Crónica

Melquíades Álvarez, el Pico de Oro asturiano

El historiador ovetense Iván Álvarez glosa la figura del eminente tribuno asturiano destacando la vigencia de muchos de sus discursos y su interés para comprender el presente.

Melquíades Álvarez, el Pico de Oro asturiano

/por Iván Álvarez/

Generalmente se considera que la historia, como disciplina, gira en torno a la memoria, pero no es verdad: la historia es una cuestión de entendimiento. Y si estamos decididos a entender la actual situación política de nuestro país debemos aprender de las figuras e ideas que nos ha tocado heredar. Pondré de ejemplo mi patria chica. Asturias es una región muy especial; tanto que ha servido para colmar los discursos de uno a otro extremo del espectro político. Se apela a ella para ensalzar una Reconquista que en Covadonga no estaba planificada o para glorificar una revolución que rápidamente se vio malograda. Pero los asturianos hemos dado a la historia de España algo más que un puñado de hitos. Entre las páginas de la historia asturiana se esconden una serie de personas que han participado de los grandes acontecimientos políticos que salpican nuestra historia como españoles.

Los asturianos nos hemos olvidado de nuestros ilustrados y liberales. Parece ser que sólo el ilustre gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos se salva del olvido; y yo quisiera poner en valor el papel fundamental que han tenido los políticos asturianos en el largo siglo XIX español, el siglo del liberalismo. Ciertamente fue aquel un siglo muy largo: podríamos decir que terminó con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Es ahí donde las tensiones acumuladas desde Cádiz parten, literalmente, al país por la mitad.

En lo tocante a estos años, conviene recordar con motivo del aniversario de su nacimiento a una de las primeras víctimas de la guerra civil, y a su vez, último gran reformista y liberal asturiano: Melquíades Álvarez y González-Posada.                                                              

Licenciado en derecho por la Universidad de Oviedo, Álvarez fue republicano federal en sus inicios y terminó por convertirse en un importante miembro de la derecha republicana. Siendo Leopoldo Alas su padrino político, se convierte en catedrático en derecho romano y diputado, convirtiéndose en un destacado dirigente a nivel nacional gracias a su gran oratoria, lo que le granjea el apodo de Pico de Oro.

Cabe señalar que el objetivo de este artículo no es penetrar en la biografía personal del humilde tribuno. Por el contrario, se busca arrojar luz sobre su figura política; una figura que, ya sea por remota o por haber estado a la sombra de otros gigantes de la política, no resulta tan reconocible por el público.

Retrato de Melquíades Álvarez del pintor gijonés Nicanor Piñole.

Melquíades Álvarez hoy: icono conservador

El jurista asturiano es actualmente un emblema para liberales y conservadores de todos los colores. Incluso el Club de los Viernes, plataforma apartidista de corte liberal, le dedicó un homenaje charanguero; homenaje en el que se presenta al ilustre asturiano como un personaje libertario, antiestatista y enfrentado frontalmente con la izquierda política, obviando importantes cuestiones de su biografía política que serán expuestas más adelante. Por otra parte, el periodista Jiménez Losantos, en su obra La última salida de Manuel Azaña (1994), elogia al Partido Reformista de Melquíades, donde según él, se encontraba «la juventud más europea y más preparada que ha tenido España en este siglo».

La apropiación de su figura por parte de la derecha tiene varias razones, como son la rivalidad con Azaña o Cambó, sus críticas al comunismo bolchevique, así como el pacto con Lerroux para las elecciones de noviembre de 1933. A ello hay que sumar su muerte a manos de los anarquistas en la Cárcel Modelo de Madrid, lo que le convirtió en un mártir a manos del Terror rojo. El político asturiano, como tantos otros que quisieron navegar el peligroso mar del centro político, terminó varado a la derecha; aunque según diversos autores, con resignación y amargura.

Esta parece ser la idea dominante: el Melquíades conservador, su faceta derechista y moderada. Sin embargo, abordaremos a partir de aquí las múltiples facetas del político gijonés para dar una visión más completa.

