feliz y quienes, por el contrario, corren a imaginarse de qué múltiples maneras harán trampas con ella miles de malnacidos. La lucha contra Estado Islámico sería la versión extrema de eso: la pulsión de vida frente a la pulsión de muerte. Humanistas y antihumanistas.
Sábado, 3/12/2022. Termino Largo alcance. Es impresionante; un Tempestades de acero del bien, escrito por un hombre valiente y sensible. Habla Cudi con sereno detalle de sus acciones, de sus batallas. De sus disparos. Pero también de su vida, sus ideas, los oasis de belleza en el horror de la guerra, las secuelas de la misma. Hay pasajes de una profundidad cautivadora. Este, por ejemplo:
«Había varios temas de los que un francotirador no hablaba jamás. Nunca hablábamos de la fragilidad de nuestro empeño, por ejemplo. Ocho meses de lucha nos habían enseñado a todos que no había meritocracia en la guerra. En los días que llegaba la muerte y arrebataba una vida a nuestra izquierda y otras más a nuestra derecha, era tentador imaginar que aquello respondía a una estrategia, como un escultor va reduciendo lo superfluo y deja solo lo bello y necesario. Pero nos engañábamos. Había visto a los mejores combatientes caer con los primeros disparos de la batalla; había visto a los menos curtidos atravesar el más feroz de los combates sin un rasguño. La muerte podía ser un valeroso sacrificio o una humilde casualidad. Alejandro Magno conquistó la mayor parte del mundo y acabó muriendo porque un mosquito le contagió la malaria. A un día de trayecto en el oeste de Rojava estaba el río Salef, donde murió Federico Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano y anciano vencedor de innumerables batallas: se hundió en sus aguas por el peso de su cota de malla. No había predictibilidad en la guerra ni lógica en la muerte, ni forma de argumentar con ninguna de las dos. La muerte se nos llevaba, de forma incesante y despreocupada. Era inexplicable y de nada servía razonarlo. Solo podía aceptarse».
Habla también Cudi, en términos que recuerdan a algunas crónicas de la primera guerra mundial, de los momentos surrealistas de la guerra; de su capacidad para derretir los rieles corrientes de la vida, las formas habituales del paisaje:
«La forma en que nos deteriorábamos se reflejaba en el lúgubre campo de batalla. EI casi nunca se retiraba y cada calle que tomábamos estaba sembrada de cadáveres. A medida que avanzábamos, empezamos a encontrar también cadáveres de nuestro bando, voluntarios que habían caído antes, cuando EI había invadido la zona. Un día entré en una casa del frente donde cinco de nuestros combatientes habían tenido su base y los encontré tendidos boca abajo en el suelo, las manos atadas a la espalda y las cabezas en equilibrio sobre sus espaldas. Empezamos a notar que los perros, los gatos e incluso los pollos engordaban debido a aquella cosecha de cadáveres. Teníamos que dispararles para evitar la propagación de enfermedades.
El extraño paisaje en que se estaba convirtiendo Kobane ofreció algunos momentos surrealistas. Un equipo encontró un almacén de azúcar y construyó una base con sacos de cincuenta kilos. Cada vez que les atacaban, las balas rompían los sacos y los cubrían de una nube dulce. Cuando los encontré, vi que cogían puñados de sus fortificaciones para meterlos en el té. Otra visión turbadora era ver maniquíes despedazados por el suelo, junto a cadáveres reales. Al parecer, en ninguna tienda de ropa de Kobane habían faltado esas figuras de plástico rosa de ojos eternamente abiertos, y meses de ataques aéreos habían dispersado sus esbeltos y rígidos miembros por toda la ciudad. Al mirarlos con detenimiento, era evidente que los yihadistas también habían destrozado y quemado muchos de esos maniquíes. Parecía que el ejército de los puros no se arriesgaba a la tentación, ni siquiera ante la desnudez asexual de una muñeca de plástico».
Me toca ahora entrevistar a Cudi para La Marea. Y me genera una sensación extraña, inédita. Tengo muchas ganas de hacerlo, pero me siento como si fuera a entrevistar a un marciano. ¿Es mi mundo, este mundo en el que paso a limpio mis notas mientras me tomo un café y una tortilla francesa con queso, los perros ladran y me envuelve el calor de la chimenea, el mismo mundo que el de este hombre que ha visto cadáveres decapitados; que ha recogido del suelo los ojos, los dedos y las extremidades descuajaringadas de camaradas vaporizados por una bomba; que ha convivido con mujeres guerreras que se sacrificaron por sus compañeros lanzándose a lo kamikaze, envueltas en explosivos, contra un grupo de enemigos?
