Entrevistas

Las pasiones de Dolores, la pasión por Pasionaria: conversación sobre un mito del siglo XX

Lola Matamala modera una charla con Diego Díaz Alonso, autor de 'Pasionaria: la vida inesperada de Dolores Ibárruri', y Jesús Montero, coautor junto a Irene Falcón de 'Asalto a los cielos: mi vida junto a Pasionaria'.

/ por Lola Matamala /

Diego Díaz (Oviedo, 1981) es historiador y el autor de Pasionaria: la vida inesperada de Dolores Ibárruri (Hoja de Lata, 2021). Jesús Montero (Santander, 1963) fue secretario general de la UJCE entre 1984 y 1989, secretario general de Madrid de Podemos entre 2014 y 2017 y coautor de Asalto a los cielos: mi vida junto a Pasionaria. A mediados de diciembre del 2021, Diego Díaz y Jesús Montero se encuentran para conversar en torno a esta figura histórica de la política española, referente indiscutible con sus luces y sus sombras.

Pasionaria, la flor de la que Dolores Ibárruri tomó su celebérrimo nom de guerre
Jesús Montero Delgado
Diego Díaz Alonso

Lola Matamala: ¿Cómo se gesta Pasionaria: la vida inesperada de Dolores Ibárruri?

Diego Díaz: El libro es un encargo y lo edita Hoja de Lata. En este caso he funcionado como un director del Hollywood clásico al que le mandaban un encargo, pero que luego trataba de convertirlo en algo personal. A partir de ahí, he intentado centrarme en tres aspectos que me obsesionan o me preocupan. El primero es la cultura social del movimiento obrero, que es clave en la configuración de la personalidad política de Dolores Ibárruri. El segundo gira en torno a la cuestión de género respecto a su figura, ya que hay una contradicción entre una vida privada muy moderna y una imagen pública muy tradicional. Y el tercer aspecto gira en torno al estalinismo, por el cual, y como se ve a lo largo de la historia, los héroes del siglo XX también son villanos.

Jesús Montero: En primer lugar, quiero decir que, para mí, Dolores es un mito y es un símbolo del antifascismo mundial. Desde mi punto de vista, lo que mejor refleja Diego en el libro es el perfil poliédrico de Dolores. Dolores es como las matrioshkas: muchas Dolores dentro de una. Es una mujer libre y liberada para su época. Y es poliédrica porque es una mujer revolucionaria en una sociedad de hombres, pero no era abogada como Campoamor o como Kent y no era artista, como Maruja Mallo. No tenía esos atributos, porque ella era una mujer de pueblo. Como cargo público, Dolores tiene hechos hermosísimos en Asturias y uno muy moderno en Madrid, cuando fue a parar un desahucio en la Carrera de San Jerónimo. A mí me encanta su estética de vestimenta negra, su pelo blanco y sus pendientes de azabache, y ¡prou! No es impostura. Esa frase del final es maravillosa: «Creí en la victoria y he sufrido con mi pueblo terribles derrotas».

L. M.: Jesús, ¿qué puedes contar sobre el estalinismo de Pasionaria?

J. M.: Como todos, fue estalinista durante la época de Stalin. Entre ellas, su principal colaboradora, Irene Falcón, que, sin embargo, fue víctima de la represión estalinista, porque uno de los dirigentes fusilados del partido comunista checoslovaco era su compañero sentimental. De estas ejecuciones solo se libró Artur London por estar casado con una francesa. Después del informe Jrushchov y el XX Congreso, a Dolores solo le interesa la unidad.

L. M.: ¿Te refieres a la unidad dentro del PCE?

J. M.: Ella se refiere a la unidad de los comunistas y la unidad de la izquierda: la unidad popular. Hay que tener en cuenta que el PCE es muy sectario entre 1920 y 1931. Para Dolores, el proceso de Salvador Allende en Chile es muy importante, igual que lo es la experiencia eurocomunista de Berlinguer en Italia.

L. M.: Diego, como historiador, ¿crees que la figura de Dolores representa uno de los hitos más importantes del siglo pasado?