Militante republicano

Melquíades fue presentado como candidato de los liberales demócratas por Oviedo a las elecciones de marzo de 1898. Obtuvo escaño, pero su acta fue impugnada por los conservadores, siendo anulada en 1899. Finalmente, entró en el Congreso por primera vez en 1901. Comienza aquí la historia de un político que de su oratoria hizo distintivo personal. El asturiano se granjeó la admiración de rivales políticos e intelectuales de renombre de la época, así como de la prensa. Pérez Galdós prologó en 1911 una antología de discursos del político asturiano de la siguiente manera: «En la oratoria política, así ante el Parlamento como ante las multitudes, no hallaréis quien iguale a Melquíades Álvarez». Una década después, el parlamentario gijonés ya es una figura consolidada, mediática, en primer plano de la actualidad política.

Tras la Semana Trágica de Barcelona en julio de 1909, republicanos y socialistas estrecharon relaciones y se posicionaron frontalmente contra la monarquía de Alfonso XIII. La instauración de la República y la transformación radical de España eran urgentes. En noviembre de ese mismo año, Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE, y Melquíades Álvarez, en estos momentos ya destacado líder republicano, se unieron en un efusivo abrazo en un mitin multitudinario en Madrid. La Conjunción Republicano-Socialista acababa de nacer.

En su faceta fervorosamente republicana, Melquíades pertenece a la izquierda política moderada. No defiende posturas revolucionarias ni marxistas, aunque en ocasiones destila un discurso obrerista, fruto de su origen humilde en Asturias. Apuesta por la evolución y la regeneración, no por la revolución. Como jurista, da gran importancia a la integridad y eficacia de las instituciones y el cumplimiento de las leyes. Da gran valor a la libertad individual y a la propiedad privada, pero defiende que el Estado intervenga en la economía. Se muestra, por otra parte, como figura laicista y moderadamente anticlerical, aunque defiende la religión frente a la izquierda radical.

Llegados a 1912, el político asturiano defendía con menos ímpetu las posturas republicanas, y acometió un acercamiento a la monarquía. Consideraba que la transformación del sistema podía realizarse desde dentro. Conservaba sus ideales republicanos, pero aspiraba a una monarquía democrática. Por este motivo se aleja de los republicanos radicales, y más aún de los socialistas. Nace aquí el Melquíades Álvarez reformista.

El Partido Republicano Reformista

La gran obra que legó Melquíades Álvarez es una propuesta política que pretendía dar alternativa al agotado turnismo entre liberales y conservadores, y que a su vez se alejaba del radicalismo de los socialistas y republicanos más progresistas. El Partido Republicano Reformista se fundó en abril de 1912, pero su presentación a la sociedad no se produjo hasta el 23 de octubre de 1913, en el Hotel Palace de Madrid. Al banquete de presentación acudieron personalidades como Benito Pérez Galdós, Manuel Azaña, Ortega y Gasset, García Morente, Fernando de los Ríos o Pedro Salinas. Afín a los reformistas se encontraba la Liga de Educación Política Española de Ortega y Morente, en la que también se encontraban los escritores Federico de Onís o Antonio Machado.

El histórico republicano asturiano opta ya abiertamente por un discurso que va más allá del debate entre Monarquía o República, focalizándose en la regeneración del sistema político. Adopta aquí la postura de lo que terminaría por denominarse accidentalismo: la forma del Estado es secundaria; importa la democracia, la transformación de la sociedad española.

Caricatura política ridiculizando el discurso ambiguo de Álvarez sobre el debate Monarquía/República.

El Partido Reformista nunca llegó a ser un partido de masas a nivel nacional. Sus grandes éxitos se cosecharon en Asturias, donde el voto obrero era fundamental. Siempre tuvo el apoyo de importantes intelectuales, como los ya mencionados, pero el grueso de la sociedad española seguía enfrascado en la dinámica de la Restauración. Los partidos liberal y conservador se disputaban la mayoría de los votos y, con el objetivo de penetrar en el sistema monárquico para reformarlo, Melquíades se dejó querer por los liberales de Romanones en 1915. Este acercamiento a los liberales propició la división interna de los reformistas: figuras como Ortega y Gasset o Azaña se alejaron del partido y criticaron abiertamente la deriva moderada del líder asturiano.