Otras veces he entrevistado a gente mucho más brillante que yo, o con vidas más intensas, más heroicas. Gente que pasó por la cárcel durante el franquismo, gente que se jugó la vida por una causa justa, como no estoy seguro de que yo tuviera el valor de jugármela. Pero nunca sentí, como sí lo siento ahora, que charlase con alguien de una especie distinta de la mía; con alguien con quien mi diferencia no fuera una mera cuestión de intensidad. Con todas las personas admirables a las que he tenido el lujo de conocer y entrevistar, me he podido sentir un intérprete del Himno a la alegría y el Oh Susana en un teclado Casio delante de un virtuoso del piano. Pero esto es otra cosa; una novedosa ininteligiblidad. Un teclado Casio frente a algún inconcebible artilugio llegado de una galaxia distante.
*
Celebrar la liberación femenina, pero demandando a las mujeres que no se excedan jamás ni un milímetro en la crítica, en el tono de la misma, respondiéndoles con agresividad cuando lo hace, no es celebrar la liberación femenina: es asumirla a regañadientes. Una revolución, una emancipación, nunca es un proceso quirúrgico, sino un despliegue masivo de energía que necesariamente involucrará algunos excesos, algunas injusticias. Cuando se asiste a él desde la posición del privilegiado, que arrastra tras de sí los beneficios de siglos de excesos e injusticias a favor de su grupo, hay que ser comprensivos y generosos.
*
Pienso como Germán Huici: no somos posmodernos, somos súpermodernos o, más bien, remodernos. La llamada posmodernidad no es más que el relanzamiento del proyecto moderno.
*
Comenta en Twitter una profesora
«el cambio (a peor) que pega mi alumnado de Primaria cuando pasa al IES por la cantidad de profes que tienen. Todavía son pequeños y necesitan una figura constante que les guíe. [… L]a primaria debería ser hasta octavo como antes. […] Ahora los de sexto de Primaria comienzan con una preadolescencia anticipada por ser “los mayores” del colegio. Antes tenían a dos grupos por encima y las cosas iban más despacio. Cuando pasaban al instituto, tenían catorce años, estaban más hechos. […] En el cole se crían con nosotros, crecen con nosotros, por lo que tenemos más influencia sobre ellos. Cuando suelto un grupo en sexto sé perfectamente quién se va a meter en líos en cuanto salga “de mi yugo” y no me equivoco. Y se le unen otros que no hubiera imaginado. Me encantaría poder tenerles dos años más para que madurasen “bajo mi mando”. Nos ahorraríamos dos años de problemas. No se trata de infantilizar, como dicen algunos. […] Se trata de no quemar etapas antes de tiempo».
Una perspectiva interesante y razonable, que creo que comparto.
Domingo, 4/12/2022. Cuenta David Remnick en La tumba de Lenin que, en los días del derrumbe final de la URSS, en la Navidad de 1991, los periodistas occidentales recorrían la Plaza Roja en busca de pasión y comentarios, pero, para su sopresa, solo encontraban indiferencia. Una mujer de Tver le dijo a un grupo de ellos: «A ustedes les importa, a nosotros no».
Lunes, 5/12/2022. Se debate en Twitter sobre un artículo de Lluís Orriols, en el que llama a hacer amigos entre los adversarios políticos; a configurarse un grupo de amistades de todas las ideologías, de tal manera de aprender unos de otros. Yo creo en —me consta que existe— la posibilidad de la amistad con una persona en las antípodas políticas de uno. Pero no como algo buscado por una idea boba de que todo es respetable y de todos se aprende, sino como algo fortuito, tropezado, a lo cual se decide condescender. Algo que ocurre a pesar de esa distancia ideológica, por alguna lealtad o cordialidad extrapolítica, y que la mayor parte del tiempo lo que hace es obviar la distancia, eliptizarla, no mencionarla; aferrarse a las briznas de cosmovisión compartida. Y que, si efectivamente puede significar un aprendizaje, un enriquecimiento personal, será el aprendizaje de cómo es y cómo piensa realmente el enemigo más allá de la caricatura, y cómo combatirlo mejor.
*
Santiago López Navia:
Había un niño que salía cada día,
y lo primero que miraba, en eso se convertía,
y eso formaba parte de él por aquel día o parte de aquel día,
o por muchos años o sucesivos ciclos de años.
