El runrún interior

El runrún interior (120)

Pablo Batalla Cueto registra en su dietario pensamientos propios y notas de libros leídos y cosas vistas en Internet, escribiendo sobre las algaradas derechistas ante la sede socialista de la calle Ferraz o la lectura de ‘Lenin pisó la Luna’, de Michel Etchaninoff.

/ por Pablo Batalla Cueto /

El runrún interior (119)

Martes, 7/11/2023. Algaradas en Ferraz, por lo de la amnistía, y como escribe Jónatham Moriche, los cayetanos quedan «sinceramente estupefactos por que la policía no les permita arrasar las sedes del PSOE y linchar a sus ocupantes. Cabe un buen tramo de nuestra más alta bibliografía histórico-política, de Tuñón de Lara a Villacañas, ahí».

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Lionel Robbins, economista liberal, en 1937: «»Las minas para los mineros» y «Papúa para los papúes» son lemas similares en términos analíticos». Qué claro ha tenido siempre el enemigo lo de la interseccionalidad y la mancomunidad de luchas, y cómo nos cuesta a veces tenerlo a nosotros.

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Una pancarta en una manifestación neoyorquina a favor de Palestina: «Peace is the white man’s word – Liberation is ours».

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De una cuenta anónima de Twitter, sobre los lamentos por la muerte, en las guerras, de gente inocente: «La gente mediocre tampoco merece ser asesinada. La gente adulta tampoco merece ser asesinada. “Inocentes” somos todos hasta que un tribunal demuestra lo contrario. Aun en ese caso, la gente no merece ser asesinada».


Miércoles, 8/11/2023. Leo que, cuando Wilhelm Roentgen descubrió los rayos X, e hizo a su mujer la primera radiografía de la historia, esta dijo al verla: «Oh, Wilhelm, he visto mi propia muerte».

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Un tal Adán, trabajador de una funeraria, se ha encadenado en el Congreso en protesta contra la amnistía: «Me comí ocho magdalenas y lo que dure» [sic], ha dicho. Yo no sé que clase de desalmado sin sentido del humor querría marcharse de un país como este.


Jueves, 9/11/2023. Sánchez es un centón de todos los presidentes anteriores. Tiene la picaresca osada de Suárez, el hiperliderazgo intrapartidario de González, la vocación internacional de Aznar, el programa de Zapatero, la impasibilidad de Rajoy… y golpistas enfrente, amenazando su investidura, como Calvo-Sotelo. También, si se me apura, la baraka de Franco.

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Leemos hoy en El Confidencial que «nace el primer mono quimérico, un hito que revoluciona la investigación de enfermedades». Como dice Jorge Dioni, qué gran título eso del mono quimérico: vale para Crichton y para Žižek.

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En Ferraz, los manifestantes gritan «los Borbones, a los tiburones», «lo llaman democracia y no lo es» y «prensa española, manipuladora». Como ciudadano ando entre el miedo y la risa. Como historiador interesado en los momentos de crisis epocal y las retroalimentaciones y procesos de codeterminación e imitación mutua entre revolución y contrarrevolución, estoy fascinado.

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Moriche: «Es como un Maidán encapsulado en los límites psicofísicos naturales de una Nochevieja universitaria salida de madre, o viceversa».


Viernes, 10/11/2023. Eric Hoffer: «El odio es el más accesible y completo de todos los agentes unificadores. Los movimientos masivos pueden elevarse y extenderse sin creer en un dios, pero nunca sin creer en un demonio».

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Leo en Las tierras altas de Albania, un libro de viajes de la aventurera británica Edith Durham, escrito en 1909, una cosa preciosa: llamar «escaleras de Jacob» a esos rayos de sol nítidos que se filtran por las rendijas del tejado de una estancia a oscuras, por el capítulo del Génesis en el que Jacob sueña con una escalera que desciende del cielo y por la que circulan los ángeles.