La aventura reformista no tuvo gran recorrido: su postura cercana a los monárquicos convirtió a los reformistas en un remolque republicano a rebufo de los liberales del régimen. El parlamentario asturiano insistió incesantemente en la conveniencia de formar Cortes Constituyentes y por ello apoyó la huelga general de 1917, pero nunca consiguió extraer nada positivo del régimen de la Restauración. Las propuestas de Melquíades no obtuvieron respuesta y los reformistas tendían a la absoluta minoría. Sin embargo, fruto de su relación con los liberales, el asturiano llegó a ser nombrado presidente del Congreso de los Diputados en 1923, justo antes del golpe de Estado de Primo de Rivera.

El Melquíades izquierdista

La faceta de nuestro protagonista que más inadvertida ha pasado ha sido la socialdemócrata. Esta cara izquierdista se manifestó en numerosas ocasiones, siendo transversal a las diferentes fases de su vida política: republicano federal en la crisis de la monarquía, aliadófilo en los años de la primera guerra mundial, republicano dentro del régimen y programa socialdemócrata de los reformistas, así como conspirador contra el dictador Primo de Rivera. La excepción que confirmaría la regla sería su alianza con Lerroux en 1933. Además, Melquíades nunca dejó de lado a su Asturias natal, y sus paisanos obreros siempre estuvieron presentes en sus discursos.

Durante la primera guerra mundial, la izquierda siempre mostró mayoritariamente su apoyo hacia el bando aliado, mientras que la derecha era profundamente germanófila. Melquíades Álvarez apoyó abiertamente la causa de los Aliados, y ante la propuesta de una posible alianza de España con la Triple Alianza el asturiano será tajante al decir «Con Alemania, no; con Alemania, nunca; con Alemania, jamás». Pronunció el tribuno asturiano en 1915, en Granada, un discurso para la historia, que terminaría por ser profético:

Una crisis enorme de vanidad la ha perturbado, y la megalomanía pangermanista, fruto legítimo de un panteísmo político que desde los tiempos de Hegel ve en el Estado la expresión suprema de divinidad, ha envenenado el alma del pueblo haciéndole creer que tiene como misión providencial conquistar la hegemonía del mundo […] Desde entonces ya no es lo que era, el país dulce de los ensueños, de los filósofos, de los grandes poetas, sino el país conquistador y agresivo que rinde culto supremo a la fuerza y en la fuerza pone todos sus anhelos.

Como ya se ha mencionado anteriormente, Melquíades apoyó la huelga general de 1917 tras entrevistarse con Besteiro y Largo Caballero. Su apoyo al movimiento de UGT y PSOE supuso la pérdida de numerosos militantes del Partido Reformista, lo que haría que Melquíades Álvarez no fuera elegido diputado en 1918. Su implicación con los huelguistas sólo se entiende si vemos este gesto como una presión ejercida para dirigir a la monarquía hacia la democratización. A la sazón el político asturiano definiría a la clase trabajadora como «única fuerza con la que podemos contar para la salvación de España».

El Partido Reformista era a su vez una formación política con un programa con marcada tendencia socialdemócrata. Se respetaba la propiedad individual siempre y cuando estuviera supeditada a las exigencias de la sociedad, defendiendo el derecho absoluto del Estado para intervenir en las relaciones de capital y trabajo. Los reformistas abogaban por fomentar las asociaciones obreras, la sindicación de los trabajadores públicos, la extensión de los seguros sociales, así como de los derechos civiles y políticos de las mujeres españolas, dando prioridad a la situación de las mujeres obreras, etcétera. En resumen, un programa que a día de hoy sería definido en términos maniqueos.

Estas cuestiones y tantas otras nos muestran un Melquíades muy diferente a la representación burda que liberales y conservadores presentan hoy día.

