/ por Jordi Doce /
Recuerdo mi sorpresa, hace veinte o veinticinco años, al ver que Leonard Cohen (1934-2016) cerraba con dos o tres poemas una vieja edición de The Penguin Book of Canadian Verse. Era una sorpresa relativa, desde luego. Como muchos, había leído la poesía y las letras de las canciones de Cohen, pero no era consciente de que a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, mucho antes de convertirse en la celebridad que es ahora, el futuro cantautor era un joven discípulo del gran Irving Layton y un poeta apreciado por su maestría formal y su don para la observación social y psicológica. Con los años su poesía fue relajándose, haciéndose más libre y anárquica, introduciendo notas de humor irónico y hasta de sarcasmo (así en «La canción del cornudo») y, en general, contaminándose de las lecciones aprendidas en su condición de cantautor.
Hice originalmente estas versiones a mediados de la década de 1990, cuando vivía en Sheffield, pero no he dejado de revisarlas cada vez que he tenido oportunidad. Se publicaron junto con otras versiones de Jaime Priede en un número especial de El Cuaderno dedicado a Cohen con motivo de la concesión del Premio Príncipe de Asturias. Creo que en ese mismo número se incluía un brevísimo texto («Field Commander Cohen») que escribí en homenaje a New Skin for the Old Ceremony, su disco de 1974, y que venía a ser, en prosa telegráfica y sincopada, mi lectura del mundo Cohen. No me resisto a incluirlo aquí, porque además, ¿dónde si no?
Era un disco lejano del comandante Cohen, nueva piel para la vieja ceremonia, quién por el fuego, quién junto al agua, con ángeles volando que hacían el amor bajo un ala improbable, pintada torpemente por la vieja censura. Era el disco del hotel Chelsea, era esto lo que querías, hay una guerra —como si hubiera olido, muerte de un mujeriego, su futura pendencia con el guerrero Spector—, y la voz condensada, arrastrándose sobre un fondo espartano de guitarras y banjos socarrones. Crecíamos extraños y la voz ayudaba, daba claves. Decía: No sabréis más que ahora, no hay descanso, tomad esta intemperie y haced algo con ella, lo que podáis. Sigue diciéndolo. ¿Y quién diré que llama?
Poemas
Poema
He oído hablar de un hombre
de voz tan bella
que si tan solo dice sus nombres
las mujeres se entregan a él.
Si permanezco mudo junto a tu cuerpo
mientras el silencio florece como un tumor en nuestros labios
es porque oigo a un hombre subir las escaleras
y aclarar su garganta tras la puerta.
—
Pues lo poseo todo
Te preocupa que pueda dejarte.
No te dejaré.
Solo los extraños viajan.
Dueño de todas las cosas,
no tengo adónde ir.
—
Canción
Casi me fui a la cama
sin recordar
las cuatro violetas blancas
que puse en el ojal
de tu jersey verde
y cómo te besé entonces
y tú me besaste
tímida como si nunca
hubiera sido tu amante
—
Verano: Haikú
Silencio
y otro silencio aún más profundo
cuando los grillos
dudan
—
Regalo
Me dices que el silencio
se encuentra más cerca de la paz
que los poemas
pero si de regalo
te trajera silencio
(pues conozco el silencio)
dirías
Esto no es silencio
sino otro poema
y me lo devolverías.
—
[Me pregunto cuánta gente en esta ciudad]
Me pregunto cuánta gente en esta ciudad
vive en cuartos amueblados.
De noche, cuando contemplo
ante mí los edificios
juraría que veo un rostro en cada ventana
mirándome,
y cuando me vuelvo
me pregunto cuántos regresan a sus mesas
y escriben esto.
—
[El amor es un fuego]
El amor es un fuego
Quema a todo el mundo
Desfigura a todo el mundo
Es la excusa que tiene el mundo
para ser feo
—
[Alguien que come carne]
Alguien que come carne
quiere hincar sus dientes en algo
Alguien que no come carne
quiere hincar sus dientes en otra cosa
Si por un momento
todo esto te interesa
estás perdido
—
La música se nos insinuó
Quisiera recordar
a la dirección
que las bebidas están aguadas
y la chica del guardarropa
tiene sífilis
y la banda está compuesta
por antiguos monstruos de las SS
Sin embargo ya que es
Nochevieja
y tengo cáncer de labios
me pondré el
sombrero de papel en mi
magulladura y bailaré
—
[Me gustaría leer]
Me gustaría leer
algunos de los poemas
que me llevaron a la poesía
no recuerdo una línea
ni tan siquiera una pista
Lo mismo
ocurrió con el dinero
las chicas y las conversaciones de madrugada
Dónde están los poemas
que me llevaron
lejos de lo que amaba
hasta llegar aquí
desnudo con la idea de encontrarte
—
Qué hago aquí
No sé si el mundo ha mentido
Yo he mentido
No sé si el mundo ha conspirado contra el amor
Yo he conspirado contra el amor
Que exista la tortura no es un alivio
Yo he torturado
Incluso sin la nube atómica
yo habría odiado
Escuchad
yo habría hecho lo mismo
aunque no hubiera muerte
no seré sostenido como un borracho
bajo el frío grifo de los hechos
niego la coartada universal
Como una cabina de teléfono vacía
revivida en la memoria
como los espejos de una sala de cines al salir
como una ninfómana que une a miles
en extraña hermandad
espero
una a una vuestras confesiones
—
La canción del cornudo
Si esto parece un poema
ya te aviso desde el comienzo
que no era mi intención.
No quiero convertir nada en poesía.
Lo sé todo de ella
pero eso ahora no importa.
Esto es algo entre tú y yo.
Personalmente, me importa un carajo
quién llevó a quién:
de hecho, me pregunto si algo me importa en verdad.
Pero se supone que un hombre debe decir algo.
En cualquier caso: la ahogaste en cerveza,
te la llevaste a tu cuarto, pusiste los discos apropiados,
y en una hora o dos todo acabó.
Lo sé todo de la pasión y el honor
pero por desgracia aquí no pintan nada:
ah sí hubo pasión ya me imagino
e incluso un poco de honor,
pero lo importante era ponerle los cuernos a Leonard Cohen.
Joder, ya que estamos, puedo decírselo también a ella:
No me queda tiempo para escribir más.
Debo rezar.
Debo esperar junto a la ventana.
Lo repito: lo importante era ponerle los cuernos a Leonard Cohen.
Me gusta esa línea porque incluye mi nombre.
Lo que realmente me pone enfermo
es que todo sigue como antes:
todavía soy una suerte de amigo,
todavía soy una suerte de amante.
Pero no por mucho tiempo:
es por esto por lo que os lo digo.
De hecho, me estoy transformando en oro.
Es un proceso largo, dicen,
ocurre por etapas.
Esto es para informaros
que ya me he transformado en piedra.
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