/ por Avelino Fierro /
Como si hubiera firmado una tregua consigo mismo, harto ya de refriegas y minúsculas batallas, de los interrogantes y las tentaciones, de hilvanar uno tras otro los días… el mundo no ha querido despertarse. Se ha subido el embozo, se ha ocultado hoy bajo las sábanas para sentirse envuelto en un cosquilleo tibio. Veo los tejados blancos, las casas conteniendo la respiración, sus pupilas casi cegadas. Únicamente el hilillo de humo de las chimeneas de un edificio de ladrillo hace señales a esta monotonía.
Un hombre tocado con un gorro de lana rosa que termina en un pompón desfigurado, absurdo, rasca el cristal de un coche. Y un pájaro retiene su cuerpo temeroso entre las ramas. En las zonas más sombrías del parque está comenzando ese despertar de cristales que se resquebrajan sin sonido o con mínimos latidos metálicos. Los colores de plata son diversos, muestran sus variaciones: rutilantes o tiernos como la miga de pan o la leche de las madres; los hay transparentes, o tristes y desfibrilados. Toda esta vasta familia de hielos y escarchas ha venido hasta aquí, ha emigrado hacia las superficies y objetos del barrio: coches, antenas y cornisas, ventanas y bancos, prunos desnudos. Algunas esquirlas juegan sobre el plástico —ahora comienza a brillar— que envuelve un paquete de tabaco.
Todo se ha vuelto uniforme, embellecido con ese traje de piel de serpiente que oculta las grietas de las baldosas y los borrones secos de las manchas de carburante. Todo se muestra más pulcro. Y hasta los charcos de culpa y los golpes de la vida que se habían abierto como zanjas oscuras parecen aquietarse, entrar en un letargo. Sí, la tierra sigue acurrucada, con los poros cerrados. Una ilusión de pureza.
Los acontecimientos que cada jornada restauran y empujan la Gran Rueda, permanecerán así un buen rato: minúsculos, juiciosos, mesurados. Sigo pegado a la ventana, mirando. Y, como en el poema de Auden sobre la niebla, por este armisticio, por este sosiego, siento también deseos de dar gracias. Por este mundo silencioso y blanquecino, helado, por esta gasa que está envolviendo mis párpados.

Avelino Fierro (Chozas de Arriba [León], 1956), licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y fiscal de Menores de León, es escritor de diarios, poemas, dibujante y coleccionista de libros. Sus textos diarísticos han visto la luz en cuatro volúmenes: Una habitación en Europa (2010-2012), Ciudad de sombra (2013-2014), La vida a medias (2015-2016) y Contra tiempo (2017-2018) todos ellos publicados por la editorial Eolas. También ha publicado Estatuas de sal: cartas (2020) y Calendario (2021).
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