Otra curiosidad. Durham habla en su crónica de una figura característica de aquella Albania atrapada en el Medievo: la virgen juramentada; virgjeneshtë en el idioma local. Se trataba de mujeres que decidían renunciar a las relaciones sexuales y el matrimonio y asumían el papel de hombres. Se vestían a la manera masculina, llevaban armas y podían incluso tomar la posición de jefe de la familia. Así evoca Durham uno de sus encuentros:

«Cuando nos detuvimos para que bebieran los caballos, se acercó una mujer enérgica y enjuta de cuarenta y siete años, vestida con ropas harapientas, chaqueta y pantalones. Se divertía mucho dejándose fotografiar y los hombres se burlaban de su belleza. Dijo que había comenzado a vestirse de hombre desde que era una niña porque ella lo había querido y su padre le había dado permiso. Se mofaba del matrimonio; todas sus hermanas estaban casadas, pero ella había sido más sabia. Su hermano, un muchacho de aspecto delicado, mucho más joven, y con quien vivía, se acercó a ver qué estaba ocurriendo. Ella me trató coin el desprecio que, a su parecer, merecíamos todas las que llevábamos enaguas; me volvió la espalda e intercambió algunos cigarrillos con los hombres, con quienes se comportaba con camaradería. En una tierra en la que todos los varones llevan bigote, su pequeño rostro arrugado y lampiño, así como el que fuera desarmada, provocaba un extraño contraste con su vestimenta masculina».

Para que luego digan que la cuestión trans es un invento posmoderno.


Sábado, 11/11/2023. Una pregunta filosófica de Bernat Castany: ¿un dique construido por un castor es un objeto natural o artificial?


Domingo, 12/11/2023. Me bajo del AVE en Madrid para hacer transbordo y me avasalla una tromba de anuncios con fotos impresionantes de los Picos de Europa, Avilés, Santa Cristina de Lena, Banduxu, que dicen: «De Madrid al Paraíso. Asturias, más cerca que nunca». Pienso en la escena del vaso de agua de Jurassic Park.

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Leer un denuesto contra la pornografía en una apología del conservadurismo y tener la certeza absoluta de que su autor se saca punta al lápiz media docena de veces al día y de que el historial de su navegador es el séptimo círculo del Infierno de Dante.

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Leo en el tren, para llenar siete horas de regreso a casa desde Valencia, adonde he ido a presentar La virtud en la montaña, un libro interesantísimo: Lenin pisó la Luna: la disparatada historia de los cosmistas rusos. Su autor es Michel Etchaninoff y versa sobre el cosmismo, singular milenarismo obnubilado por la tecnología moderna y su progreso aparentemente infinito, que a partir del siglo XIX imaginó la posibilidad de resucitar físicamente a todas las generaciones muertas y conquistar el espacio, y cuyas derivaciones llegan hasta hoy, habiendo influido en parte en el surgimiento del transhumanismo. El asunto es fascinante. Nikolái Fiodórov, el padre del cosmismo, suponía que el polvo, las cenizas de los difuntos, en realidad no se perdían, sino que se hallaban dispersos en la naturaleza, preservando cada una de sus partículas ciertas «vibraciones» que podían entrar «en resonancia» y estremecerse en contacto con las otras moléculas a las que una vez estuvieron unidas. Futuros adelantos técnicos permitirían, mediante el control de «el proceso meteórico a través del cual se manifiesta la fuerza solar», reunir esos desperdigados átomos de los seres humanos que nos precedieron y devolverles la vida. Entendía —explica Etchaninoff— que