D. D.: Lo pienso totalmente. Para las clases populares fue un símbolo, porque con ella estuvieron en el primer plano de la política española. Todos los extranjeros que llegaban a España la querían conocer: desde los corresponsales de prensa internacional hasta Nehru, el líder del Congreso Nacional Indio, pasando por los brigadistas internacionales o los antifascistas no comunistas. El Hollywood progresista escribe un telegrama de apoyo a la República que firman, entre otras, Joan Crawford y Bette Davis, y citan a Dolores. En los años treinta, Dolores se convierte en la española más famosa; probablemente una de las personalidades más famosas del mundo. El movimiento obrero de otros países no ha producido un personaje como Pasionaria. No ha producido personajes que, viniendo de esos orígenes, alcanzasen ese nivel de relevancia. A su prestigio o su fama contribuyen mucho sus enemigos: desde el primer minuto es uno de los principales blancos de la radio franquista que hay en Sevilla, en donde Dolores recibe los atributos de la bruja; atributos típicos de la mujer sin tutela masculina y que significan la voracidad sexual y el sadismo.

J. M.: El libro ni beatifica ni demoniza. Y es que la personalidad de Dolores tiende a la santidad o a lo contrario.

D. D.: Sí. De hecho, al principio del libro planteo que tengo cierto distanciamiento brechtiano con el personaje con la frase: «No fui al entierro de Pasionaria». A consecuencia de que el libro sea un encargo y de que yo no sea militante comunista (aunque soy de izquierda), me he encontrado con momentos, mientras escribía el libro, en que pensaba: «Me lo van a lanzar a la cabeza, porque llevo como veinte páginas hablando cosas malas de ellos». Pero luego pero luego me voy reconciliando con Dolores.

L. M.: ¿Te reconcilias porque comprendes sus hechos?

D. D.: No exactamente. La reconciliación es porque es un personaje tridimensional y eso, para un biógrafo, es un lujo. Dolores Ibárruri es un personaje polifacético porque a veces es heroína y otras, villana; o fue insumisa contra el poder pero también absolutamente servil. El libro podría haber sido una hagiografía y titularse Vida de Santa Dolores Ibárruri…

J. M.: …Contada a sus creyentes

D. D.: Y hubiera podido ir muy bien comercialmente hablando. O podría haber sido…

J. M.: La responsable de la muerte de Andreu Nin (ironizando).

D. D.: Sí, un ajuste de cuentas con Dolores también podría haber tenido su clientela anticomunista, pero este narra una historia sobre un personaje de carne y hueso y la gente quiere comprarlo para reafirmarse en el valor de Dolores o en que el comunismo es una historia de checas del estalinismo. Por mi parte y por la de la editorial, nos alegramos de que haya muchos lectores en este país que estén demandando memoria democrática para adultos.

J. M.: Es un texto muy recomendable, porque es breve y divulgativo, y es muy importante para que las generaciones que no son historiadores ni documentalistas conozcan la vida de Dolores. Lo relevante no es cuál fue la posición de Dolores en el décimo pleno del Comité Central, sino coger toda la película, que es como un fractal en cada momento de la secuencia de su vida y la va colocando en un lugar sin perder nunca los orígenes. El título también es muy bueno, porque Pasionaria es un personaje inesperado en la vida de Dolores. Ella no busca ser Pasionaria, aunque firme escritos así. Dolores se va encontrando con situaciones personales y políticas que, por su vínculo con su sueño emancipatorio, le hacen seguir adelante. Viene a Madrid porque viene a escribir para Mundo Obrero. Era lideresa de masas, aunque el secretario general es Pepe Díaz (gran acierto de la dirección política del PCE mantener esos dos liderazgos), etcétera.

D. D.: De hecho, el nombre de Pasionaria llegó a desaparecer en los años más duros del estalinismo, que son los posteriores a la segunda guerra mundial, y se transformó en Dolores Ibárruri, porque Pasionaria es un nombre que podía restar seriedad a la secretaría general del PCE. El nombre de Pasionaria reaparece en período de relajación (aunque no había desaparecido en el imaginario popular)

J. M.: Es verdad que en los ochenta reapareció sin el nombre de Pasionaria en Sí, veremos a Dolores pasear las calles de Madrid.

