/ una reseña de Carlos Alcorta /
Imagen de portada: río Moche, en Perú, mencionado por Torres en uno de sus textos
Toda recopilación supone realizar un ejercicio retrospectivo, echar la vista atrás y, desde la perspectiva del presente, evaluar los poemas del pasado. Por esa razón no resulta extraño que muchos poetas realicen modificaciones en ciertos versos, supriman poemas ―libros incluso― o añadan poemas inéditos que quedaron desplazados y fuera de circulación en su momento. Por supuesto, es potestad del autor efectuar estos cambios y eso no altera en lo sustancial su corpus poético, aunque hay quienes, como es el caso, prefieren no intervenir en ellos y mostrarse a cara descubierta, sin los afeites de la corrección.
Francisco Javier Torres, malagueño de 1962, lleva más de treinta años publicando libros de poesía (también de ensayo, pero ese ámbito queda fuera de Notas para un libro futuro, un título, por cierto, que remite de inmediato a Fragmentos de un libro futuro, la última entrega de José Ángel Valente) y otros tantos dedicándose a esa otra forma de hacer poesía, la labor editorial. Ha dirigido las revistas de literatura Galeote (1987-1993, editada por el Ayuntamiento de Antequera) y Bazar, revista de literatura (1994-1997) y, después de otros proyectos editoriales de vida breve, desde el año 2004 está empeñado en llevar adelante la editorial Libros de Aquí, con un éxito innegable porque han editado ya más de 140 títulos ―entre ellos uno con poemas inéditos de José Antonio Muñoz Rojas―, a pesar de las dificultades por las que atraviesa la edición en general, y más aún la de la poesía y el ensayo literario. Esta ardua dedicación, muy meritoria, es la que, a nuestro juicio, ha restringido su labor propiamente creativa, porque, aunque, como apuntábamos, son más de treinta años de creación, su obra no se puede adjetivar de extensa. Su primer libro, Anatomía, data de 1988 y el último, Restos de inventario, se publicó en 2015. Entre estas dos fechas, Versatilidad (1990), Anversos (1993), Los coches (1999), Más al sur y algún otro poema más, Enseres (2013).
Este volumen, en palabras de su prologuista, el profesor José Manuel del Pino,
«se organiza en tres secciones de diversa extensión. La I recoge la obra más temprana del autor, agrupada en las colecciones Anatomía y Versatilidad […]. La II, la más ambiciosa, recoge los libros Anversos, Los coches, Mas al sur y algún que otro poema más y Enseres. Concluye el libro con Restos de inventario (2015-1990). Ese primer libro, Anatomía, es un fiel referente de una estética, la poesía llamada del silencio, que tenía muchos adeptos en la época, entre ellos el también poeta malagueño Salvador López Becerra. Lo integran poemas breves, de discursividad concentrada que busca esa concisión de acceder a la verdad desnuda de las cosas, como en este poema: “Vapor/ que del pecho emerge./ Instante fiel./ Punto./ La frágil cadencia./ La ignorada red”. Esta estética de lo esencial se continúa en Versatilidad, aunque hay en este libro más variedad de registros, más flexibilidad a la hora desnudar lo conceptual. Algunos de estos breves poemas se pueden leer como aforismos ―hoy en día tan de moda, entonces apenas frecuentados―: “Lenta invención de la forma: trémulo sueño, canto,/ vigilia siempre. No más”. En la segunda etapa se aprecia un cambio sustancial, aunque dicho cambio no se produce de forma brusca, de hecho, en Anversos cohabitan poemas formal y conceptualmente relacionados con los de los títulos precedentes, con otros de mayor aliento discursivo. La vuelta a la infancia, el regreso al pasado es el argumento que aglutina los poemas: “De aquellos días la luz/ y el pálido clamor de los árboles/ era gozo./ Caminábamos lentamente,/ demorábamos el paso entre arriates/ queriendo preludiar/ la calma intensa del otoño,/ esa brisa en nuestros ojos casi amante,/ suave como un sueño […] Mas todo se desvanece./ Ahora te imagino un soplo amargo/ posado en las frágiles pupilas./ Yo a veces, solo a veces,/ cuando un fugaz destello alienta la memoria, tiemblo./ Fue hermoso, lo sé,/ pero no son estos tiempos ya para creer/ como antes lo hacíamos”. En su siguiente libro, Los coches, es, según afirma Antonio García Yedra en la nota introductoria, “una bella y moderna alegoría del tránsito, del viaje de la vida”. Francisco José Torres observa el tráfago diario, las carreteras atestadas de automóviles, el ir y venir con un itinerario marcado, aunque para el observador sean desplazamientos caóticos, como nos sucede cuando contemplamos el laborioso trajinar de las hormigas, un trajín aparentemente arbitrario. En todo caso, igual que Ulises en su nave, Torres ve en el coche el vehículo para hacer su viaje iniciático: “Está el motor en marcha y el camino/ es largo y recto. Embarquémonos,/ vayamos sin que nos oiga nadie/ hacia el destino, mudos también nosotros”. De hecho, ese destino final, esa Ítaca, está junto al mar: “He aparcado mis coches en el mundo/ para acercarme un poco al mar en calma”. Está Más al sur y algún otro poema más divido en dos secciones. La primera nos acerca, mediante la descripción de oficios olvidados ―el tendero, el aguador, por ejemplo― en las sociedades modernas, a las tradiciones del país vecino, en el que aún la globalización no ha arrasado con todos los vestigios del pasado. “Son poemas ―escribe José Manuel del Pino, deudores de la experiencia del viaje a lugares menos familiares y exóticos, como las ciudades de Marruecos y Egipto”. En la segunda parte, tal y como su título anuncia, está integrada por poemas de diferente tono y factura. Los temas son variados, hay homenajes a poetas de referencia ―Berceo, fray Luis de Granada, fray Luis de León― a reflexiones existenciales sobre la muerte, la infancia o la dicotomía vida/literatura: “pero ignora que son tus manos/ solas las que podrían vencerme,/ alejando esta vida de la literatura”. Enseres es el último titulo de esta segunda sección en la que prevalece una poética de los objetos, cazuelas, mesas, vasos, cuchillos, abrecartas, libros. Según el prologuista, este libro “homenajea al mundo poderoso de los objetos modestos y cotidianos que por efecto de la labor artística adquieren la dignidad de material poético”».
El libro finaliza con Restos de inventario, inédito hasta ahora, que integra poemas escritos en extenso periodo de tiempo, ente 1999 y 2015, razón por la cual son una especie de resumen temático de sus libros anteriores, como el viaje, núcleo de Los coches, y que ahora se revisita no sin cierto humor: «Existe un poderoso trastorno de la personalidad cuyo alcance patológico se relaciona a la inversa con las distancias recorridas», escribe al comienzo de «El viaje». Ese mismo humor es el que nos hace sonreír en los poemas titulados «Lost iPhone», «El poeta no abre. Sonero (jocoso) para Antonio Carvajal» o «El otro», que comienza con estos versos: «Siempre he querido ser otro./ Por ejemplo, quise ser vendedor de Planeta». En resumen, este libro es el más misceláneo, algo casi inevitable tanto en su concepción como en los temas que aborda.
Francisco Javier Torres, lo decíamos al inicio de este comentario, está casi totalmente absorbido por su labor editorial, por eso pensamos que este libro. Notas para un libro futuro puede cumplir dos objetivos: el primero, poner a disposición del lector interesado una obra poética ya de muy difícil acceso y, el segundo, confiamos en que esta nueva salida a escena sirva al autor de estímulo para simultanear su labor editorial con la escritura. Sus lectores se lo agradeceremos.
Selección de poemas
Nuevos tiempos
De aquellos días la luz
y el pálido clamor de los árboles
era gozo.
Caminábamos lentamente,
demorábamos el paso entre arriates
queriendo preludiar
la calma intensa del otoño,
esa brisa en nuestros ojos casi amante,
suave como un sueño.
Hacia el alba íbamos,
tras el ocaso de un estío íntimo
creyendo, sí, que el mundo está bien hecho.
Mas todo se desvanece.
