Cuaderno de espiral

Lo sublime

«La poesía», escribe Pablo Luque Pinilla en esta nueva página de su 'Cuaderno de espiral', «es siempre un fuego que arde con palabras necesarias en torno a algo que nos provoca y conmueve, y la cuestión es, por tanto, si existe un factor o punto de fuga en todo ello capaz de convertir ese instante de rapto y admiración en un suceso recurrente y perdurable».

/ Cuaderno de espiral / Pablo Luque Pinilla /

Lo dejó apuntado Baudelaire: «El dandi debe aspirar a ser sublime sin interrupción». En nuestras letras más o menos recientes, el escritor que quizás tomó más en serio esta afirmación fue Umbral, que no se cansaba de referirla. Su prosa, que vertió como un mar de analogías sobre el escenario de la prensa del último tercio del pasado siglo, lo demuestra. O quizás no tanto. Porque lo que para Baudelaire es compromiso con el ejercicio artístico para lograr la trascendencia del poeta, subrayando el divorcio entre vida y arte, en Umbral se convierte en mero ejercicio de supervivencia. Ya que el dandismo de Umbral es pura sublimación de su existencia en la expresión literaria, sin escisiones de ningún tipo entre ambas. Tabla de salvación con la escritura como narcótico cotidiano, que le permitió alumbrar una de las mejores prosas en castellano que se conocen.

Sin embargo, en mi experiencia poética, constato lo obvio: nadie es sublime sin interrupción. No se trata de un apunte al desgaire. Más bien, traslado una consideración meditada desde mis primeras lecturas y tentativas poéticas, donde, entre otras cosas, ya pude advertir que nada supone mayor motivo literario que la transparente realidad. (Lo que no implica necesariamente la expresión figurativa. Ya que, se mire como se mire, la compleja realidad es tan material como espiritual, tan visible como invisible, tan pura como contradictoria, y, a menudo, encuentra en la enunciación tropológica su mejor argumento retórico para comunicarse ―y hasta para conocerse―). No en vano, publiqué una antología poética, Avanti. Poetas españoles de entresiglos XX y XXI (Olifante, 2009), cuyo criterio de selección buscó escoger poemas antes que creadores. Y en la que, en última instancia, me decanté por abordar la muestra ofreciendo el desempeño global de una serie de autores, simplemente porque toda escritura surge en un contexto biográfico y literario que también quise plasmar. De este modo, catorce poetas fueron seleccionados por la estima de algún tramo de su trayectoria que juzgué sobresaliente, más que por considerarse esta sobresaliente en su conjunto respecto del trabajo de sus coetáneos. Manifestando, así, más fe en los momentos de ciertos autores que en sus obras completas.

No obstante, a nadie se nos oculta la legitimidad de la aspiración a lo sublime sin descanso. El anhelo del gozo más alto en el encuentro con el lenguaje, que, en Baudelaire, decíamos, se busca resolver en la figura del dandi como imagen de ruptura fáustica con los acontecimientos cotidianos, y, en Umbral, en la posibilidad de sobrevivir aferrado al salvavidas de la literatura. Como no se nos oculta que lo primero exige la intensidad del existir trasladada a la obra, en la misma medida que se ahoga en la incapacidad para lograrlo con la sola fuerza del propio afán. Ni que lo segundo requiere de un ensimismamiento fulgurante y duradero que el yo niega, pues siempre acabamos ahítos de nosotros mismos.

Pero, ¿qué puede conseguir que se suscite un interés que imante al creador y lo impulse al canto? ¿Acaso el primer balbuceo poético no surgió de la necesidad de expresar algo que ocurre? Igual da que se trate del súbito enamoramiento torpemente narrado de un adolescente, que el elaborado artefacto lírico que emana de la aegritudo amoris en el cancionero, por citar dos ejemplos alrededor del inapelable asunto del amor embravecido. La poesía, al final, es siempre un fuego que arde con palabras necesarias en torno a algo que nos provoca y conmueve, y la cuestión es, por tanto, si existe un factor o punto de fuga en todo ello capaz de convertir ese instante de rapto y admiración en un suceso recurrente y perdurable.

Reconozco haberme hecho a menudo esta pregunta, porque, de resolverse, supondría la única forma de aproximarse a cumplir el deseo de la obra sublime sin interrupción, que hemos venido comentando. Pero, ya se sabe que nada hay más estéril que una respuesta ante un interrogante no formulado, así que lo dejaremos aquí, para que pueda penetrar hondo el filo de lo que se cuestiona.

[EN PORTADA: Incendio en las casas de los Comunes y los Lores, por J. M. W. Turner (1834)]


Pablo Luque Pinilla (Madrid, 1971) es autor de los poemarios Cero (2014), SFO (2013) y Los ojos de tu nombre (2004), así como de la antología Avanti: poetas españoles de entresiglos XX-XXI (2009). Ha publicado poemas, críticas, estudios, artículos y entrevistas en diversos medios españoles y ediciones bilingües italianas y el poemario bilingüe inglés-español SFO: pictures and poetry about San Francisco en Tolsun Books (2019). Asimismo, fue el creador y director de la revista de poesía Ibi Oculus y junto a otros escritores fundó y dirigió la tertulia Esmirna. Participa de la poesía a través de encuentros y recitales, habiendo intervenido, entre otros, en el festival de poesía Amobologna, que organiza el Centro de Poesía Contemporánea de la Universidad de Bolonia; el festival poético hispano-irlandés The Well, que se celebra en Madrid; o el ciclo El Latido, que organizara el Instituto Cervantes de Roma.

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