L. M.: ¿La investigación sobre el exilio de Dolores en la antigua URSS ha sido más complicada?

D. D.: Los mayores secretos de Dolores se los llevó a la tumba.

J. M.: E Irene con ella.

D. D.: Al final del libro utilizo la metáfora de Ciudadano Kane: nunca sabremos el Rosebud de Dolores.

L. M.: Pero, ¿qué has sabido de su exilio?

D. D.: El exilio lo aguanta por su entereza. Lo que sabemos de ese período es gracias a los testimonios de amigos y enemigos. A través del de los enemigos sabemos que se cuestionó mucho su papel con los niños de la guerra. La criticaron por un cierto abandono y por el enfrentamiento que tuvo ellos. Dolores consideró que se fueron haciendo muy pedigüeños. De ahí la frase: «Tienen que pensar más en el torno y en los estudios que en los macarrones».

J. M.: Pero creo que eso tiene que ver con lo del poema pedagógico y Makárenko.

D. D.: Ella tiene un exilio mucho más dulce que muchos de los comunistas exiliados en la URSS. Es un miembro de la Nomenklatura soviética y tiene acceso a sus pequeños privilegios (de risa con respecto a las diferencias entre la burguesía y la clase trabajadora): una dacha para los fines de semana, un piso en Moscú, acceso a unos servicios públicos de más calidad… Lo que es la desigualdad social en el socialismo.

J. M.: …llamado real. Pero hay que tener en cuenta que todos esos privilegios son patrimoniales con el capitalismo, mientras que, en el socialismo real, cuando eres depurado, pierdes la dacha.

D. D.: En el exilio, Dolores pasa por dos períodos de depresión. El primero por la derrota republicana y por el hecho de que su hijo y Antón, su compañero, estaban en la Francia ocupada. El segundo, relacionado con la muerte de su hijo en Stalingrado.

J. M.: Y también pasa otra depresión por el abandono de las democracias occidentales para la vuelta de la democracia en España.

D. D.: Y con el suicidio de José Díaz. Era una persona que nunca había ambicionado la secretaría general del PCE.

J. M.: Y que se sintió liberada al dejarla cuando van los jóvenes Semprún, Claudín y Carrillo a visitarla a Moscú para pedirle que dimita porque que se van a hacer cargo ellos desde París.

D. D.: Sorprendió su dimisión.

J. M.: Ella se adelantó y les entregó la dimisión. Dolores había conocido el famoso encuentro del 1956 de los hijos de los vencidos y los vencedores en Madrid con motivo de la primera manifestación real en España en el funeral por la muerte de Ortega y Gasset. Se entera —sabe por los informes de Semprún al Comité Central y los contactos de este con Javier Pradera Frabrera y con Enrique Múgica mientras organizaban el congreso de los escritores jóvenes que no llegará a realizarse por decisión de la dictadura— de la importancia del esfuerzo de la reconciliación nacional y, de hecho, Dolores escribe un artículo a favor de la reconciliación nacional, antes de que sea política oficial del PCE. Ella, que conoce el estalinismo y cómo se elaboran y se pierden los congresos, no está dispuesta a «entrar en ese barro». Un gesto muy generoso por su parte.

D. D.: Es un gesto de lo que siempre fue ella: coqueta. Ella fue extremadamente coqueta gestionando su imagen pública y su leyenda. Lo más parecido en el siglo XX a ser secretario general de un partido comunista es ser emperador en Bizancio. Los emperadores en Bizancio nunca morían por causas naturales y duraban poco tiempo: les envenenaban o le apuñalaban por la espalda o aparecían muertos en extrañas circunstancias. El final de Carrillo como secretario general del partido fue la norma. En cambio, Dolores acaba felizmente llorada por sus amigos e incluso por parte de enemigos.

J. M.: Y ¿sabes por qué? Porque su orientación no era el poder, sino la gloria. No tuvo una cuota de poder. No quiso ser secretaria general cuando lo era. Sabía que era más relevante su leyenda que sus catorce informes al Comité Central.

D. D.: Lo que no quiso ser es un jarrón chino, que es lo que le intenta otorgar Carrillo. Al principio, lo que le irritó de Carrillo eran sus ambiciones, pero se rebela cuando él y su entorno quisieron convertirla en un jarrón chino, aunque Dolores lo dejó pasar porque la situación podría salir demasiado mal. Ella ya tenía experiencia, porque su cabeza estuvo a punto de rodar dos veces. Una, al principio, en 1932, cuando cae Bullejos y tiene que retractarse con una carta y desde la cárcel por haber sido bullejista.

