Poéticas

Una poética estrábica

«Pero la Historia es una hoguera errante/ en busca del gran fuego primigenio». Un poema de Antonio Gracia.

/ un poema de Antonio Gracia /

Vosotros, que leéis con los ojos del rostro,
pero sin la sabiduría de que un libro
solo es la sucesión de erratas corregidas
por cuantos pretendieron descubrir
la gran verdad disfrazada de oráculo,
—como si fueran Delfos y Casandras—,
hasta que uno entre muchos rompió el plectro
y lanzó sus esbozos a los párpados
de los ciegos que ven —como vosotros—
estrellas donde hay piedras y charcos donde océanos:
Imaginad el amanuense exacto
de ese códice nuevo fraguado por los dioses
con la mano del hombre.
¿Qué sería de él y su escritura?
(No me pidáis que exprese ahora lirismos;
la lírica la dejo para mis narraciones;
ellas son mis auténticos poemas;
ahora solo elucubro vanamente).
He leído todos los libros, yo;
y conozco, por ello, cuanto se ha de escribir.
Sé que todo está dicho y solo quedan
por decir el matiz frugal, la síntesis
en la que se concilien los mundos y trasmundos.
Imaginad que hoy se editase una creación:
un refundido Pièrre Menard, aleph
de toda la escritura: por ejemplo,
la princeps edición
de Don Alonso el Bueno, el héroe
que, más allá de todo, representa
la derrota de la utopía humana
de conseguir que el uno sobreviva en el todos
y la victoria de la impunidad
del todos al matar al uno.
Pocos la alabarían. ¿Quién no la entendería
como una alienigenia en los estantes
de la historia, la fábula, el retrato
de nuestra humanidad? Y eso a pesar de que
su rostro sigue siendo nuestro rostro.
El tiempo abroca leyes: la escritura se ordena
por urdimbres verbales nacidas de la vida.
Y solo tiene vida aquella que da vida.
Enumerad conquistas de la pluma.
La tradición es un camino que anda.
Pensad clásicos, vértices del cielo:
por muy bellos que fueran sus hexámetros,
nada dice la Eneida a nuestro tiempo
porque ya no es la espada un cairel cotidiano
y ningún ser viviente se identifica en ella.
(La pintura —y la música— eclesiástica
desaparecerá también cuando aparezca
la religión universal del cosmos).
La Eneida solo cuenta pequeñas intrahistorias,
sucesos que han dejado de ser nuestros:
no crea caracteres, paradigmas.
Mirad en cambio la Odisea y la Ilíada:
además de batallas y mundos desolados,
hablan de desventuras de hombres vivos,
de movimientos síquicos, vigentes y futuros;
no del hombre exterior, sino interior
—como el Karamazov de los horrores—,
el que sufre las fraguas del íntimo vulcano,
el gran crisoleador de esencias de la mente,
las parvas circunstancias, todas las intrahistorias
que diacronizan toda sincronía.
Estas son las que crean el retrato
de los hombres que son un solo hombre
al repetir su mundo en este mundo,
su mínima existencia en la existencia.
Solo quien piensa crea pensamiento,
deduce otro horizonte más allá de las cosas.
Sucede igual en la escritura nueva,
las búsquedas de ocultos laberintos verbales
que lleven a la puerta de estrábicas salidas:
por eso Molly Bloom es solo un pálpito
—aunque cuánta creación en su discurso—,
pues deambula en la búsqueda de antorchas,
de hallazgos penumbrosos
más que en las donaciones de la luz:
se empecina en decir las formas de decir
concediéndole al verbo, más que espíritu, verbo.
Igual que el hombre o la mujer jurídicos
anteponen la ley a la justicia,
el poeta verbal dicta retóricas
más que esencias y líricas.
Hay que huir de escribir como se habla
tanto como de «hacer literatura».
Es mejor Robinson y su monólogo
directo, sin fisuras, sin cavernas recónditas
—aunque una obra vale tan solo por sí misma,
no por el modo en el que se ha llegado a ella—.
(¿Es gozoso el camino o lo sufrimos
solo porque conduce a un paraíso?).
Robinson sí es el triunfo del individualismo
comprensivo de solidaridades.
Pero incluso un autor es solo finalmente,
pasados unos siglos y unos vítores,
una gris circunstancia de su obra.
Entremos en el tópico: si hubiera de llevarme
a una isla ignota —y eso es la vida— un libro,
me llevaría el libro de los libros,
el que cuenta la vida de las vidas;
me llevaría al hombre que vivió en una isla:
desde que llega a ella hasta que sale de ella
—lo demás solo es llegada y fuga—
el náufrago nos cuenta su experiencia interior,
la batalla diaria por evitar la muerte,
la voluntad egregia de vencer al destino,
que es el único tema que en verdad nos importa
porque origina todos los demás:
el del gris minotauro preso en su laberinto
que elige su derrota como única victoria
y convierte su muerte en libertad.
La escritura perfecta otorga conclusiones,
no premisas: no ajenas circunstancias
de la esencia; y es de todos los tiempos
porque es intemporal.
Sincretiza el pasado y el futuro
en un signo presente.
Por ello, pues, pensad:
eso son las homéricas tragedias
y cuantas sinonimias se han escrito:
inmersión abisal en la existencia humana.
Aplicadlo al conjunto de las artes.
¿Qué me decís ahora?
¿Vale más la palabra orfebrecida
o
la palabra frugal, frutal, total?
El universo es una palabra
que tan solo unos pocos consiguen pronunciar.
Y ya lo sé: vais a decirme que
quien quema un libro está quemando a un hombre.
Pero la Historia es una hoguera errante
en busca del gran fuego primigenio.


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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