Mirar al retrovisor

Hay que expulsar a los mercaderes del templo de las musas

En las últimas décadas, en que han crecido tantas burbujas, han surgido museos especulativos, que fijaban sus objetivos en que entrara el mayor número de turistas y ahuyentaron a sus conciudadanos, y no pensaban en investigar. Ahora, entran en una crisis que Joan Santacana considera muy digna de celebrar.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

Los museos, tal como hoy los conocemos, fueron una invención de los ilustrados, concebidos por la sed de conocimiento. Se alimentaron fundamentalmente de hombres y mujeres que estaban apasionados por la ciencia, el arte o la historia. Es importante observar que, justo con la institución museística en el viejo continente y también en América, los museos fueron buenos aliados de la escuela, otra institución que en gran parte fue fruto de la Ilustración. Hombres como Charles Darwin o Alexander von Humboldt recorrieron el mundo con la voluntad de comprenderlo y en sus viajes trajeron toneladas de muestras de rocas, infinidad de álbumes de herbarios, miles de ejemplares de animales, insectos y peces. Y todo esto alimentó los museos. La labor paciente de crear estas colecciones se hizo lentamente, con el convencimiento que estaban colocando las bases científicas del Cosmos. Y como resultado de todo ello, hoy Europa y en gran parte América, son depositarios de la mayoría de los museos del mundo. Los científicos que llenaron los museos no desdeñaron el apoyo de reyes y príncipes; pero tampoco buscaron su alianza a cualquier precio. Se cuenta la anécdota de la única vez que Humboldt y Napoleón se hallaron cara a cara: ambos eran los dos hombres cuyo nombre era más conocido en la Europa de su tiempo. Era un agosto de 1804. Humboldt narra el encuentro, que no fue precisamente un éxito: «El Emperador Napoleón se comportó con una frialdad glaciar hacia Bonpland —el científico que acompañaba a Humboldt— y parecía lleno de aversión hacia mí». En efecto, cuando los presentaron, todo lo que Napoleón se le ocurrió decir fue: «Conque usted está interesado por la botánica. Mi mujer también». Y con esta frase, casi insultante, se dio la vuelta.

Y lo cierto es que, si los museos no sirvieran para crear conocimiento, no es fácil encontrarles otra utilidad más genuina. Los museos son el reino de lo verdadero, de lo tangible. Frente a un mundo en el que, a menudo, todo es virtual, entrar en un museo de arqueología, de geología o de bellas artes es enfrentarse a un mundo de realidades. Para otra cosa suelen servir también los museos hoy: muchas personas buscan en ellos el placer extraño que producen las cosas bellas que amamos.

Sin embargo, hoy, algunos horóscopos vaticinan que un tercio de los museos del mundo corren riesgo de cerrar definitivamente sus puertas. La alarma procede del Consejo Internacional de Museos, que afirma haber realizado una encuesta en más de mil quinientas instituciones museísticas y que su resultado alerta de este peligro. La culpa se atribuye al cierre de museos decretada en casi todo el mundo por culpa de la pandemia del coronavirus. ¿Como es posible que una epidemia, grave sin duda, pero pasajera, al fin y al cabo, acabe con los museos? Georges Henri Rivière nos alertó hace muchos años de los peligros y metas del museo de hoy y de mañana. El sabio museólogo ya intuyó sombras que podían poner en peligro al museo. Nos alertó de que muchos museos parecían responder a una operación de marketing cultural. Alertó de cómo los museos caían en manos de gestores voraces, con «voracidad museal» por emplear sus mismas palabras. Mientras, se desatiende la conservación y restauración; el museo necesita cada vez mas «conocimiento científico»; y además —y este era para Rivière un peligro no menor— «el museo puede jugar indirectamente, y pese a él, un papel nefasto, cuando valoriza en sus exposiciones culturales obras de arte susceptibles de pasar a ser objetos de especulación, en el propio país o en la esfera internacional».

Estas palabras escritas hacen más de treinta años por uno de los padres de la museología actual han resultado proféticas. A menudo los museos se han convertido en simples pasarelas especulativas, para aumentar artificialmente el valor de determinadas piezas de arte en los mercados especializados. En vez de ir al templo de las musas, parecemos estar en el templo del que Cristo expulsó a los mercaderes y cambistas. Y hay que expulsar a los mercaderes de estos templos, porque con su presencia han ahuyentado a los investigadores honestos. Cuando el museo no impulsa la investigación, está en las puertas de la muerte. No puedo imaginar un museo de arqueología sin arqueólogos, sin investigadores, sin contacto con excavaciones. Me resulta imposible; es como una facultad de medicina sin hospitales y sin enfermos. Tampoco puedo imaginar un museo de bellas artes sin científicos, restauradores y expertos en ciencias sociales.

Por el contrario, frente a estos deseos, que quizás sólo son míos, en estas últimas décadas en las que han crecido tantas burbujas, han surgido museos especulativos, que fijaban sus objetivos en que entrara el mayor número de turistas, a poder ser extranjeros; que ahuyentaron a sus conciudadanos. Lo fiaron todo al gran turismo, algunos se crearon con esta única y exclusiva función. No pensaron en investigar. Fruto de políticas especulativas, ahora entran en crisis. ¡Bendita crisis!

[EN PORTADA: Tienda del Groninger Museum, en los Países Bajos]


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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