J. M.: Pero ahí no se salva ninguno, porque todos eran bullejistas.

D. D.: Sí, pero la bullejista que se salvó fue ella. Hay un segundo momento que es en la desestalinización, que podía habérsela llevado como a otros secretarios generales por el culto al estalinismo, pero tuvo la habilidad de empaquetarle a Uribe el sambenito de haber sido el estalinista máximo y así ella salir de rositas. Hay una expresión ganadera que Jesús seguro que conoce, porque lo dirán en su tierra, que es ir con los de la feria y volver con los del mercado.

J. M.: Ahí hay un personaje más estalinista que es Fernando Claudín, que, aunque luego se desestaliniza mucho y bien, cuando fue secretario general trabajó para los servicios secretos soviéticos.

L. M.: Jesús, ¿cómo es la Dolores en el exilio que conoces a través de Irene?

J. M.: Esa situación de extrañamiento en Moscú durante tantos años con el único afán de volver a España. Por el exilio, la muerte de su hijo y todo lo que ha comentado Diego, podemos asistir a una mujer decepcionada, pero que vuelve. A partir de la entrega de la secretaría general, Dolores asumió muy bien ese papel de liderazgo. Viajó a Cuba, fue al cumpleaños que le organizaron los italianos y contaba lo de siempre: la experiencia antifascista. En esa fase, Dolores comenzó a reflejar otro sentimiento respecto a lo que ocurrió. Esa mirada se refleja en un mitin muy conocido que dio en Toulouse en donde dice: «No volveré por aquí a pasear a nuestros muertos». Con esas palabras y desde mi punto de vista, Dolores demuestra que es muy avanzada. En realidad, quien sienta las bases de una política independiente de Moscú vinculada a la realidad concreta de la realidad de la dictadura de Franco es Dolores. Ella, que aunque ama la literatura no es una intelectual.

D. D.: Creo que fue una mujer culta, con curiosidad intelectual y autodidacta. En el libro, lo que más me interesa es la militancia del PCE, y una de las cosas que planteo es que si eres de clase media o de clase alta vas a poder disfrutar de un montón de experiencias en la vida sin la necesidad de la militancia. Si añades la militancia a los hijos de la clase media y a los de la burguesía, las experiencias de las militancias son revolucionarias.

J. M.: Como el caso Ramón de Azcárate, Irene Falcón o Semprún.

D. D.: Para las clases populares, pero sobre todo para las mujeres, la militancia fue la puerta para aprender a leer, tener acceso a la cultura y discutir con intelectuales o con profesores universitarios en pie de igualdad. Les lleva a poder hablar de tú a tú, a poder formarse: a un mundo más grande que el que les había tocado por nacimiento. Realmente es un libro que no reivindica a Dolores Ibárruri, sino a la militancia, que es la que ha hecho que las clases populares se emancipen. Hay una enorme diferencia entre la clase trabajadora que ha pasado por un partido político o por un sindicato y aquella que no ha pasado por eso.

J. M.: Además, la militancia es un antídoto del fascismo. Esas clases populares que no conocen la experiencia militante tienen más probabilidades de caer en el lumpemproletariado y terminar siendo unidades de la emergencia del fascismo. Por cierto, antes has hablado de Nehru, y acabo de recordar una anécdota de Irene Falcón: viajaron a China y desde allí fueron a Nepal, y al entrar en un colmado ven una bandera republicana. Y es que había habido un brigadista internacional que había llevado una a esa aldea. Ellas se sorprendieron y se emocionaron mucho. ¡Vaya labor la de las Brigadas: tan importante y tan desconocida!

L. M.: ¿Cómo es la vida de Irene al lado de Dolores?

J. M.: Ella es todo para Dolores. Irene se encarga de que no le falte de nada, que reciba a quien tenga que recibir, que escriba a quien tenga que escribir. Irene es el álter ego.

L. M.: Una relación que fue, como has dicho muchas veces, un matrimonio sin sexo.

J. M.: Sí. Es un vínculo emocional, político, personal. Aunque no fueran ni hija ni nieta, eran familia.

L. M.: Irene recibió críticas.

J. M.: La criticaron mucho, sí.

L. M.: Y ¿cómo le afectó?

J. M.: Lo tomaron con naturalidad porque eran militantes. Consideraban que esas críticas eran intrínsecas a la militancia.