«El hombre, dotado ahora de la fuerza divina, tiene el poder de seguir el camino trazado por Jesús y resucitar. De ese modo cuenta con la oportunidad de resolver, aquí abajo, las dos mayores tragedias que nos afligen como seres humanos: nuestra propia finitud y la muerte de nuestros seres más próximos. El objetivo es, pues, resucitar a nuestros padres, a nuestros abuelos, a todos nuestros ancestros. Para Fiódorov, se trata meramente de una consecuencia natural de la deuda que hemos contraído hacia aquellos que nos engendraron, del modo de cumplir con nuestro deber filial. […] Esta misión da un sentido ético a la historia humana, pues permite la unión real de todos los hombres, “la unión de los vivos, de los hijos, para resucitar a los padres”, dejando atrás los conflictos que los separan en nombre de la realización de una tarea noble y grandiosa. Un objetivo más justo y hermoso, en opinión de Fiódorov, que la seudoemancipación de las nuevas generaciones respecto de las antiguas, tan alabada por los socialistas y los nihilistas de la década de 1860. El filósofo da así forma a una mezcla única de antimodernismo cristiano y compromiso revolucionario y pragmático».

La cuestión era que, si se resucitaba a todas las generaciones pasadas, no habría sitio para todas en el mundo repletado, lo que no nos dejaría más opción que ir más allá de nuestro planeta, a colonizar otros. Las estrellas —decía Fiódorov— «no están ahí para ser celebradas o adoradas […]. Nuestra Tierra es en su conjunto pequeña e insignificante, debemos hallar formas de habitar otros mundos». El cosmismo expresa una cautivadora fusión del vértigo de transformaciones técnicas de la contemporaneidad y la religiosidad tradicional, en aquel momento en el que, aunque el racionalismo y por lo tanto el ateísmo avancen, la necesidad antropológica de una fe lleva a los hombres del Diecinueve a pergeñar nuevos credos que, a falta de un dios en el cielo, rindan culto a la propia humanidad. He ahí a ese personaje de cierta novela de Gorki, que vive una epifanía cuando le hacen darse cuenta de que «Dios no nació de la debilidad de los hombres, sino del exceso de sus fuerzas. Y Él no vive fuera de nosotros, hermano, sino en nosotros».

A mí todos estos libros sobre las formas innumerables del mesianismo ruso me interesan mucho. Es muy bueno este párrafo del libro, que explica bien por qué aquel país es tierra tan fértil para estas cosas:

«[… L]as llanuras rusas […] se extienden sin apenas obstáculos, impregnando con la idea de infinito a quien las contempla. En [… la] década de 1880, el ensayista francés Anatole Leroy-Beaulieu percibió esta particularidad geográfica: “la naturaleza rusa se caraacteriza por la amplitud y el vacío, por el espacio extenso y la pobreza que lo ocupa. Distancias inmensas en las que no se revela la menor variedad de fomas o colores”. Es en esa inmensidad, monotonía e indigencia donde halla el historiador la causa de la inclinación por el nomadismo propia del pueblo ruso: “Nada en este suelo monótono invita a detenerse, a asentarse”, de ahí su “facilidad para el cambio”. Además, si “es casi seguro que toda casa acaba por incendiarse algún día […] ¿qué sentido tiene apegarse a ella?”. Cierto es que el país ha visto nacer una estirpe de peregrinos, colonos, exiliados, exploradores. El espacio ruso, esa tierra monótona que parece infinita y que supone meses explorar, oorga a quienes la habitan, hombres y mujeres, cierta ingravidez. Al no sentirse realmente en casa, deambulan sin cesar, como cosmonautas en el espacio. Además, por su uniformidad, la naturaleza luce una dimensión pura y desnuda que la asemeja al cielo. Este aspecto de espacio vacío explica por qué el pensamiento ruso tiende a veces a alzar el vuelo. Según Leroy-Beaulieu, la mente rusa “con frecuencia está ansiosa por lanzarse a las especulaciones más atrevidas; impaciente ante los obstáculos, no teme a audacia filosófica, social o religiosa ninguna”. Rechazando la moderación y la prudencia burguesas, continúa Leroy-Beaulieu, “el pensamiento ruso a menudo no conoce más límites que sus campos y sus horizontes, ama lo ilimitado, va directo al extremo de las ideas, a riesgo de toparse con el absurdo”. […] Rusia es el caldo de cultivo ideal para teorías que asientan sus pies en el terreno del infinito».