*
Entrevistan a Juan Alberto Belloch, exministro de Justicia e Interior con Felipe González, miembro ilustre de esa generación felipista a la que hoy vemos cada vez más indispuesta contra la dirigencia del PSOE y más presta a una crítica constante y desleal, no así a la honestidad de marcharse de un partido del que parece no gustarles absolutamente nada. Pedro Sánchez no les gusta; Javier Lambán, a quien Belloch defiende, ha llegado a decir que a España le iría mejor si no hubiera alcanzado la secretaría general del PSOE. Dice Belloch que «la gente de mi quinta entiende que habría sido preferible pasar a la oposición y permitir que hubiese gobernado el partido más votado. Precisamente para desactivar electoralmente al PP, porque se habría metido en un buen lío». Esto de «desactivar electoralmente» al PP dándole el Gobierno, este «démosles el Gobierno, eso les confundirá», a mí me lo tienen que explicar; es una teología bizantina que a mi torpe cerebro le cuesta asimilar. Por cierto que Sánchez, mal; Rodríguez Galindo, bien. Dice Belloch de este general de la Guardia Civil implicado en lo de los GAL, a quien concedió en su día un ascenso a pesar de estar implicado en la tortura y el asesinato de Lasa y Zabala, que la tortura «era lo único que [Rodríguez Galindo] hacía mal». Qué listón moral tan generoso para algunas cosas el de esta gente que, para otras, tan implacablemente exigente se muestra.
*
Gran entusiasmo con un anuncio de J&B que incluye una celebración de la condición trans. Hay quien disiente de él, señalando que le estamos haciendo la publicidad gratis a una marca privada, tratándose, además, de una bebida alcohólica. Y que el anuncio es una operación de pinkwashing: la adopción hipócrita de un discurso de sensibilidad LGTB para vender más. En principio, es mi postura. Pero entonces leo esto en Twitter: «Por supuesto que no entendéis por qué hay tanto entusiasmo por el anuncio de J&B, porque no son vuestras realidades las que están siendo representadas como monstruosas y peligrosas día tras día y cada vez con más violencia». Es ciertamente muy fácil desdeñar un washing cuando no se pertenece al colectivo oprimido en cuestión. Y tal vez lo que debamos pensar sea que el pinkwashing, el purplewashing (lo mismo, pero con el feminismo), el greenwashing (lo mismo, pero con el ecologismo…) son ciertamente actos de hipocresía, pero la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, y una sociedad hipócrita, mejor que una sociedad honestamente brutal.
*
Termino La tumba de Lenin de David Remnick. Lo último que subrayo es este pasaje:
«Subsistía aún mucho del antiguo régimen. Los hombres más inteligentes del Partido Comunista ofrecían sus servicios como biznesmeny y konsultanty. El apparatchik medio apenas se movía de su asiento. A pesar de que la sede del Comité Central del Partido Comunista se había convertido en la sede del gobierno ruso, las personas que trabajaban en el interior del edificio eran prácticamente las mismas. Algunas semanas después del fracaso del golpe, uno de los ayudantes de Yeltsin visitó al máximo responsable del Comité Central, Alexander Sokolov, y le pidió una copia de su antigua guía telefónica. El gobierno de Yeltsin necesitaba burócratas con experiencia. “El resultado es que, en su gran mayoría, las personas que trabajan en las oficinas son las mismas que hace un año —le dijo Sokolov a Michael Dobbs, del ‘Washington Post’—. Cuando estábamos conformando las nuevas estructuras, tuvimos que contratar a gente de las antiguas. Nuestros partidarios (la gente que asistía a las manifestaciones y a los mítines) no sabía cómo se gobierna un país”».

Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia y máster en gestión del patrimonio histórico-artístico por la Universidad de Salamanca, pero ha venido desempeñándose como periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, Neville, Crítica.cl, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; dirige desde 2013 A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).
Pingback: El runrún interior (78) – El Cuaderno
Pablo, el día dos nos hacía llegar Pepa Bueno el contenido de este enlace. Creo que su difusión es un deber de cualquier periodista y publicación. Te prometo el envío de un texto, pero se precisa colaborar en la difusión del enlace:
https://elpais.com/videos/2022-11-29/documental-tragedia-en-la-frontera-de-melilla-el-papel-de-marruecos-y-espana-en-las-muertes-del-24-j.html
Gracias, Guillermo Quintás.
Pingback: El runrún interior (80) – El Cuaderno