Mirar al retrovisor

La guerra de Putin y yo

Un artículo de Joan Santacana.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /

En una guerra, los contendientes siempre pretenden controlar el relato. Siempre ha sido así, y hoy no es distinto. Para ello hay que controlar los medios y los flujos de información. Vladímir Putin tiene bajo control la red social mas potente de su país, la llamada VK, al tiempo que, mediante su servicio de telecomunicaciones, el Roskomnadzor, intenta bloquear Twitter y Facebook.  Al mismo tiempo, Facebook y YouTube han tomado medidas para bloquear canales de información rusos y medios como RT o Sputnik, por decisión de la Comisión Europea. También Ucrania ha puesto en marcha una especie de ciberguerra, con miles de voluntarios expertos que intentan tumbar páginas oficiales rusas y contrarrestar su acción. Por todo ello, nosotros nunca podemos estar seguros de la fiabilidad de la información que nos llega.

Esta situación me conduce a plantearme unos límites para validar, o no, los relatos que nos llegan. Soy de los que creen que nadie tiene el derecho a bloquear los derechos nacionales de los pueblos y creo que este derecho asiste a Ucrania, país nacido en torno al principado de Kiev o de los cosacos del sur y que a lo largo del tiempo se ha visto sometido a la disputa de naciones cercanas como Lituania, Polonia, Rusia, Turquía y Austria; o bien víctima de invasiones como la de los tártaros. Su mismo nombre significa «tierra de frontera»y ha sido tradicionalmente el granero de Rusia. Fue por lo demás en Kiev en donde desde el siglo X arraigó el cristianismo, convirtiendo a la ciudad en la cuna de la cultura rusa, bajo la fuerte influencia bizantina. Pero tras la Revolución rusa, su capital, Kiev, fue el centro de la reacción de los blancos ucranianos, lo cual le costó una brutal represión soviética. Solo en 1934 la ciudad volvió a ser admitida como capital. Con la invasión alemana del país, la ciudad fue arrasada en más de un cuarenta por ciento. Se reconstruyó siguiendo el peculiar estilo estalinista, y ya en 1960 se abrió en ella la primera línea de metro. Digo todo esto para mostrar que no se trata de una nacionalidad más o menos improvisada, nacida con el estalinismo, sino todo lo contrario. Nadie puede discutir este derecho.

Cuando la URSS desapareció, el Pacto de Varsovia, que era su alianza militar, se disolvió, pero no hizo lo mismo la OTAN, conglomerado militar dirigido por Estados Unidos. Sin embargo, James Baker, secretario de Estado norteamericano entre 1989 y 1992, se comprometió a no expandir la alianza militar hacia el este. La promesa no se cumplió: más de una docena de países del antiguo bloque soviético se irían incorporando a esta alianza militar. Trump incluso retiraría a los Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alto Intermedio (INF), firmado por Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan al final de la Guerra Fría. Nadie puede discutir que el resentimiento de los dirigentes rusos contra esta situación tiene bases fundadas.

Sin embargo, no será una guerra la que solucione estos problemas. Si la guerra nunca tiene justificación ética, la guerra de Putin es especialmente estúpida. Yo me equivoqué cuando dije que Putin no quería una guerra. Me había fijado en que no suelo ver por el mundo muchos automóviles made in Rusia. Sé que hay Lada, Volga o Zil, pero no conozca a nadie que tenga uno; tampoco veo televisores, ni cafeteras, ni electrodomésticos, ni objetos de consumo de diseño ruso. Tampoco he visto en las tiendas de ropa de moda ni en los supermercados productos made in Rusia, salvo caviar y vodka. También sé que hay cervezas rusas como las Yarpivo o Baltica, pero deben de venderse poco fuera de Rusia, porque jamás las he probado. Siempre veo productos fabricados en China, en Alemania, en Japón, en Estados Unidos, en Italia, en España, etcétera. Pero, aun cuando mi visión del mundo es muy limitada, no veo productos rusos. Y es que casi no los hay. No exportan más que materias primas, carburantes, cereales y metales del tipo aluminio y algún otro. Y no olvido tampoco su mercado de exportación de armas. No digo que esto no sea importante; lo único que digo es que sus exportaciones son lo que cuando estudiaba se llamaba monocultivo. Por ello, su producto interior bruto es realmente pequeño —algo superior al de España— y la renta per cápita relativamente baja si la comparamos con la nuestra.

Por estas razones yo creía que Rusia no iba a hacer una guerra. A la vista está que erré la profecía. Putin sí la quería, pero limitada a Ucrania, y hemos visto que se estuvo preparando para ella durante mucho tiempo. Seguramente no previó la reacción de Occidente; pensó que las democracias actuarían desunidas y que, si obtenía el botín ucraniano, la victoria consolidaría su poder por los siglos de los siglos. Pero parece que se queda solo. Aunque gane la batalla de Kiev, perderá la partida. Pero todos perderemos algo. Yo hubiera querido decidir qué información me creo y cuál no. Y, de momento, por decisión de la Comisión Europea, esta libertad parece que la he perdido.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

1 comment on “La guerra de Putin y yo

  1. Pero como da la casualidad de que eso que usted dice acertadamente, o sea, la ampliación de la OTAN a los países del antiguo Pacto de Varsovia, no es algo que haya sucedido hoy ni ayer ni antes de ayer, sino hace ya algún tiempo, parece como si no hubiera sucedido nunca

    Aunque, bien mirado, puede que con ese aumento de su poder, la OTAN lo único que persiguiera fuese aumentar a su vez el ambiente de paz y concordia que había faltado hasta entonces

    Ellos pensaron con buen criterio, sobre todo USA

    Si quieres la paz, prepárate para la guerra

    Por lo que lógicamente concluyeron que si la OTAN era más fuerte, la tensión se relajaría y el espíritu de fraternidad y entendimiento iba a ser cada día más profundo y verdadero

    Según Faulkner el pasado nunca pasa del todo,

    Putin es el lobo, eso está claro, pero las democracias occidentales quieren hacerse pasar por unos pobres corderos que se hacen las víctimas de tan infame conducta

    Como si durante todo este tiempo lo único que hubieran hecho fuera dar de comer en la mano al oso ruso

    Sobre todo los EEUU,, con la ayuda de dios, a los que cualquier guerra les pilla bastante lejos,

    Aunque no lo suficiente como para no escuchar los avisos dados por Biden de que viene el lobo, cuando el lobo ya ha venido y está aquí

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