La nación española

En los años que aquí se tratan los políticos se enfrentaron a un problema que, curiosamente, se nos presenta a nosotros en los mismos términos. La cuestión catalana entró con fuerza en el Parlamento tras las elecciones de 1916, gracias a los 13 diputados de la Lliga Regionalista de Cambó. El 1 de julio de este año el político asturiano defendió la unidad de la nación española de una manera que avergonzaría a sus homólogos actuales, por hacerlo con un tono asertivo y razonado que hoy resulta envidiable. Lejos de las algazaras parlamentarias actuales, Melquíades mantiene una tesis opuesta a la de Cambó que rezuma una serenidad que hoy echamos en falta: «En vuestros discursos y palabras España aparece como una especie de expresión geográfica donde tienen asiento varias nacionalidades, algo parecido a lo que era Italia antes de la unidad […] Es decir, que España no es más que un pedazo de tierra, o un artilugio político, una cosa que no puede sentirse, que penetra fríamente en vuestro espíritu».

Melquíades niega la idea de nación de naciones y enarbola la idea de nación histórica española, idea para él incluyente:

Esto abre un abismo entre vosotros y todo el país, entre vosotros y el resto de los diputados catalanes, que abrigan por Cataluña el amor inmenso que abrigamos todos por nuestra región, el que yo siento por mi Asturias. Un amor que por lo permanente es el que más recuerdos y voluptuosidades produce, pero sintiendo igualmente amor hacia otra cosa más grande, que es la Patria, que encontramos definida en la historia con su personalidad.

Prosigue más adelante con una idea que podría ser compartida por los marxistas, la idea de nación política:

Reconocer hoy la personalidad nacional de Cataluña, o reconocer, como pretenden algunos, la personalidad nacional de Vasconia, sería volver a los tiempos del siglo XIII y del siglo XIV […] No hay mayor artificio que el de pretender el resurgimiento de nacionalidades que habrán tenido su realidad en la historia, pero que han ido desapareciendo a través de los siglos, abdicando voluntaria o forzosamente de su poder en aras de una patria mayor.

Estas y tantas otras partes de su discurso son de asombrosa actualidad. Pudiendo estar uno en mayor o menor acuerdo, su elocuencia es fácilmente reconocible.

El lector interesado en la intervención completa puede consultarla en la página web del Congreso de los Diputados, donde pueden encontrarse digitalizados buena parte de los diarios de sesiones existentes, a fecha 1 de julio de 1916, núm. 41, pp. 1014-1017.

El Melquíades que necesitamos

En la época que nos ha tocado vivir se antojan necesarias figuras como la de don Melquíades. La segunda mitad del año 2019 promete ser una temporada política encarnizada; aunque tal vez, y por desgracia, estemos acostumbrados. Vivimos en una época de espectáculo incesante, donde la información —o desinformación— vuela y se consume rápidamente. Son los tiempos de los programas televisivos de tertulia política en todas los canales y a todas horas, los tiempos de los memes y las cadenas de WhatsApp, de las performances en el Congreso y las redes sociales, los tiempos de las fake news. Y afrontamos esta época con una sensación de impotencia y de confusión, las ideas no están claras, y los ídolos de barro que se nos presentan parecen ser fácilmente desechables.

Son tiempos nuevos, tiempos salvajes, como dice la canción de Ilegales; pero los problemas de la gente común no son nuevos, aunque sí son siempre salvajes. Algunos de los problemas que nuestro paisano asturiano abordó en sesiones parlamentarias o en otros ámbitos hace ya un siglo, tienen vital trascendencia en nuestra actualidad. Es por ello que Melquíades Álvarez es una figura indispensable para la reflexión sobre nuestro presente y futuro próximo.

Don Melquíades está hoy enterrado en un nicho del cementerio de la Almudena de Madrid. Injustamente asesinado en 1936, justamente merece ser recordado en 2019.


Iván Álvarez es historiador, licenciado por la Universidad de Oviedo.

0 comments on “Melquíades Álvarez, el Pico de Oro asturiano

Deja un comentario

%d