Lunes, 13/11/2023. Ayer murió Aníbal Vázquez, alcalde comunista de Mieres, y es una noticia devastadora, porque era uno de los mejores de todos nosotros; un hijo predilecto de la veta mejor de la tradición del PCE: trabajador, sagaz, honrado a machamartillo, llano y carismático, un hombre del pueblo, eso que en Asturias llamamos, con afán ponderativo, un paisano. Era, también, una persona divertidísima, con la que se lloraba de la risa. Notaremos mucho su falta. Las muestras de cariño, rendidas y universales, están siendo impresionantes. Dice el historiador mierense Ernesto Burgos que desde el funeral de Manuel Llaneza, en 1931, «no se ha visto nada igual». No es para menos.

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La cayetanada grita en Ferraz «Irene es una puta» y «Begoña no tiene coño». Esta balsa de purines humana odia a las mujeres mucho, pero muchísimo más de lo que odia a Pedro Sánchez o Carles Puigdemont.

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Fallece en Santiago a los 96 años Joan Jara, la viuda de Víctor Jara. Cuánto me conmovió en la adolescencia, y qué importante fue para mi educación sentimental política, Un canto truncado, el libro de memorias que escribió acerca de su vida con el cantautor mártir. Se extinguen las postreras luces de una generación heroica.

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Entrevistan en Abc al médico que atendió en el parto gemelar de Emiliano García-Page, que dice al presidente castellano-manchego: «Ahora España te necesita a ti». España es inagotable, un recurso renovable, jamás te la acabas. Su energía tróspida infinita debería ser aprovechada como combustible limpio del futuro. Terminaríamos con el cambio climático y podríamos volar a colonizar otros planetas; nada sería imposible.

Diario Abc, por cierto, que también publica un artículo sobre «los 120 peones de Sánchez para el “sí” a la amnistía», con fotos y datos de los diputados socialistas. Maneras del viejo Egin para calentar los cascos de una derecha ya de por sí echada al monte. Sí, vale, los datos de los diputados socialistas, o de cualesquiera diputados, son públicos en la web del Congreso, pero cualquiera percibe el matiz de irresponsabilidad que supone reunir y presentar sus datos personales de este modo; la llamada nítida a la violencia que supone, aunque no se explicite. En Salamanca han aparecido pegatinas con el rostro de uno de esos ciento veinte diputados, llamándolo traidor. Es cuestión de tiempo que algún enajenado de los que no faltan en esta regresía demenciada que padecemos intente una barbaridad. Esperemos que, entonces, falle, o se le detenga a tiempo. Pero el cántaro está yendo demasiado a la fuente.

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Xan López: «En nuestro bando el más tonto tiene una biblioteca con suficientes tomos de Gramsci para crear un pequeño agujero negro. Mientras tanto Milei hace comunicados aclarando que no se acuesta con su hermana. E igual gana».

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Vox pergeña un vídeo en inglés para explicarle «al mundo lo que está pasando en España», con el asturiano José María Figaredo pronunciando el discurso. En su afán por copiar todas y cada una de las microfases del Procés, la cayetanada ha entrado también en la de «lancemos desesperados mensajes al mundo que nos mira con el corazón en un puño», mientras al mundo se la refanfinflan muchísimo.


Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987) es licenciado en historia por la Universidad de Salamanca, periodista y corrector de estilo. Ha sido o es colaborador de los periódicos y revistas Asturias24, La Voz de Asturias, Atlántica XXII, NevilleCrítica.cl, Jot Down, La Soga, Nortes, LaU, La Marea, CTXT y Público; ha dirigido A Quemarropa, periódico oficial de la Semana Negra de Gijón, y desde 2018 es coordinador de EL CUADERNO. Ha publicado los libros Si cantara el gallo rojo: biografía social de Jesús Montes Estrada, ‘Churruca’ (2017), La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista (2019) y Los nuevos odres del nacionalismo español (2021).

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