Los cuadernos pálidos (47)
Del murmullo del mundo registra en esta ocasión Tomás Sánchez Santiago las salpicaduras de gracia del mes de abril o el rencor de la materia de los trasteros.
cuaderno digital de cultura
Del murmullo del mundo registra en esta ocasión Tomás Sánchez Santiago las salpicaduras de gracia del mes de abril o el rencor de la materia de los trasteros.
Manuel F. Labrada reseña ‘Die Zweisamkeit’, de Francisco Hermoso de Mendoza, una novela con parejas dosis de imaginación, reflexión literaria y humorismo del bueno.
Javier Lasheras reseña ‘Muerdo’, un libro de relatos de Nuria Barranco Flores, del cual ofrecemos uno de ellos: «La Virgen de Agosto».
Eugenio Fuentes reseña ‘Malaventura’, de Fernando Navarro, un «western de aquí mismo» salpicado de topónimos almerienses, granadinos, sevillanos, sobre el cual gravitan Lorca, Morente o Lagartija Nick.
José Luis Morante reseña ‘Querido Antonio: aquí como siempre’, una recopilación de cartas de Ángel González a Antonio Navas Jiménez.
Álvaro Valverde reseña una antología de ‘Poemas de ausencia y lejanía’, un rescate que viene a completar el panorama de la poesía española del siglo XX.
Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre el despido de Albert Rivera de un bufete que lo había fichado, las elecciones en Castilla y León o los chivos expiatorios del fascismo.
Javier Pérez Escohotado escribe el obituario de un hombre comprometido con la literatura y su divulgación, de obra ciclópea, promotor de estudios sobre autores clave y temas muy variados.
Javier Pérez Escohotado traza un largo obituario del director de cine recién fallecido.
Tomás Sánchez Santiago comenta ‘Tierra de Campos infinitamente’: libro «escurridizo y honesto» de Jorge Praga; itinerario por el «extraño acogimiento que presta Tierra de Campos a quienes saben buscar la belleza escondida en una sinfonía de negaciones».
Mariano Martín Isabel reseña ‘Voces remotas’, de Ignacio Sanz, un conjunto de catorce relatos que se dedican a unos personajes que viven en los vastos territorios de la España vacía, en pueblos perdidos, apartados, de espaldas al mundo.
Pedro Lecanda Jiménez-Alfaro diserta sobre cómo en la España de los regionalismos que surge de la Constitución de 1978 llama la atención la ausencia, la incomparecencia, de Castilla y el castellanismo; una Castilla de la que, además, ya no se siente parte el Madrid que abandera una suerte de ‘regionalismo de la ausencia de regionalismo’.
Arturo Caballero escribe sobre chozos, apriscos, palomares, guardaviñas, lagares, bodegas…; un mundo de construcciones tradicionales con el que todavía es posible encontrarse en los alrededores de los pueblos castellanos, aunque probablemente por poco tiempo, porque, como nadie les hace caso, se han empeñado en pulverizarse buscando el retorno a la tierra de la que antaño surgieron.
Escribe Pedro Luis Menéndez que «a pesar de que desde hace unas décadas utilizamos la pantalla de un supuesto ecologismo de salón […], y abarrotamos las verdes praderas bajo la etiqueta de turismo rural, nuestra reivindicación del campo no llega a los nativos, que siguen siendo vulgares y bastos».
«Esta es la casa, recuérdalo desde ahora, en la que vivías sin la gratitud debida». José Carlos Díaz escribe sobre un lugar que no llegó a habitarse y que acabó echándose en falta: allá se vivía sin reloj en la muñeca, el cólera no llegaba y la reclusión era imposible.