/ por Mario Pérez Antolín /
Noche Buena de 1947
Hoy he visto llorar a Juan Ramón como a un niño, quizá como al niño que nunca ha dejado de ser. Aunque siempre demuestra displicencia y desinterés hacia lo que ocurre dentro de la España franquista, escuchar hoy en Radio Nacional un programa titulado Nostalgia de Juan Ramón, en el que Gerardo Diego, Eugenio d’Ors y otros le demostraban su aprecio y su cariño, le he sumido en una nostálgica alegría.
4 de agosto de 1948
Hoy arribamos al puerto de Buenos Aires en el vapor Río Juramento. Lo que habíamos previsto como una reducida e íntima recepción de amigos y algunas autoridades, se ha convertido en una multitud de admiradores incondicionales que nos vitorean y nos dan la bienvenida. Juan Ramón no sale de su estupor. A pesar de que le parece excesivo, yo sé que le emociona y alegra.
31 de diciembre de 1951
Espero que el último día del año no sea mi último día de vida. Dentro de unos minutos, me llevarán al quirófano para operarme de ese tumor que no se separa de mí. Si Juan Ramón estuviera conmigo, le cogería la mano y le diría muy bajito: «Pase lo que pase, mi amor te acompañará hasta la eternidad».
27 de febrero de 1954
Otra vez la maldita polémica con Guillén. Temo que este desagradable asunto, que algunos tratan de reavivar, pase factura al equilibrio nervioso de mi marido. ¿Ni en su vejez le dejarán tranquilo este grupúsculo envidioso de poetas sin acento?
12 de septiembre de 1956
El doctor Meigs me ha dicho que ya no tengo curación y que no me queda mucho tiempo de vida. ¡Justo ahora cuando más falta le hago a Juan Ramón! Al menos, hemos podido celebrar juntos nuestro cuadragésimo aniversario de bodas. Cuatro décadas de plenitud, belleza y amor que llegan a su final.
24 de octubre de 1956
Adriana y Connie me trajeron la buena noticia de la concesión del premio Nobel a Juan Ramón. Han querido que sea yo, a modo de último regalo, la que se lo diga. Esperaba que demostrase un poco más de emoción. Tan sólo dijo: «¡Ahora!»
El destino es así de caprichoso, y a veces neutraliza el máximo gozo con el máximo dolor.
25 DE OCTUBRE DE 1956
He encontrado este poema entre sus papeles:
AHORA
Ahora,
que las espigas están agostadas,
empieza a llover.
Ahora,
cuando ya no hay casi nadie en la sala,
tu disertación mejora.
Ahora,
durante las noches de insomnio,
los vecinos dejan, por fin, de hacer ruido.
Ahora,
que no tengo una pluma para escribir,
afloran las mejores ideas.
Ahora,
mientras la pena me esteriliza la matriz del alma,
quieres que disfrute de este reconocimiento tardío.
Ahora,
cuando ya nada importa,
te empeñas en satisfacer mis deseos.
Ahora,
que me quitas a Zenobia,
me concedes el laurel del triunfo.
Es nuestro amor tan excelso
que hasta Dios lo envidia,
y castiga el atrevimiento
de una pasión que lo anula.

Mario Pérez Antolín (Stuttgart, 1964) es uno de los aforistas más importantes de nuestro país. Sus libros en este género (Profanación del poder, La más cruel de las certezas, Oscura lucidez y Crudeza) han recibido elogios de pensadores tan eminentes como Eugenio Trías, Victoria Camps, Joan Subirats o Vicente Verdú y se han convertido, por méritos propios, en lectura obligatoria para aquellos que prefieran la fusión de la buena literatura con una filosofía disidente. Antólogo del libro titulado Concisos, que agrupa a algunos de los mejores aforistas españoles contemporáneos. Mención Especial en la 6ª edición del premio «Torino in Sintesi» de La Associazione Italiana per L’Aforisma. Su poesía, publicada en cuatro libros (Semántica secreta, Yo eres tú, De nadie y Esta ínfima parte de infinito), destaca por la fuerza expresiva de las imágenes y por la profundidad reflexiva de las ideas, dando forma a un estilo muy innovador que tiene el reconocimiento de la crítica especializada dentro y fuera de España. José Luis Puerto y Juan Carlos Mestre han prologado algunos de sus poemarios. Su obra se conoce bien en Hispanoamérica: cuenta con un libro publicado recientemente en México.
Una precisión y sensibilidad de las hojas sueltas del diario, nos transporta mágicamente a Zenobia, esa mujer tan inteligente, compañera inseparable de Juan Ramón Jiménez. Solo un escritor con la sensibilidad de Mario Pérez Antolín, puede transmitirnos con gran empatía el pensamiento de Zenobia. Una exquisitez.