L. M.: ¿Qué anécdotas vivió Irene con más alegría?

J. M.: Lo que fue muy alegre fue la gira que hicieron en 1977, casi ya el 78, por Euskadi y por Asturias. Para ellas esa gira fue espectacular.

D. D.: El medio natural de Dolores era el trato con la gente. Ella era muy empática, a diferencia de Claudín o Carrillo; una mujer con una pedagogía freudiana. Por ejemplo, ella va a Candás y ve que son pescadores y les cuenta cómo vivió ella en un pueblo soviético de pescadores o ir a una reunión y, al poco tiempo, saberse el nombre de los asistentes. En cambio, el único sucedáneo que tenía en la URSS era Radio Pirenaica.

J. M.: Ella no era ni una intelectual ni una política. Ella era una revolucionaria del pueblo.

D. D.: Hay un testimonio de un corresponsal soviético en España que tiene acceso a algunas reuniones del partido y cuenta que, cuando Dolores entraba en la sala, entraba la luz. Dolores es diferente del político republicano, que era muy estirado, y lo demuestra yendo al frente a hablar con los soldados y preguntándoles por sus novias o cómo comían. Y, si les hacían falta botas, ella se las llevaba.

J. M.: Respecto a esa luz que cuentas de Dolores, tengo una anécdota en un mitin entre el setenta y nueve y el ochenta. Asisto como secretario general de las juventudes, después de una reunión comité central de la UJCE para decidir quién iba. Fue en la plaza de toros de Ventas con Carrillo, Berlinguer y el saludo de Miyamoto, el secretario general japonés. Recuerdo las risas de Ramón Mendezona por el saludo Miyamoto (risas inocentes, por supuesto) y que, aunque Carrillo y Berlinguer ya estaban en el escenario, cuando Dolores e Irene subieron se produjo algo parecido a una aparición mariana por la luz que desprendieron. ¡Todo el mundo arriba! Por supuesto que también recuerdo el discurso extraordinario de Berlinguer, que después de escucharle nos preguntábamos en dónde podíamos votarle.

D. D.: ¿Pero se tradujo del italiano?

J. M.: No, porque, más o menos, la gente lo entendía.

L. M.: Por cierto, ¿qué opinaba Dolores sobre Federica Montseny?

D. D.: Dolores tenía muy mala opinión de Federica porque, según ella, iba de anarquista pero luego no dudó en incorporarse al Gobierno. Además, ni se conocieron, o al menos así lo confirmó Dolores en una entrevista que le hizo Jaime Camino. Es un detalle que me parece interesante, porque si le damos veracidad, revela que el mundo de Madrid y Barcelona y el comunismo y el anarquismo eran compartimentos bastante estancos.

J. M.: Pero ¿crees que ella no valoró incorporarse al Gobierno?

D. D.: Durante la guerra hay un debate muy fuerte respecto a los anarquistas, aunque Togliatti siempre fue partidario de incorporarlos en el Gobierno. Pero a Dolores se le hacía complicado después de los hechos del treinta y siete (que no del treinta y seis). En 1938, y a punto de que se firmara una capitulación, encabezó una manifestación por la continuidad de la guerra en la que también estuvieron los anarquistas. De hecho, Dolores mantuvo un encuentro con Azaña para que entraran en el Gobierno, pero nunca llegó a ser una gran defensora del acuerdo con los anarquistas.

J. M.: En aquel momento ya la habían pifiado en el Ebro.

D. D.: Pero los anarquistas fueron clave en Madrid: por ejemplo, el papel de Cipriano Mera en el golpe de Casado. Lo que planteó Togliatti es que el partido comunista se estaba quedando aislado. Y durante la segunda parte de la guerra civil, que tutoriza el italiano, hay un debate —utilizando términos de la política israelí— entre halcones y palomas. Togliatti representaba las palomas y Dolores estaba en el bando de los halcones. Dolores tiene una relación compleja con él.

J. M.: Pero Togliatti y Dolores vivieron juntos en Elda.

D. D.: Togliatti respetaba la autoridad del líder de la Comintern en España y veía el enorme potencial de Dolores. De hecho, la promocionó. Vio que, si los comunistas no hacían amigos, se iban a quedar aislados.

J. M.: El golpe de Casado y los anarquistas es una traición a toda luz a Negrín, que quiere sostener la batalla.

D. D.: Pero la gente estaba agotada.

J. M.: Pero los socialistas y anarquistas dan un golpe con Casado e intentan, aunque luego no lo llegaron a hacer, negociar con Franco.