Ahora te imagino un soplo amargo
posado en las frágiles pupilas.
Yo a veces, solo a veces,
cuando un fugaz destello alienta en la memoria,
tiemblo.
Fue hermoso, lo sé,
pero no son estos tiempos ya para creer
como antes lo hacíamos.
(De Anversos)
Mi escritor favorito (Vicente Núñez)
Me gustaría ser quien escribió lo que leo.
Haber escrito, cada vez que vuelvo a su lectura,
Oda a mis piernas, también La Limosna o Unidad en ella,
por dar algún ejemplo.
O esta gran novela que tengo ahora en las manos.
O aquel admirable ensayo de mis ratos de estudio.
Ir uniendo palabras casi sin esfuerzo,
más palabras, y más, hasta tener la página.
Y empezar otra luego, y otra, y otra más, y otra.
Contarme historias hermosísimas,
reír o llorar sin consuelo por su causa,
sorprenderme desconcertado a veces,
asombrado siempre.
Mas que no es posible. que debo contentarme
con dos tristes palabras y agradecerlo encima,
lo sé.
Aun así, parezco mi escritor favorito,
a quien más doy, al que más vuelvo.
(De Anversos)
V.
Supe al fin que te había amado.
Fue después de esa curva en la que todos
advierten su destino y lo sortean.
Después de que en la oscuridad la noche
como una liebre se detuviese
ante mí para alcanzar su propia altura.
Después, después, después.
Cuando ya las sombras volvían por la izquierda
de mi automóvil y tu vuelo
iba desdibujándose al compás
de algunas frases de Marco Aurelio.
(De Los coches)
VI.
Alguna vez pensé en los quitamiedos,
en la sabiduría con la que están dispuestos.
Tras ellos la tierra aparece siempre
menos áspera y son las curvas
sin su precipicio al lado
como un parque donde recrear la rapidez,
el riesgo ficticio y móvil de otro conductor.
Los veo bordeando cualquier senda,
tendiendo con su falso color gris
un tejido imperceptible casi
por el que conducirnos confiados.
(De Los coches)
IX.
Siempre me gustó conducir por la noche,
cuando acompaña solo el monótono ruido
de un motor prácticamente perfecto
y son largas y muy rectas todas las avenidas
y puede uno pensarse.
Pero a veces el rumbo está marcado
con mucha nitidez en otros mapas,
hay alguien esperando al otro extremo
o se hace la luz demasiado pronto.
En esas ocasiones enciendo un cigarrillo,
conecto el receptor,
no pienso en lo que dicen las noticias.
(de Los coches)
Cromática (Norma Landels)
Olvido el azul de la tierra ahora
cuando escucho el rumor limpio y celeste
de los azules tuyos que no existen,
que se alejan de mí como este mar,
este imposible cielo intacto tuyo.
Y voy también hacia tus verdes luego
por si entendiera el corazón su dicha.
No alejes más la fronda de las flores,
ni el viento que las mece esta tarde;
no más tu bálsamo de seda,
la magia que a posarse al lado viene
de todos los colores tuyos (tan suaves…
como el recién nacido que uno es cuando aparecen).
(de Más al sur y algún poema más)
Hacia lo salvaje (Álvaro García Torres)
Búscame en aquel guijarro blanco del río Moche que tocamos ambos. Búscame en la maleza que nos dio cobijo. Búscame además en el canto de esas aves tan raras que pueblan su ribera y que nos despertó una vez. En todos esos lugares estaré, protegiéndome, aguardándote. Llévate de mí todo lo que encuentres. Quiero atravesar contigo Libertad entero. No te desvíes, sigue hasta el mar. Y deposítame luego a una hora no muy oscura en la orilla del Pacífico que los dos pisamos. Al atardecer estará bien. Allí los dos, si quisieras, subiremos en una gran ola blanca y enérgica que nos devolverá otra vez a donde empiece todo este viaje interminable…
(De Restos de inventario)

Francisco Javier Torres
Diputación de Málaga, 2021
12 €

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como Clarín, Arte y Parte, Turia, Paraíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel Puente, Marcelo Fuentes, Rafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.
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