/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /
En portada: Familia de granjeros de Kahlenberg, de Adolf Wissel (1939)
Las grandes creaciones artísticas a menudo tienen su origen en la complicidad del artista con el poder. No podrían explicarse de otra forma monumentos tales como Santa Sofia de Constantinopla, San Pedro del Vaticano, Versalles o el Hermitage. Ciertamente también hay un tipo de arte cuyo auge se relaciona precisamente porque se enfrentó con el poder en un momento determinado. La historia reciente de Europa ilustra perfectamente estas relaciones a veces amistosas y a veces violentamente opuestas. A mí siempre me ha llamado la atención el caso del comportamiento del arte y de sus sacerdotes, críticos, historiadores, marchantes y coleccionistas, durante el periodo nazi.
En septiembre de 1944, el Ministerio de Instrucción Pública y Propaganda del Tercer Reich, dirigido por el doctor Joseph Goebbels, publicó una lista de artistas denominada Gottbegnadeten, palabra que significa «los que tienen inspiración divina». Había más de mil artistas alemanes o austriacos considerados fundamentales para la cultura nacionalsocialista. A todos ellos se les eximia del servicio militar, con la finalidad de que no murieran en la guerra; sin ellos el Reich alemán se empobrecería. Había pintores, escultores, arquitectos, músicos y cineastas, incluyendo compositores, intérpretes, cantantes, actores y directores de cine y orquesta. Se trataba de personas especialmente valiosas para el Reich. Si de esta larga lista seleccionamos tan solo los que se dedicaban a la pintura o la escultura y nos dedicamos hoy a buscar sus obras de arte o incluso su biografía, nos daremos cuenta de que casi no existen; están muy poco representados en las grandes enciclopedias y en muchos casos ni siquiera aparecen. Sus obras no suelen estar en las grandes pinacotecas del mundo, salvo en algún museo alemán y tan solo es posible acceder a imágenes de su producción si se busca a través de las redes sociales en los portales de subastas, en donde, de vez en cuando, aparece una de ellas.
La mayoría de estos artistas pintaban en sus lienzos a hombres y mujeres cuyos cuerpos respondían al ideal de la raza aria, muchas veces desnudos. El cuerpo de la mujer, así como el del hombre aparece frecuentemente en sus lienzos. En algunos casos, se trata de imágenes cargadas de erotismo, como en alguna obra de Ernst Liebermann (1869-1960), pero en la mayoría de los casos se trata de jóvenes que parecen sacadas de algún estudio anatómico procedente de sesiones académicas de arte. Es el caso de Adolf Ziegler (1892-1959), Gisbert Palmié (1897-1986) o Ivo Saliger (1894-1997). Además de esta temática, vemos también escenas de campesinos alegres, vida doméstica plácida e idealizada o retratos de hombres y mujeres, sin duda alguna representativos de lo que en el Reich se entendía como raza aria. Lo vemos también en Julius Paul Junghanns (1896-1958), Karl Truppe (1887-1959), Adolf Wissel (1894-1973) o Udo Wendel. Finalmente, en estas obras aparecen escenas bélicas y retratos de los jerarcas del Reich, incluido el Führer. En este caso, los autores fueron artistas como Conrad Hommel (1883-1971), Hubert Lanzinger (1880-1950), Fritz Erler (1868-1940), Paul Mathias Padua (1903-1981) o Wolfgang Willrich (1897-1948). Hay autores, como Leopold Schmutzler (1864-1940) que inicialmente pintaban escenas semi eróticas y en un estilo rococó, pero que al afiliarse al partido nazi en sus últimos años, alcanzaron un cierto prestigio para su arte. En el caso de Schmutler, especialmente cuando fue premiada una obra suya titulada Doncellas después del trabajo, y que fue comprado por el propio Hitler.



