/ una reseña de José Luis Morante /
Las tareas ensayísticas de Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) dan cobijo a una intensa crecida de asuntos. Muestran preocupaciones circulares y una percepción de lo contingente disconforme con las pantomimas de la vida social y su reparto de protagonistas y secundarios. En la introducción de Emboscaduras y resistencias (Alberdania, 2022) apunta pacientes trayectos por las trochas de la soledad, la percepción crítica, el emboscamiento tras algunas certezas mudables y la búsqueda de cierta distancia ante los pringosos titulares de la actualidad, tan dados a mostrar su nudoso dinamismo.
Desde este escenario particular emerge un variopinto telón de fondo ante el que parece complejo permanecer al margen; cada identidad tiene su propio espacio de representación en la caverna y ejercita complejos itinerarios de amanecida y regreso. El poeta, novelista, escritor de diarios, ensayista y biógrafo ha hecho de la literatura muro firme, baliza orientadora. Retomar el quehacer literario en la amanecida es una manera de estar solo, como escribiera Fernando Pessoa; pero también una necesaria acción terapéutica contra la desmemoria y la tergiversación pactada por los entresijos ideológicos, poco propicios a componer ecuaciones interpretativas exactas.
Los puentes tendidos en Emboscaduras y resistencias enlazan orillas diversas. Es inevitable comenzar el sondeo por las consecuencias de la pandemia y por ese retraimiento de cada yo en un discurrir extraño que ha evidenciado la fragilidad de sujeto y entorno o las incertidumbres asustadizas ante un porvenir que callejea alejado y tardón. Una vez más, al soplo de la historia, es necesario, como dice con admirable imagen metafórica Miguel Sánchez-Ostiz, escapar del lugar, abordar un particular paso del Berézina, aunque sin la épica final de los guardias suizos alojados en las páginas narrativas de Viaje al fin de la noche de Céline. Hay que persistir tras la senda, al otro lado, en silencio y vencido, o acaso con un solitario hilo de esperanza.
Sin continuidad cronológica, cada ensayo breve funciona como síntesis autónoma de un sedimento argumental. En «El viaje de otoño» percibimos una reflexión fragmentada en breves sobre el atardecer existencial. Los signos refuerzan la conciencia de finitud que sirve de epitelio a nuestros actos y se afianza también en el frondoso bosque de lecturas diarias. En «Emboscaduras», la escritura vuelve los sentidos hacia el paisaje para ubicar el bosque como elemento central con pluralidad semántica. Es refugio y paseo, pero también escenario de incertidumbre y grieta de miedos ancestrales; al cabo, una acuarela que han dibujado escritores y artistas, convencidos de que en su superficie siempre hay un matiz nuevo, una zona no hollada, una ranura donde guardar el discurrir y las evocaciones diseminadas de la memoria.
En los fragmentos enunciativos de Emboscaduras y resistencias está muy presente el soliloquio. Las teselas dibujan las conversaciones del yo consigo mismo. Sánchez-Ostiz se aleja del ruido de época, en el que tanto alboroto causa la estridencia de las redes sociales, y hace savia nutricia de la reflexión sobre aportes lectores. Alentado por el duermevela de la madurez, el escritor vislumbra interrogantes sobre el proceso escritural. Sabe que acaso sean indagaciones inútiles, pero es necesario arriesgar conjeturas, aunque sea para clarificar actitudes privadas. Queda muy lejos el sometimiento al mercado o la calderilla del reconocimiento público. Ahora la cuestión es otra: la manera de sentirse vivo mientras se escribe, o la fortaleza que alza en la propia identidad esa torre donde apenas asoman los claroscuros del largo tiempo de incertidumbre que ha generado el virus. Los enunciados rastrean estados de ánimo; no hay deriva sino huellas al paso que marcan los afanes diarios. Los títulos concretos propenden a la lectura sociológica; Miguel Sánchez-Ostiz es un letraherido que ama la soledad, pero no es un autista social. Con frecuencia reflexiona sobre el trato humano y los estímulos exteriores. Los estratos del yo social sosiegan cualquier rebeldía y someten hábitos al rutinario engranaje de la nadería diaria. Se vive en los umbrales de una permanente frustración vital.
El discurrir autobiográfico acumula derrotas y resistencias, sortea circunstancias, busca el lugar que le corresponde para sobrevivir con cierta dignidad, mientras busca sentido a una existencia marcada por la limitación. El fluir de la conciencia siente la soledad del incomprendido, sin entender del todo motivos y propósitos, como recuerda en tantos escenarios de la página escrita donde se multiplican escenas y personajes.
Miguel Sánchez-Ostiz en Emboscaduras y resistencias recorre el maleable suelo del presente y pone una luz nueva sobre un extenso recorrido de introspecciones. Ejercita la voz y la palabra para no perderse en marasmos y hojarascas; para convertir las circunstancias azarosas de un caminar a solas en conocimiento y aprendizaje, en un camino de libertad y permanencia.

Miguel Sánchez-Ostiz
Alberdania, 2022
236 páginas
18,90 €

José Luis Morante (Ávila, 1956) es profesor, poeta, editor, ensayista y crítico literario. Su obra poética se recoge en las antologías Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Ha preparado ediciones de Juan Ramón Jiménez, Joan Margarit, Eloy Sánchez Rosillo, Luis García Montero y Karmelo C. Iribarren. Como aforista ha publicado Mejores días (2009), Motivos personales (2015), la antología Migas de voz (2021) y Planos cortos (2021).
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