/ La escritura encubierta / Ricardo Labra /
En pocas ocasiones suelo utilizar, como encabezamiento de mis reseñas y artículos, el título del libro que comento o capta mi atención. Salvo que sea uno de esos títulos redondos, casi insuperables, en los que cualquier adicción complementaria conlleve una pérdida connotativa de sus significados. Supongo, por tanto, que Edu Galán, autor de este esclarecedor ensayo, debió de tener una especie de epifanía al encontrarse con el título —supongamos que paseando por Lavapiés— y vislumbrar por el hueco de los ojos de su anudada caligrafía el trasunto que desarrolla en sus páginas, así como sus conclusiones. Es decir, que en este caso me atrevo a asegurar que fue antes el huevo que la gallina, o si se prefiere, para ser más ortodoxos, el título antes que el desarrollo de sus contenidos.
El enunciado —La máscara moral— es en sí mismo y por sí mismo toda una hipótesis de trabajo y un compendio, una lúcida síntesis de sus conclusiones. Ciertamente, no hay concierto o competición deportiva que se preste, ni tan siquiera clases particulares de tango que no lleven puesta la máscara moral, que no apelen a los buenos sentimientos, que no los mercantilicen y subasten hasta transformarse en vacuas mercancías. La máscara moral es un instrumento resonador y amplificador de los devaluados valores, precisamente morales, con las que opera la propaganda y el mercado neoliberal.
Hace bien Edu Galán en diferenciar, recurriendo al materialismo filosófico, los borrosos lindes de la moral y de la ética, que como siempre en este ensayo concreta, después de un cabal análisis teórico, con un ejemplo a la altura de los mejores guiones de una película de Woody Allen, pero en este caso pasando por Coppola: «Dentro de la moral de la mafia podríamos considerar que la vendetta es adecuada: sirve para mantener el grupo cohesionado y continúa esa tradición siciliana que lo mantiene enraizado. En cambio, desde la ética esta posición sería completamente reprobable, ya que exige la eliminación corpórea de un ser humano».
Para Edu Galán, la raíz del exhibicionismo moral que nos acecha se encuentra en la necesidad de construir una identidad aceptada por la mercantilizada moral del neoliberalismo rampante. Una identidad que «determina nuestras relaciones sociales y personales», dentro de un endiablado engranaje que —como ya indicó Jean-Klaude Kaufmann en Identidades, una bomba de relojería— «actúa con vistas a producir un sentido que ya no está dado por el lugar ocupado». Ello obliga a una permanente suplantación personal, para poder estar acorde con las exigencias de la máscara escogida:
«Tremendo esfuerzo el que necesita cualquier persona para (de)mostrar lo mostrado; en definitiva, para que la mercancía moral final simule la mercancía moral publicitada». Como reitera nuestro esclarecido ensayista «Nada gusta más que gustar», por eso se hace lo que sea necesario —y la máscara moral es un socorrido resonador— para que los demás nos presten atención, para sentirse protagonista y parte del carnaval de los like y me gusta. Todo ello incrementado por las potentes tecnologías de nuestro tiempo, especialmente Internet, que se muestra como una mefistofélica «maquinaría de amplificación del yo».
Estos análisis previos permiten a Edu Galán llegar al meollo de la cuestión, a abordar uno de las grandes asuntos de nuestro tiempo, las conexiones entre la compulsión moral y la tecnología: «esa que mercadea con la atención y es engranaje de un sistema superior: el capitalismo afectivo, donde ya no alcanzamos a distinguir el capitalismo de las emociones que van asociadas a todas las mercancía que se mueve dentro de él», por lo que «[l]os objetos de consumo han perdido su condición: se definen al estar conectados a una emoción».
Son muchas las cuestiones que Edu Galán aborda en este ensayo dilucidador de la realidad de nuestro tiempo, como la capacidad de control a la que nos somete la asunción de los estereotipos sociales, pincelados de moralidad, en los que las víctimas —en la comunidad de likes todo el mundo quiere ser víctima de algo— son los únicos poseídos por la Verdad con mayúsculas. Lo que nos lleva a la cancelación, a la cancel culture: todo aquel que se salga o ponga en cuestión cualquier argumento de un grupo que se considera victimario recibirá en seguida una persecución que lo condenará por vía expeditiva al ostracismo. Edu Galán lanza una seria advertencia: «Las sociedades que viven con el miedo en el cuerpo son las sociedades más conservadoras y manejables». Internet, aunque probablemente no estuviera en los propósitos de sus creadores, ha cultivado este propósito «Asustar a los demás. Asustar a nuestros conciudadanos»
El ensayo de Edu Galán cumple con todos los requisitos académicos propios del género ensayístico, y de una indagación de su alcance, pero al mismo tiempo sorprende por su desparpajo intelectual y por sus entretenidas, irónicas y, a veces, sarcásticas argumentaciones.
Edu Galán, psicólogo, escritor, guionista y crítico cultural, pone el dedo en la llaga, al mismo tiempo que alerta seriamente al lector sobre los peligros que subyacen tras la mascarada moral que transforma en víctimas a los más subrepticios verdugos. Un ensayo esclarecedor, toda una epifanía.
Imagen de portada de Sarah Richter

Edu Galán
Debate, 2022
256 páginas
18,90 €

Ricardo Labra, poeta, ensayista y crítico literario, doctor en Investigaciones Humanísticas y máster en Historia y Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo; licenciado en Filología Hispánica y en Antropología Social y Cultural por la UNED, es autor de los estudios y ensayos literarios Ángel González en la poesía española contemporánea y El caso Alas Clarín: la memoria y el canon literario; y de diversas antologías poéticas, entre las que se encuentran Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, «Las horas contadas»: últimos veinte años de poesía española y La calle de los doradores; así como de los libros de relatos La llave y de aforismos Vientana y El poeta calvo. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La danza rota, Último territorio, Código secreto, Aguatos, Tus piernas, Los ojos iluminados, El reino miserable, Hernán Cortés, nº 10 y La crisálida azul.
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