Hoy la mayoría de las obras de estos autores (que, si el Reich hubiera triunfado, llenarían nuestros museos, nuestras galerías de arte e inundarían los libros de texto, y las biografías de sus autores estarían presentes en todo tipo de libros y enciclopedias) son muy difíciles de conocer. Después de la guerra, la mayoría de estos artistas sobrevivieron, pero su arte inició un inexorable camino hacia la más absoluta decadencia y se transformaron en invisibles. Algunos sobresalieron convirtiéndose en pintores de cámara de déspotas de países del Tercer Mundo, como el retratista de Haile Selassie, el emperador de Abisinia, pero su cotización en los mercados de arte mundiales se hundió.
En realidad, todos estos artistas participaban de un estilo artístico cuya característica principal era un realismo casi romántico, basado siempre en modelos clasicistas. Se trataba de pinturas muy tradicionales que exaltaban la pureza racial, el militarismo y el estilo de vida campesino y simple. Todo lo que fueran virtudes varoniles, el trabajo de la tierra o el amor a la patria era exaltado por estos artistas. Creían en unos ideales estéticos eternos, con proliferación de cuerpos desnudos, especialmente de mujeres, fuertemente estereotipados; con la guerra, los temas bélicos ganaron protagonismo en su obra, con escenas de heroísmo, sacrificio y victoria. Este era el arte que triunfaba y que llenaba galerías de arte y despachos oficiales.
Por el contrario, los autores que formaban parte de lo que en el Tercer Reich se llamó arte degenerado, que fue ridiculizado y prohibido, hoy figuran como los artistas más cotizados del mercado artístico de todo el mundo. Se trataba de autores tales como Van Gogh, Gauguin, Picasso, Modigliani o Chagall. Movimientos artísticos que hoy llenan las salas de los mejores museos del Planeta, como el dadaísmo, el cubismo, el expresionismo, el fauvismo, el impresionismo o el surrealismo y que durante el periodo del Tercer Reich fueron eliminados de la literatura artística, hoy se estudian en todas las facultades de arte del mundo.
Además de estos cambios en el mercado del arte contemporáneo de aquel momento, miles de obras de arte, que eran propiedad legítima de familias amantes del arte, eran sacadas de los domicilios, robadas con intervención de las fuerzas de orden y confiscadas, y ello acontecía también en toda la Europa controlada por el Tercer Reich. Así surgía un nuevo mercado del arte en donde se iba a efectuar el mayor trasvase de obras de la historia, solo comparable con el que desencadenaron las guerras napoleónicas. Pocos países se libraron de esta vorágine. Unos fueron protagonistas del saqueo, como Alemania o Austria, mientras que otros fueron víctimas, como Francia, Holanda, Bélgica, Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Yugoeslavia, Noruega, Dinamarca, Grecia y la Unión Soviética. Sin embargo, los países neutrales de la guerra, que aparentemente quedaban al margen, también participaron del saqueo, enriqueciendo a algunos personajes sin escrúpulos que fueron intermediarios en este saqueo. Fue el caso de Portugal, Suiza o España. Y hubo también quienes se beneficiaron, como los Estados Unidos y algunos países latinoamericanos.
Mientras esto ocurría, un número importante de historiadores del arte, académicos, críticos, directores de museos e intelectuales alemanes y de toda la Europa sometida a los nazis aceptaron las nuevas reglas del juego y renegaron del arte degenerado. Sin embargo, despues de la guerra, cuando las armas fueron callando, todos estos personajes volvieron a sus actividades artísticas, a sus cátedras o a sus museos con mayor o menor éxito, sin que, en la mayoría de los casos, pagaran por ello ni sufrieran especialmente las consecuencias de hallarse entre los grandes saqueadores de arte de Europa. Y es que el arte a menudo hace pareja con el poder y baila al son que este toca.

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
Moltes gràcies Joan, com sempre, pels aprenentatges que em proporciones. Desconeixia el terme de “arte degenerado” !!.. Sempre n’aprenc !!!. Moltes gràcies !!