Poéticas

El doble exilio de Catherine Pozzi

La relación entre Catherine Pozzi y Paul Valéry no fue un adulterio mundano, sino que afectó a ambos de modo decisivo sentimental e intelectualmente.

El doble exilio de Catherine Pozzi

/por Misael Ruiz Albarracín, editor y traductor de Catherine Pozzi: El doble exilio: poemas y correspondencia con Paul Valéry/

Catherine Pozzi dio únicamente seis de sus poemas por válidos. Todos ellos fueron escritos entre 1926 y 1934, un mes antes de su muerte. A excepción de «Ave», publicado en 1929 por Jean Paulhan, los demás poemas no aparecieron de forma íntegra hasta 1935 en la revista Mesures. Pudiera parecer que su renuencia a darlos a conocer fuese debida a su inseguridad literaria a pesar de, o debido a, su trato personal con Rainer Maria Rilke, Marcel Schwob, André Gide o el propio Paul Valéry, pero una lectura atenta invita más bien a pensar que no se trata en su caso de poemas literarios, de la construcción de una obra ingeniosa, sino del producto casi mecánico —como quería Wallace Stevens— de una sensibilidad aplicada a su propia experiencia vital: «escribo para no morir de soledad», explica en su diario.

En 1920 conoció a Paul Valéry por mediación de la baronesa Renée de Brimont. Catherine Pozzi tenía entonces veintiocho años y Valéry estaba en la cima de su carrera: era el autor de «La joven Parca» y «El cementerio marino». Al poco tiempo Catherine —o Karin, como se hacía llamar por los amigos— invita a Valéry a su casa solariega de La Graulet, cerca de Bergerac, e inician una relación que, a diferencia de lo que pudieran creer sus contemporáneos, no fue un adulterio mundano, sino que afectó a ambos de modo decisivo sentimental e intelectualmente. Su correspondencia, inédita durante décadas, es una muestra clara de su sofisticado intercambio de ideas, con vocación de fundir ambas sensibilidades e intelectos en un pensamiento común. Desprenden un erotismo intelectual que, sentido de forma distinta por uno y otro, desplaza al sensual. Paul Valéry le hace llegar las entradas de sus famosos Cuadernos, que ella comenta mediante notas manuscritas. La edición impresa en La Pleïade, expurgada de esas acotaciones, alude a ellas únicamente como comentarios de una mano desconocida.

Publicamos a continuación su poema «Ave» (1929) y dos fragmentos de su correspondencia con Paul Valéry, incluidos en El doble exilio. Poemas y correspondencia con Paul Valéry, de Catherine Pozzi (edición bilingüe; Animal Sospechoso Editor, Barcelona, 2018).

Catherine Pozzi (1882-1934).

Ave

Muy alto amor, si llegara yo a morir
sin saber jamás dónde fuiste mío,
en qué sol levantaste tu morada
en qué pasado tu tiempo, en qué hora
te amaba,

muy alto amor, más allá de la memoria,
fuego sin hogar fue todo mi día,
en qué destino trazaste mi historia,
en qué sueño se veía tu gloria,
oh, mi estancia…

Cuando esté para mí misma perdida
dividida en el abismo infinito,
infinitamente, cuando rendida,
cuando el presente del que estoy vestida
haya traicionado,

por todo el universo en mil cuerpos partida,
de mil instantes que siguen dispersos,
de ceniza hacia el cielo aventada a la nada,
recompondrás durante un año extraño
un solo tesoro

recompondrás mi nombre y mi imagen
de mil cuerpos que el día se llevó,
viva unidad sin nombre y sin rostro,
corazón del espíritu, centro del espejismo
muy alto amor.

Paul Valéry (1871-1945).

Carta de Catherine Pozzi a Paul Valéry, 24 de octubre de 1920

[…] «Nos refugiamos en el espíritu», dices, «y al final lo tenemos todo en contra». Porque estabas solo, alma querida —mi semejante—. No sabías que se reuniría apasionadamente contigo la más dispuesta y la más triste.

Compuesto de oro, piedra y árboles sombríos [Verso 58 de «El cementerio marino», de Paul ValéryVerso 58 de «El cementerio marino», de Paul Valéry].

Cuando leí ese verso —hace mil años— vi, en my mind’s eye, una especie de paraíso inhumano con un elemento material transcendente y también una especie de belleza extranjera (como hecha de pasado) —soledad absoluta; sólo éramos posibles tú y yo—. Escribí —con sencillez aparente, y perfectamente lúcida bajo este cuerpo de conveniencia— algo como esto: «si debo reencontrarte alguna vez, que sea allí». Dijiste: ¡cuánta literatura…!

Amor mío, enciérrame en ti. ¿Qué puede impedirnos encontrar y alcanzar los árboles, la piedra y el oro que existen para nosotros? No te abandonaré jamás.

Carta de Paul Valéry a Catherine Pozzi, 26 de octubre de 1920

[…] En general, percibimos muy poco nuestro cuerpo. Percibimos los objetos, pero no el ojo. Cuando más percibimos el cuerpo es en el dolor y en el amor; y, en ese caso, a través de otro cuerpo que confiere al nuestro la facultad de amarse.

Si nuestro espíritu estuviese también junto a nosotros, tan presto a obedecer, tan presto a alcanzar el límite de su potencia como el cuerpo… la que nuestro cuerpo alcanza en presencia de otro cuerpo. ¿Sería entonces nuestro espíritu el mismo? Pero le sería infinitamente más difícil hallar ese otro espíritu con el que… «gozar».


Misael Ruiz Albarracín (Bruselas, 1960) es autor de los libros de poesía El hueco de las cosas (Trea, 2010) y Todo es real (Pre_textos, 2017, Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás). Ha traducido la obra poética de R. S. Thomas (2008) y Clive Wilmer (2011) y, en colaboración con Santiago Sanz, tradujo y editó la obra del poeta metafísico inglés George Herbert (2014, Premio de traducción Ángel Crespo). Desde el 2015 dirige la revista de poesía online Mecanismos. Su última publicación es El doble exilio. Poemas y correspondencia con Paul Valéry, de Catherine Pozzi (Barcelona: Animal Sospechoso, 2018).

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