D. D.: Togliatti supo que iba a terminar pasando.

J. M.: De todas formas, y volviendo a Montseny, me resulta extraño que Dolores opinara así de ella porque, independientemente de lo de las cooperativas en Aragón o lo que ocurrió en Barcelona en el treinta y siete, siempre oí decir a Dolores que veníamos del tronco añejo del socialismo y de la veta libertaria del anarquismo por Pestaña y Oliver, ministro de Justicia.

D. D.: A mí lo que me interesa es la comparación entre Dolores y Federica. Y es que, a la vez que Federica es muy avanzada en ciertas cuestiones de reforma sexual y que tienen que ver con la cuestión del aborto, o la de la prostitución, fue una persona que no se preocupó por la incorporación de las mujeres en el movimiento anarquista y que tuvo una tensión con Mujeres Libres. Mujeres Libres no era su hija y no fue muy defensora de ellas. Por otra parte, es más pacata en cuestiones de reforma sexual (aunque no está en contra del aborto), pero luego discrepa por el potencial de los espacios no mixtos de militancia. Ve que las mujeres, para ganar confianza en sí mismas, necesitan tener su propio espacio.

J. M.: Esa visión es gracias a Irene por su participación la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas.

D. D.: Las comunistas lanzaron un espacio transversal de mujeres en donde invitaron a participar a mujeres republicanas, socialistas e incluso anarquistas y que se convirtió en la Agrupación de Mujeres Antifascistas y Unión de Mujeres Antifascistas. La figura de Dolores contribuye claramente a feminizar el PCE, hasta el punto de, como dice Fernando Hernández en Guerra y revolución, es el partido más feminizado de la retaguardia republicana.

J. M.: En 1978 el PCE celebra en Madrid unas jornadas dedicadas a las mujeres y el feminismo, lo que demuestra que esa cualidad histórica que se hizo en la guerra y en los años posteriores tiene que ver con la formación en la lucha de las mujeres desde el antifranquismo a través de la Asociación de Mujeres contra la Carestía de la Vida, pero también con los centros de planificación, es decir, derechos reproductivos y sexuales. Creo que el resultado de todo ese recorrido tiene sus resultados en que España sea hegemónico en feminismo.

L. M.: Diego, ¿para ti Dolores Ibárruri es irrepetible?

D. D.: Vivió demasiado. La mayoría de la gente de su generación ya había muerto.

L. M.: Jesús: para finalizar, nos deberías contar, aunque sea un poquito, cómo fueron tus encuentros con Dolores.

J. M.: La conocí siendo ella muy mayor y yo siendo muy joven. La primera vez que vi a Dolores físicamente fue cuando fui elegido, en agosto de 1984, secretario general de las Juventudes y celebré su cumpleaños en diciembre de ese mismo año, en la casa en donde vivía con Irene (aunque Irene también vivía con su hermana Queti). La compramos una muñeca muy bonita y enseguida la cogió, la acunó y comenzó a cantarle una canción de cuna. El otro recuerdo es un homenaje por su noventa cumpleaños. Me tocó decir unas palabras y después subió Dolores. Después de saludar dijo: «Ahora os voy a contar una canción». Era una canción revolucionaria y muy antigua. Es el mito. Después de eso, no tengo más relación con ella, aunque cuando fallece recuerdo que, mientras estuve custodiando el féretro, parecía un komsomol. Estaba haciendo guardia. Recuerdo mucho su papel contra las divisiones e intentando que hubiera unidad. Ella sabía que la división es la derrota anunciada de la fuerza política. Dolores es mi madre política, estalinista, si queréis, pero es mi referente. Para mí es la mujer revolucionaria del siglo XIX y el XX. Pertenece a las mujeres y los hombres que tienen el imaginario de la revolución del hoy para mañana, del nuevo orden social. Fue la última de esos mujeres y hombres. Después de ella, lo que hay son políticos. Con ella se acaba el siglo corto del que habla Hobsbawm.


Pasionaria: la vida inesperada de Dolores Ibárruri
Diego Díaz
Hoja de Lata, 2021
304 páginas
19,90 €

Lola Matamala, activista y periodista madrileña, escribe habitualmente en El Salto, La Marea y otros medios.

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