Mirar al retrovisor
La destrucción de Europa, ¿una opción?
/por Joan Santacana Mestre/
Dicen que Bismarck, después de haber ganado la guerra franco-prusiana en 1870 y, en consecuencia, haber incorporado la Alsacia y la Lorena al Imperio alemán, exclamó: «He colocado un puñado de traidores en el Reichstag». La razón de esta exclamación era que las dos regiones fronterizas recién incorporadas al Imperio alemán estaban pobladas de unas gentes que, a pesar de hablar alemán, se sentían francesas. Sus representantes políticos, salidos de las elecciones para ocupar el cargo de diputados del Reichstag, no se sentían alemanes. ¡Se sentían franceses! Por esta razón los podía considerar traidores.
En efecto, ambas regiones basculaban desde hacía mucho tiempo entre Francia y Prusia. Una persona que hubiera nacido en 1850 en Alsacia, en sus documentos figuraba que era francés; en 1871 se convirtió en alemán a causa de la derrota francesa de Sedán; en 1919, derrotado el ejercito del Kaiser, volvió a ser francés; en 1942 fue declarado de nuevo alemán y en 1945 volvió a ser francés. ¿Se imaginan cinco cambios de nacionalidad en una vida? En realidad, ¿qué son estas gentes? Da igual la nacionalidad que les asignen; lo importante es lo que ellos se sienten.
Pero lo importante aquí es recordar que en cada uno de estos cambios de nacionalidad de los alsacianos hubo una guerra europea que lo selló. Esta es la triste historia de Europa. Lo mismo que hemos descrito para este territorio fronterizo franco-alemán ha ocurrido en otros muchos países europeos a lo largo del tiempo. Las fronteras de Europa oriental todavía han sido más inestables a lo largo de los últimos cien años. No ha de extrañar que los padres de Europa, después de la segunda guerra mundial, tuvieran muy presente la Alsacia y todas estas amplias regiones fronterizas.
Paul-Henri Spaak, Robert Schuman, Konrad Adenauer, Jean Monnet, Sicco Mansholt o Ursula Hirschmann fueron algunos de estos padres de Europa. Cada uno de ellos tenía sus razones particulares para proponer la unión de los países europeos. Cuando se analiza su trayectoria vital resulta fácil descubrir porqué decidieron aparcar las terribles diferencias entre sus países y proponer una Europa federal. Quizás la vida de la única mujer de este grupo, Ursula Hirschmann, sintetice la idea europea y sirva para comprender cómo gentes muy diversas acabaron acariciando el concepto de una Europa unida mediante un sistema federal. Hicieron lo que hicieron porque recordaban el terrible pasado que habían vivido. No querían que esto volviera a ocurrir.
Los Tratados de Roma, ciertamente, no consiguieron cumplir con la vieja idea de una Europa federal, pero lograron que desde marzo de 1957 (fecha en la que se firmaron los tratados) hasta el presente en el seno de los países de esta Unión no haya habido ningún conflicto sangriento. ¡Sesenta años sin una guerra interna! Y ello pese a la persistencia de fuertes nacionalismos internos. Tan sólo doce años antes de estos tratados, las gentes de Europa se mataban en las trincheras, arrojaban bombas sobre las ciudades de los países enemigos —vecinos suyos—, cometían todo tipo de violaciones de derechos contra gente indefensa y saqueaban y destruían todo aquello que etiquetaban como enemigo. Recordamos esto no como un ejercicio erudito, sino para que el lector calcule el esfuerzo y la generosidad que implicaba firmar estos tratados.
Hoy, ignorando estas inequívocas verdades, hay en Europa corrientes ideológicas que quieren destruir esta unión. Entre estos partidos se encuentran el Frente Nacional (FN) francés, liderado por Marine Le Pen, el PVV de Geert Wilders, el partido austriaco UE-STOP, el Partido del Pueblo Danés, los Demócratas de Suecia, el UKIP dirigido por Nigel Farage, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga en Italia, mientras que en España está Vox. Desde la ultraderecha —y a veces desde la ultraizquierda—, charlatanes desconocedores de estas realidades pretender torcer voluntades para hundir una unión tan trabajosamente conseguida. ¿Y todo esto lo vamos a dinamitar? ¿Lo vamos a sustituir por el resurgimiento de la idea de los Estados-nación que tantas veces fracasaron antes? ¿Cómo es posible que los responsables políticos de nuestros países nos digan que el dialogo entre pueblos pacíficos no es posible?
La historia de la idea de Europa como unidad política es muy larga y arranca con Carlomagno (800-814), continua con el Imperio de Carlos I de España (1520-1552), le sigue el intento de unificación europea bajo el cetro del Imperio napoleónico (1804-1814) y el último ensayo que fue el Hitler, basado en la guerra (1934-1945). En todos estos casos la idea de Europa se basó en la fuerza; en la imposición de unos sobre los demás. La Unión Europea ha sido la única vez en la que se ha intentado dar voz a todos; si fracasa, ¿qué la sustituirá? ¿Volveremos a restaurar la etapa de feroces nacionalismos? ¿Abriremos viejas heridas? Yo quisiera saber estas cosas… y que no me cuenten más cuentos.
Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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