/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
Cuando se vive en una colectividad, la responsabilidad se torna un valor absoluto. Esperamos que aquellos a quienes votamos sean responsables, que los trabajos que encargamos se hagan con responsabilidad y que nadie escurra el bulto cuando las cosas salgan mal. Lamentablemente, con frecuencia, los políticos se atribuyen logros que en manera alguna corresponden a la eficacia de su gestión y, al contrario, ante las dificultades o los fallos tratan de mirar hacia otro lado, buscando responsables de sus errores lo más lejos posible.
No obstante, lo más importante de la responsabilidad no está en exigirla a los otros, sino en asumirla en lo concerniente a nosotros mismos, nuestras acciones y equivocaciones. No se trata de plantear un alto nivel de autoexigencia: lo cierto es que esto conlleva siempre un riesgo para la salud de quien siempre se exige por encima de sus capacidades; se trata simple y llanamente de practicar la autocrítica y, ante las dificultades, preguntarse a uno mismo sobre su grado de responsabilidad en el fiasco. Así, recomiendo fehacientemente a cada uno que ante el fracaso de un negocio se pregunte a sí mismo sobre su nivel de culpabilidad, los errores que cometió, los pasos en falso que dio y las palabras que estuvieron de más o faltaron en su trato con proveedores y clientes, en lugar de echar las culpas a la geopolítica, los vaivenes del mercado o alguna intriga de origen desconocido. Ante un divorcio, probablemente sea más productivo para conocernos a nosotros mismos y asumir nuestros hechos con responsabilidad analizar si hubo en nuestra conducta algún acto de desamor o si dimos por supuestas demasiadas cosas que habría que haber dicho; si faltaron por nuestra parte caricias o frases de amor, antes que atribuir el mérito de cualquier ruptura al mal carácter de la persona de quien nos enamoramos, a su agresividad verbal o a sus defectos, aunque estos fueran evidentes desde el principio, y eso que conocemos por enamoramiento nos impidiera verlos. Asumir con responsabilidad nuestras acciones y buscar dentro de nosotros mismos las causas de nuestros errores será la mejor forma de evitar repetirlos en el futuro. En resumen, de lo que se trata es de analizar nuestros comportamientos con responsabilidad y mirar antes si los fallos se produjeron por nuestra culpa que si lo fueron por otros.
La responsabilidad tiene también un papel importante en la educación y haríamos mal en olvidar este aspecto en escuelas, centros de enseñanza secundaria e incluso universidades. Sin responsabilidad no se alcanza el grado suficiente de madurez para ser útiles a la sociedad y honestos con uno mismo. Por eso, junto con la cultura del esfuerzo, la escuela y la academia deben primar la práctica de la responsabilidad a todos los niveles. No se trata de incorporar nuevas asignaturas, sino de introducir esta idea trasversal en todas y cada una de las materias, e incluso en las actividades de ocio y socialización. Si no educamos a nuestros hijos y estudiantes en la asunción de responsabilidades olvidémonos de tener una sociedad que funcione correctamente y unos individuos fuertes ante la adversidad, seguros de sí mismo y a salvo de depresiones.
La responsabilidad no debería ser un tema penal, aunque también, y la práctica de la autocrítica debe orientar todas nuestras acciones, incluso las que resultaron exitosas. En este caso no con afán de regodearnos en lo que se hizo bien sino con el afán de mejorar si fuera posible y, siempre, para entender mejor las diferentes situaciones y a nosotros mismos.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
Hay tesis que hay que defender, aunque todo confluya para barrer su eco. Esta es una de ellas. Ya solo parece existir la responsabilidad penal. Guillermo
Gran tema LA RESPONSABILIDAD, tanto para el ámbito privado como el público. La autocrítica respecto de los errores y fracasos personales, y la Ética de la Responsabilidad, que calcula y asume las consecuencias de los actos. No sólo hay que actuar por Convicciones ( ética de las convicciones) sino, sobre todo para los gobernantes, por una Ética de la Responsabilidad, como señalaba Max Weber.
Es estupendo tener amigos lectores.
Un fuerte abrazo a los dos!!!!